«Éste es tu sitio, Amada». Oí aquellas palabras con toda claridad en mi mente.
– ¿Es cierto? -le pregunté en voz alta a la diosa-. Creo que quiero creerlo. Sé que quiero creerlo. Pero yo soy… soy sólo yo. Nada especial.
O, por lo menos, no lo suficientemente especial como para ser la elegida de una diosa.
«¿Qué te dice el corazón, Amada?».
El corazón me decía que aquél era mi hogar, y me maravillé tanto al darme cuenta, que se me puso el vello de punta.
«Acuérdate de seguir tu corazón, Amada». La dulce voz de la diosa voló como volaban las hojas arrastradas por el viento.
Yo me quedé junto al río durante un largo rato, intentando asimilar el concepto de que pertenecía a un mundo antiguo, a una edad antigua, y de que una diosa me llamara «mi Amada».
Aturdida, comencé a subir por la orilla del río, que debía de haberse hecho más empinada mientras yo meditaba junto al agua. Tenía la respiración agitada, y perdía terreno, cuando un brazo fuerte me agarró y tiró de mí hacia el camino.
– Estaba empezando a preocuparme por ti -me dijo mi marido-. Esta orilla está muy empinada, y podrías caerte al río.
Yo me sacudí los pantalones y murmuré:
– ¿De veras?
– Habría venido antes a buscarte, pero sé que te gusta tener privacidad, y pensé que sería mejor esperar a que hubieras terminado.
– Todo un detalle por tu parte.
Comencé a caminar hacia el campamento. Él se puso a mi lado, me pasó el brazo por los hombros y ajustó sus largas zancadas a mis pasos. Su presencia sólida me dio fuerzas, y supe que, fuera o no fuera la Elegida de Epona, mi sitio estaba allí, junto a ClanFintan.
Los olores de nuestro campamento me dieron la bienvenida, y se me hizo la boca agua. Algo que probablemente había sido Bambi estaba asándose en un espetón, y yo apenas podía esperar para hincarle el diente. Con alegría, vi que Sila se había unido a nuestra hoguera, e intercambiamos un cálido saludo.
– ¡Mi señora! -Dougal se acercó apresuradamente-: He acercado este tronco para vos -me dijo, y señaló un tronco que servía de asiento perfecto junto al fuego.
Yo le sonreí y le di unos golpecitos en el brazo como si fuera un cruce entre adolescente y cachorrillo.
Él se ruborizó y me sonrió con timidez.
– ¿Crees que podrías encontrarme por ahí un odre, preferiblemente lleno de vino tinto?
– ¡Por supuesto, mi señora!
Y se marchó trotando.
– Es joven -dijo mi marido, en tono de diversión.
– Es adorable -dije yo-. No te burles de él.
ClanFintan resopló.
– Estoy segura de que tú también fuiste un joven adorable, una vez.
ClanFintan volvió a resoplar, y varios de los centauros que estaban escuchándonos tuvieron un ataque de tos, que sonaba sospechosamente como la risa.
Dougal volvió con un odre, seguido de varios centauros jóvenes, los cuales me hicieron una reverencia. ClanFintan habló con cada uno de ellos. Yo reconocí a dos de ellos de nuestra expedición al Castillo de MacCallan, y los otros me resultaban vagamente familiares. Pensé que debían de pertenecer a la guardia personal de ClanFintan. Para alegría de los jóvenes centauros, Victoria se unió a nosotros, mientras Dougal me pasaba un pedazo de carne asada. Todos los jóvenes ofrecieron sitio a la Jefa de las Cazadoras junto a ellos, pero ante su insistencia, Victoria los silenció amablemente.
– Tengo que hablar con lady Rhiannon, pero gracias por vuestra generosidad.
Tomó un pedazo de carne de aspecto suculento de manos de Dougal y lo recompensó con una sonrisa de agradecimiento. Yo pensé que el pobre Dougal se iba a desmayar.
Ella se sentó junto a mi tronco, y dobló las rodillas con elegancia. Mientras lo hacía, puso los ojos en blanco con resignación, murmurando algo como «potros bobos».
– Te adoran -le susurré.
Victoria se encogió de hombros y mordió delicadamente su brocheta de Bambi. Después de masticar, me confió en voz baja:
– A todos los jóvenes les gustaría domar a una Cazadora.
Lo decía como si hubiera muy pocas posibilidades de que ocurriera.
– ¿Tú no tienes compañero? -le pregunté en otro susurro, agradecida de que los centauros estuvieran distraídos, hablando con mi marido.
Ella emitió un resoplido equino por la nariz.
– ¡No! Los hombres ocupan demasiado tiempo.
Yo me eché a reír y miré el precioso perfil de mi marido.
Cuando él sintió mi mirada, volvió la cabeza en dirección a mí y sonrió cálidamente desde el otro lado de la hoguera.
– Pero puede ser muy agradable tenerlos cerca -dije. Sabía que parecía una tonta enamorada, pero no me importaba.
– Eso lo dices porque lo quieres. Yo todavía no he encontrado el amor, así que no tengo compañero -explicó. No parecía que le molestara mucho. Y, como si quisiera verificarlo, añadió-: Algunas Cazadoras no se emparejan nunca.
– Me imagino que estáis muy ocupadas.
– Como Jefa de las Cazadoras, tengo la responsabilidad de visitar todos los clanes del pueblo centauro, para buscar y entrenar a nuevas Cazadoras -dijo, y volvió a encogerse de hombros-. Eso deja muy poco tiempo para el cortejo.
– Bueno, Victoria, quizá alguien debería decírselo a ellos -comenté yo, y miré a los jóvenes centauros, que todavía estaban lanzándole miradas disimuladas.
– Sólo están intrigados por el poder de una Cazadora. Cuando uno de ellos se interese por quién soy, Victoria, y no la Jefa de las Cazadoras, entonces quizá encuentre tiempo para él. Hasta ese momento, son diversiones muy agradables, y nada más.
En aquel momento, ClanFintan se acercó a nosotras.
– Cazadora, éste es un venado extraordinario. ¿Puedo presentarte mis respetos por la caza de hoy?
Ya sabía yo que estábamos comiendo Bambi.
– Cazar es fácil en este bosque. Está lleno de animales.
Victoria no le concedió importancia, pero yo me di cuenta de que estaba agradada por el halago de ClanFintan.
Yo también iba a decirle que la carne estaba deliciosa, pero Dougal carraspeó y eso captó mi atención.
– Lady Rhiannon… -tenía los ojos brillantes, y las mejillas ruborizadas-. Me han pedido que os pregunte si podríamos disfrutar de una de vuestras historias esta noche.
Oh, demonios. Otra vez.
– Sería estupendo, Rhea -dijo Victoria, mirándome con una sonrisa de amiga-. He oído decir que eres una estupenda narradora.
Magnífico. En realidad, sólo soy una profesora con buena memoria, que puede plagiar con facilidad.
Me di cuenta de que ClanFintan se movía con nerviosismo a mi lado, obviamente, preocupado de que Shannon no estuviera a la altura de la fama de Rhiannon.
Ya debería haber sabido que sí lo estaba.
Me estiré los pantalones, eché la melena hacia atrás y me puse en pie.
Sonreí a Dougal y le dije:
– Estoy encantada de contaros una historia.
Al oírme, hubo exclamaciones de alegría, y varios centauros pasaron el aviso de que Rhiannon iba a contar una historia. El público comenzó a aumentar.
Para una profesora, eso era bueno.
Me aclaré la garganta y puse voz de narradora, que era en parte de actriz, en parte de profesora y en parte de sirena. Aquella noche, me aseguré de subrayar la parte de sirena, mientras mi mente trabajaba febrilmente, recreando la leyenda romántica de El fantasma de la ópera.
– Una vez, hace mucho tiempo, nació un niño con el rostro muy desfigurado. Tenía los ojos desiguales, los labios deformes, la piel fina y amarillenta, como el pergamino viejo, y donde debería haber tenido la nariz, sólo tenía un agujero grotesco.