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– No has oído nada -dije yo, mientras Victoria se acercaba a él-. Seguramente estás delirando.

– Oh, pronto desearás estarlo -comentó Victoria de una forma sádica, mientras comenzaba a enhebrar una de las agujas.

Yo estaba horrorizada, pero ClanFintan y Dougal se echaron a reír a carcajadas.

– Me alegro de que los tres lo estéis pasando tan bien -dije, y me crucé de brazos.

– Ven aquí, amor -me pidió ClanFintan, abriendo los brazos.

Yo me dejé abrazar, aunque todavía estaba cubierto de cosas indescriptibles.

– Lo peor ya pasó -dijo él, y me besó la mejilla.

– ¿De veras? -pregunté, mientras veía a Victoria acercarse a su grupa, aguja en mano.

– ¡Necesito una espada para cortar esto! -gritó ella, y Dougal desenvainó la espada y se fue rápidamente junto a ella.

– Estamos juntos -me dijo ClanFintan.

Sus palabras me calmaron, así que cerré la boca y miré lo que estaba haciendo Victoria por encima del hombro de mi marido.

– Prepárate -me dijo ella.

Vi cómo clavaba la aguja en la piel de ClanFintan, y oí los sonidos del hilo y el metal atravesando la carne. Después, Victoria ataba cada punto y cortaba el hilo, con ayuda de la espada de Dougal, y volvía a empezar.

Yo creí que iba a vomitar.

– No olvides dejar espacio para el drenaje -dijo ClanFintan, con notable calma.

Victoria lo miró y respondió:

– Ya lo sé, bobo.

– Rhea -me dijo ClanFintan al oído, suavemente-. El ungüento me ha anestesiado las heridas. Victoria no me está haciendo daño.

Yo lo miré a la cara, deseando creer lo que me había dicho, pero las gotas de sudor que tenía en el labio superior me hicieron dudar.

– No me gustan las agujas -dije, y me acurruqué contra su hombro para seguir observando cómo Victoria cosía la carne de mi marido.

Debieron de pasar horas hasta que Victoria dio el último punto de sutura y me pidió que le acercara el ungüento, que aplicó generosamente por toda la piel cosida.

– Creo que te va a quedar cicatriz -dijo cuando terminó.

ClanFintan gruñó e hizo ademán de incorporarse.

– ¡Ah, no! -exclamé, y lo empujé por los hombros-. Tienes que descansar, por favor -le rogué, y miré también a Dougal-. Y tú. Las criaturas no van a seguirnos hasta aquí. Vosotros dos acabáis de luchar en una batalla. Tenéis que dormir.

– Rhea -dijo ClanFintan-, tengo que reunir a los centauros que hayan sobrevivido, encontrar a las mujeres y volver al Templo de Epona. Rápidamente. Los Fomorians no han terminado con nosotros.

– Pero no puedes hacer nada de eso sin descansar primero.

Victoria intervino.

– ¿Alguien sabe a qué distancia estamos del río?

Los centauros y yo nos quedamos en silencio.

– Entonces, yo iré a explorar, y averiguaré dónde estamos. Puede que sea fácil cruzar el río, o quizá no -dijo.

– Es una buena idea, Victoria -asentí yo-. Ten cuidado.

– Soy la Jefa de las…

– Cazadoras… -dijimos al unísono, y nos sonreímos la una a la otra.

– Te acompañaré -dijo Dougal.

– No. Yo cazo sola -respondió Victoria.

Sin embargo, al pasar por delante de Dougal, le acarició la mejilla suavemente, lo cual quitó la acritud a sus palabras.

Ágilmente, saltó desde la isla al agua, y se oyó un chapuzón. Sin embargo, pronto la espesura de la ciénaga absorbió todo el sonido de su paso.

Dougal suspiró y se colocó al borde de la isla, a contemplar cómo se alejaba Victoria.

ClanFintan cambió el peso al otro lado para poder apoyarse en el tronco de un ciprés. Dio unos golpecitos en el suelo, a su lado.

– Ven, quiero que estés a mi lado -me dijo.

Yo me senté en el lugar que me había indicado. Él me rodeó con un brazo y apoyó la barbilla sobre mi cabeza.

– ¿Estás seguro de que estás bien? -le pregunté, intentando echarle otro vistazo a sus heridas.

– Estate quieta. Como tú misma has dicho, necesito descansar.

– Oh, lo siento.

ClanFintan se rió suavemente y me besó la cabeza. Yo me acurruqué contra él, intentando tener cuidado con sus heridas. Necesitaba saber que estaba de verdad allí, vivo. ClanFintan debió de entender mi necesidad, porque entrelazó sus dedos con los míos y me estrechó contra sí.

– Tenía tanto miedo de que hubieras muerto…

– Deberías haber sabido que no era posible.

– No pongamos a prueba esta teoría, ¿de acuerdo?

Me apretó contra el pecho, y yo me sentí contenta al comprobar que tenía la fuerza suficiente como para sacarme todo el aire de los pulmones.

– Lo vi todo desde el techo del templo.

– No pudimos contenerlos. Eran demasiados -dijo ClanFintan. De repente, su voz sonaba hueca.

– Yo debería haber sabido que eran demasiados. Los vi venir. No me di cuenta.

– No hubiera importado que te dieras cuenta. Tampoco hubiera servido de nada que las fuerzas humanas se hubieran unido a nosotros. Eran demasiados.

Sentí un escalofrío. ¿Demasiados? ¿Incluso para el ejército conjunto? Entonces, ¿qué demonios íbamos a hacer?

Capítulo 18

La falta de luz de aquel día nublado dio paso con facilidad a la noche. Dougal y ClanFintan durmieron con inquietud, y yo me mantuve despierta, escuchando al millón de cigarras que vivían en aquella isla, y matando mosquitos. Y yo que pensaba que en Oklahoma había un problema con ellos. Aquel lugar debía de ser el Paraíso de los Insectos.

Y me estaba muriendo de hambre.

Además, se había puesto muy oscuro.

Intenté descansar sin quedarme dormida, porque no quería hacer otro de aquellos horribles viajes astrales. No podría soportar ver lo que estaba sucediendo en el Templo de la Musa.

«Descansa, Amada», resonó en mi mente.

Los párpados me pesaban, y mientras me quedaba dormida, recé para que se me permitiera permanecer en mi cuerpo… y el sueño se apoderó de mí.

Me desperté de repente, a causa del chapoteo de un cuerpo grande que atravesaba el agua. Me incorporé de golpe, preguntándome dónde estaba. El olor del pantano penetró en mi cerebro nebuloso.

– Es Victoria -dijo ClanFintan. Su voz grave retumbó contra mí.

Había muy poca luz. Parecía que el paisaje de la ciénaga absorbía la luz de la luna, pero el rubio platino del pelaje de la Cazadora brillaba etéreamente.

– Has tardado mucho -dije yo. Mi preocupación tomó una forma desagradable.

– Ha sido… -ella hizo una pausa, y yo me di cuenta de que tenía la respiración entrecortada-. Más difícil de lo que pensaba.

– Cuéntanoslo.

Mi marido me apartó con delicadeza a un lado, y se levantó rígidamente.

– Viajé hacia el este, intentando encontrar el río. Este lago continúa durante bastante distancia, y después, comienza un campo de hierba alta, afilada. Hay pozos de arenas movedizas en el terreno. Casi me quedé atrapada en uno.

Recordé el comentario de ClanFintan: «Los centauros evitan el terreno cenagoso». No era de extrañar.

– Cuando por fin termina esa zona, hay un bosque, parecido al que había al principio del lago, pero de unos veinte centauros de ancho. Entonces, comienza la orilla del río Geal.

Yo me alegré. Sólo teníamos que cruzar el río, y estaríamos muy cerca del Templo de Epona, donde podríamos reagruparnos y pasar al plan B.

Sin embargo, Victoria no había terminado.

– Los Fomorians han estacionado guardias por todo el perímetro del pantano, de modo que pueden atrapar a cualquiera que intente pasar del pantano al río.