Yo sonreí y saludé con entusiasmo a Victoria y a su grupo de Cazadoras, cuando pasaron rápidamente del puente al suelo sólido.
– ¡Nos veremos esta noche en el campamento! -gritó.
Yo respondí con entusiasmo.
– ¡De acuerdo!
ClanFintan y yo permanecimos allí, observando la majestuosidad de los centauros ante nosotros. Parecía que el desfile no iba a terminar nunca.
– ¿Cuántos centauros hay en una legión?
– Un millar -me respondió ClanFintan con orgullo.
Yo esperaba que fueran suficientes.
Cuando el ejército terminó de atravesar el río, ClanFintan y yo retomamos nuestra posición en cabeza de la columna, y Dougal y ClanCullen nos saludaron y ocuparon su sitio. ClanFintan ordenó que los centauros se recolocaran en formación de a cuatro y después, con un grito, nos pusimos en camino al galope.
Como yo ya sabía, era un modo de viajar bastante cómodo, pero resultaba difícil mantener una conversación con un marido que era también un medio de transporte. No había problema. Disfruté admirando el paisaje.
ClanFintan tenía razón; Doire nan Each no era una gruta. El camino por el que viajábamos estaba al borde de un bosque, entre los árboles y a la orilla este del río Geal. El río era bellísimo, ancho y salvaje, con un olor limpio y rocoso. Sin embargo, era el bosque lo que me atraía. Era muy viejo, y los robles alcanzaban una altura asombrosa. La brisa mecía las hojas de los árboles de una forma melódica, y pronto noté que me pesaba la cabeza.
ClanFintan hizo que pasara el brazo por su cintura.
– Apóyate en mí y descansa. Has dormido muy poco últimamente.
Yo bostecé y me acurruqué contra él, inhalando profundamente su olor único. Murmuré:
– Parece que siempre me estás diciendo que descanse.
La brisa me trajo su voz profunda.
– Me gusta cuidarte.
– Bien -dije, y bostecé de nuevo-. Por favor, no me dejes caer.
– Nunca.
Puso su brazo sobre el mío. Los sonidos del bosque me arrullaron, y me quedé dormida.
Estaba en un crucero en el Caribe. Junto a mí, cómodo en una tumbona de color rosa fucsia, estaba Sean Connery de joven. En la piscina del barco, frente a nosotros, jugueteaba una escuela completa de delfines. Me decían que olvidara al agente 007 y que fuera a jugar con ellos. Los delfines tenían una pelota que estaban lanzando de un lado a otro con la nariz y la cola… Al mirar detenidamente, me di cuenta de que la pelota era la cabeza de mi ex marido.
Me eché a reír mientras mi espíritu se alejaba de la espalda de ClanFintan y flotaba por encima de los altísimos robles. Al mirar hacia abajo y ver el ejército centauro, sentí orgullo. Eran poderosos y valientes. ¿Cómo iba a poder resistir algo contra su fuerza?
Entonces, mi espíritu salió disparado como de un cañón. Seguí la línea del río, que se transformó en un borrón, como una cinta plateada por debajo de mí, y después cambié de dirección y fui hacia el oeste. Pasé por encima del lago, una mancha de color azul oscuro.
Pasé por encima del Castillo de Laragon, y me obligué a mirar, pero no vi otra cosa que enormes pájaros carroñeros. Entonces, viré nuevamente hacia el oeste, y las montañas aparecieron, enormes, delante de mí, a la derecha. Me provocaron una sensación angustiosa, lo cual era extraño, porque a mí me gustaban las montañas. Aquella sensación era como… lo que había experimentado cuando visité en espíritu el Castillo de MacCallan, al notar la presencia de los Fomorians. Intenté calmar los latidos acelerados de mi corazón mientras miraba atentamente hacia abajo. No veía el Castillo de la Guardia; seguía flotando sobre las montañas, y no había avanzado lo suficiente como para acercarme al castillo. Mi cuerpo comenzó a descender, y observé el terreno escarpado que tenía debajo. Estaba atardeciendo, y no había mucha luz. Me acerqué a la cima de uno de los picos más altos.
Y se me encogió el corazón.
Por debajo de mi espíritu, esparciéndose por la ladera de la montaña y por el pequeño valle, había una avalancha de criaturas. Aunque el terreno era demasiado accidentado para ellos, usaban las alas para ayudarse en su avance, y se movían rápida y silenciosamente. Eran como un gigantesco reptil.
«Encuéntralo», me susurró la diosa.
Mi cuerpo siguió descendiendo, hasta que floté cerca de las cabezas de los líderes de las criaturas. Eran altos y esqueléticos, muy parecidos. No podía encontrar a Nuada.
Sin saber qué podía hacer, tomé aire y grité:
– ¡Eh, Nuada! ¿Dónde estás, precioso?
Un silbido horrible y familiar surgió de uno de los líderes Fomorians. Se detuvo en seco, y la fila que lo seguía vaciló y se detuvo también. Se arremolinaron en medio de su confusión, mientras Nuada buscaba algo en el aire, sobre ellos.
«No temas, Amada».
Sin respirar, me incliné hacia delante y le susurré, con mi voz espiritual, casi al oído:
– ¿Me estabas buscando?
Mientras hablaba, mi cuerpo ya se estaba elevando, lo cual fue muy bueno, porque Nuada se giró y empezó a agarrar el aire con las garras.
– ¡Estoy aquí arriba, muchachote!
– Ya vamos, mujer -me escupió él.
– Bien.
Mi cuerpo, medio visible, lanzó unos cuantos besos hacia él y sus compañeros, y eso provocó gruñidos.
– Los centauros están deseando venceros, casi tanto como yo…
Mi risa burlona resonó por las montañas, mientras Epona me hacía transparente una vez más y elevaba mi cuerpo…
– ¡Ay! -exclamé al sentarme con brusquedad sobre ClanFintan, a la luz dorada del atardecer.
– ¿Rhea?
Yo carraspeé y dije:
– Están de camino.
Capítulo 10
Llegamos al campamento cuando ya había oscurecido por completo. ClanFintan dijo que habría luz cuando la luna ascendiera por el cielo, pero no suficiente como para ver bien. No merecía la pena correr el riesgo de que los centauros pudieran romperse una pata. Además, sólo faltaba un día de marcha para llegar al Templo de la Musa. Era posible que estuviéramos en la batalla en cuarenta y ocho horas, así que era posible que aquella noche fuera la última oportunidad de descansar antes de enfrentarnos a los Fomorians.
Pensar en la batalla me encogió el estómago, pero, rodeada de un millar de centauros fuertes y bien armados, era difícil imaginar que aquellas criaturas demoníacas y vampíricas tuvieran una posibilidad de vencernos.
Poco después de detenernos para pasar la noche, las hogueras ardían en el campamento, y las Cazadoras habían vuelto con carne fresca que rápidamente estuvo asándose sobre las llamas. Yo me excusé y me fui en dirección al río, en busca de un arbusto adecuado y una bajada hasta el agua, donde podría quitarme algo del polvo del viaje. ClanFintan, Dougal y otros centauros sabihondos hicieron ofertas para acompañarme, pero yo decliné graciosamente, diciéndoles que se metieran en sus asuntos.
La orilla era mucho más inclinada de lo que yo hubiera pensado, pero en ella había un grupo encantador de arbustos bajos y frondosos. Sonreí mientras elegía el lugar perfecto.
Después, bajé hasta el agua por un surco que parecía un camino de ciervos. El río Geal brillaba bajo la pálida luz de la luna. Allí era más turbulento que corriente abajo, y bramaba al pasar sobre las rocas y las grietas, bello y salvaje de una manera que yo nunca había visto en mi antiguo mundo. Conocía muchos ríos espectaculares: El río Colorado, el río Rojo, el río Grande y el Mississippi. Siempre había pensado que eran ríos grandiosos, espectaculares. Sin embargo, aquel río era distinto. No estaba domesticado, ni comercializado, ni lleno de turistas. Todavía era el pulso de su región. Cuando sumergí las manos en su humedad helada, me lavé la cara, y bebí su agua, casi pude percibir su poder. Sorprendentemente, en vez de sentirme abrumada por su fuerza primitiva, me sentí llena de energía.