«Bendícelos, Amada».
Yo me sentí calmada de repente, y mi voz atravesó toda la sala.
– Contamos con vuestro valor. Y vosotros sois valientes. Lo sé porque el valor no se mide con la cruda vulgaridad de unas garras y unos colmillos que maltratan a mujeres y asesinan a hombres. El valor proviene del sentido de la responsabilidad y de la conciencia del bien. Y eso es lo que veo ante mí: vuestra nobleza y vuestra integridad. Que Epona os bendiga a todos. Mi amor está con vosotros.
El grito de «¡ave, Epona!» resonó por toda la cúpula de la sala. Entonces, la habitación se convirtió en un mar de centauros en movimiento.
Las Encarnaciones de las Musas se acercaron a Thalia. El rostro ciego de la Sacerdotisa reflejaba tranquilidad. Habló con seguridad a las mujeres que la rodearon.
– Sacerdotisas, nuestras estudiantes saben que tienen que reunirse aquí. Mantenedlas ocupadas, eso las calmará.
Las Sacerdotisas asintieron y comenzaron a llamar a las jóvenes estudiantes que comenzaban a llegar, mientras los centauros se marchaban.
– Señora Thalia -dijo Sila-, que vuestras estudiantes comiencen a hervir grandes cantidades de agua, y a rasgar sábanas para hacer vendas. Yo iré a visitar a las enfermas y las informaré de lo que está ocurriendo. Después volveré aquí y ayudaré a vuestras estudiantes a prepararse para atender a los heridos.
– Gracias, Sila.
– ¡Victoria! -ClanFintan llamó a la Cazadora. Le puso el brazo en el hombro y la miró a los ojos mientras hablaba con ella-. Mientras estoy fuera, te confío la seguridad de mi esposa.
Victoria cubrió la mano de ClanFintan con la suya.
– Lucha en esta batalla con la mente despejada, amigo mío. Protegeré a Rhea con mi vida.
ClanFintan me rodeó con un brazo y me apartó unos cuantos pasos del resto de las mujeres. Nos miramos el uno al otro, y después me besó. Me aferré a él, dejando que su calor me envolviera. De mala gana, él terminó de besarme y tomó mi cara entre las manos. Yo tuve que parpadear rápidamente para que no se me cayeran las lágrimas. No quería que él se fuera a la batalla después de verme lloriquear como una boba.
– Recuerda siempre que yo nací para quererte. Eres parte de mí, como lo es mi alma. Si tú estás a salvo, una parte de mí siempre estará a salvo.
– No, no es así -dije yo, sin poder contener mi nerviosismo-. A ti no puede pasarte nada. No me digas esas tonterías de que si yo estoy a salvo, tú también. Es una chorrada, a menos que tú estés bien. Prométeme que sobrevivirás y que vas a volver a mi lado. De lo contrario, no podría soportarlo.
– Rhea, tú…
– ¡Prométemelo!
– Tienes mi promesa -dijo él. Me estrechó contra sí bruscamente, y me besó la cabeza-. Quédate junto a Victoria. Yo te encontraré cuando todo esto termine.
Me soltó, y sin mirar atrás, salió de la habitación.
Oí los cascos de Victoria repiquetear en el suelo. Se acercó a mí.
– Thalia me ha dicho cómo podemos llegar al tejado de la cúpula del templo. Dice que es difícil, pero que las Cazadoras podremos subir. Vamos a mirar desde allí.
– Está oscuro -murmuré yo.
– No mucho más tiempo. Faltan pocas horas para el amanecer.
Vi que las demás Cazadoras habían entrado en la habitación. Todas llevaban ballestas y fundas llenas de flechas. Al notar su seguridad y su calma, reaccioné.
Fui a mi habitación a cambiarme la túnica vaporosa por la ropa de montar; de vuelta a la gran sala, Thalia me llamó y me entregó un pequeño catalejo. Yo le di las gracias y seguí caminando hacia las Cazadoras. Ellas me estaban esperando en una salida que conducía a una escalera de caracol.
– Vamos, Thalia nos ha dicho que conduce a la cúpula.
Victoria comenzó a subir los pequeños escalones, seguida por mí y después, por las demás Cazadoras.
El pasadizo era estrecho. Las Cazadoras podían posar las manos en ambas paredes laterales para ayudarse a maniobrar por la espiral.
Cuando yo pensaba que la escalera no iba a terminar nunca, Victoria llegó hasta otra puerta. Oí el ruido de sus cascos en el tejado, mientras se apartaba para dejar salir al resto del grupo.
Nos diseminamos por la pasarela estrecha que recorría el perímetro de la cúpula. Las Cazadoras no podían mantener la postura frontal porque no tenían suficiente espacio, y debían permanecer ladeadas, pegándose todo lo que podían a la pared. La pasarela tenía una balaustrada, y entre cada columna había grandes macetones llenos de geranios y de hiedra, que formaba una cascada verde por uno de los lados del templo.
Victoria inspeccionó el tejado a la luz mortecina del inicio del amanecer.
– Esto está pensado para ser un jardín, no un puesto de defensa -dijo con irritación.
– Es una escuela para mujeres, Victoria, no para soldados.
Victoria emitió un resoplido, que fue repetido por las demás Cazadoras.
– Dispersaos. Tomad posiciones a igual distancia las unas de las otras, todas hacia el oeste. Avisadme cuando veáis los ejércitos.
Las Cazadoras obedecieron. Yo me situé junto a ella.
Miré hacia la oscuridad y me preocupé.
– Es un gran guerrero -me dijo Victoria.
– Incluso los grandes guerreros sangran cuando reciben un corte -respondí con un suspiro-. Tal vez debería dormir para que mi espíritu pueda ir con él.
– Sentiría tu presencia -me dijo ella con delicadeza-. Lo distraerías.
– Odio esperar.
Victoria asintió.
Capítulo 14
Comimos en silencio. Yo me esforcé por oír algún sonido de batalla, pero sólo percibí el soplido de la brisa a través de la hiedra, y el reclamo ocasional de alguna alondra que saludaba al nuevo día con inocencia.
El cielo comenzó a iluminarse, y el gris se aligeró, pero sólo un poco. Era evidente que las nubes no iban a marcharse, y del pantano surgía una niebla extraña que quedaba suspendida sobre las tierras del templo.
– Carolan dijo que a los Fomorians no les gusta moverse con la luz del sol. Están atacando hoy por el maldito tiempo.
Victoria asintió con gravedad.
Al norte, las montañas aparecían y desaparecían de la vista. Yo me puse el catalejo en el ojo y ajusté la lente hasta que enfoqué la ladera del pico más cercano. No se veía ninguna criatura. Todavía.
Me volví y miré hacia el bosque. Bajo las sombras de las nubes, parecía somnoliento e inofensivo. Continué girando el catalejo para mirar el comienzo verde de Ufasach Marsh.
Antes de que pudiera completar el círculo, Victoria gritó:
– ¡Por allí!
Yo me aparté el catalejo del ojo y vi a Victoria señalando hacia el oeste, donde se estaba extendiendo una mancha oscura por el horizonte. Volví a ponerme el catalejo en el ojo, pero me temblaban demasiado las manos.
– Tómalo -dije, y se lo entregué a Victoria-. Mira tú, yo no puedo tener las manos quietas.
La Cazadora se lo puso con calma en el ojo, ajustando la lente.
– Es la retaguardia de nuestros arqueros -dijo mientras miraba.
– ¿Son buenos?
– Salvo los hombres de Woulff, no los hay mejores en Partholon.
– Ojalá Woulff también estuviera aquí.
– Sí, ojalá -dijo Victoria, y siguió mirando-. Los guerreros no deben de haberse encontrado todavía con los Fomorians. Los arqueros están disparando lluvias de flechas, con los arcos apuntados hacia el cielo -explicó. Ajustó la lente de nuevo y prosiguió-: Ahora veo a los guerreros. Están esperando a que terminen los arqueros.
Comenzó a lloviznar mientras yo miraba intensamente hacia el oeste. Distinguía la línea de arqueros y las lluvias de flechas que disparaban a intervalos, como si las nubes estuvieran arrojando muerte. Entre las oleadas de flechas, vi que había algo que brillaba intermitentemente frente a los arqueros.