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– No me estaba escondiendo. Es que necesitaba privacidad.

– ¿Quieres que me vaya? -me preguntó.

– No necesitaba privacidad de ti -dije. Sonreí y me acerqué a él. ClanFintan me abrazó-. ¿Qué tal tienes las heridas?

– Mejor. Ya te he dicho que los centauros tenemos grandes poderes de recuperación.

– Sí, ya me había dado cuenta -dije, y le di un pellizquito justo debajo del esternón. Sus músculos se tensaron en respuesta, y a mí me gustó su reacción-. Es una pena que no tengamos más tiempo -añadí, con un mordisquito.

– Lo tendremos -me dijo, y me abrazó con fuerza-. Mañana, y mañana, y muchos mañanas después.

– Eso espero -dije.

– Yo lo sé -respondió ClanFintan, y me besó la cabeza-. Parece que la moral es alta.

– Son muy valientes. Estoy orgullosa de ellos. Sin embargo, tengo miedo por Epi.

Habíamos decidido que las otras yeguas y ella tendrían más oportunidades de llegar al río si corrían en libertad al mismo tiempo que los guerreros partían. Las criaturas no iban a interesarse por unos caballos, así que seguramente las dejarían en paz.

Nadie mencionó que también podrían servir de distracción y que la falange podría ganar tiempo para acercarse al río.

– Es rápida y muy lista. Llegará sana y salva.

Yo asentí contra su pecho, y le envié otra plegaria a la Epona para que cuidara de la yegua.

– Quiero que sepas una cosa -dije, y me eché hacia atrás para poder mirar a ClanFintan a los ojos-. Me has hecho muy feliz. Eres todo lo que siempre pude desear en un marido.

Él me dio un golpecito en la nariz con el dedo índice.

– Ya te he dicho que nací para quererte.

– Creo que es algo asombroso. ¡Es magia! -exclamé.

Él se echó a reír y me besó.

Llamaron a la puerta, y Alanna entró en el baño.

– ClanFintan, Victoria pregunta por ti. Quiere saber con exactitud cómo han de colocarse las Cazadoras. Y yo tengo que preparar a Rhea para el viaje.

Me di cuenta de que Alanna estaba intentando ser valiente, y yo le sonreí.

– Siempre hay un momento para arreglarse -dije.

– No tardéis -dijo ClanFintan, y le di un beso en la mejilla antes de que se fuera.

La puerta se cerró, y tomé a Alanna de la mano. Acababa de ocurrírseme una idea.

– ¡Vísteme con algo que brille!

Ella se quedó desconcertada.

– Rhea, no creo que eso sea muy inteligente. Nuada te estará buscando, así que no debes llamar la atención.

– Hay cosas más importantes que Nuada.

– Sí, mantenerte alejada de él, por ejemplo.

– Escucha, desde que llegué a este mundo, me has estado diciendo que la Elegida de Epona es la líder de su pueblo, ¿no es así?

– Sí.

– Bueno, ¿y cómo va a esconderse una líder y pensar que su gente va a ser valiente y segura?

– Pero no podemos dejar que te atrapen. Eso devastaría a tu pueblo -dijo con la voz temblorosa.

– No tengo intención de permitirlo.

Ella no se dejó convencer.

– Alanna, ¿tú crees de verdad que soy la Elegida de Epona? Y quiero decir yo misma, Shannon Parker, y no alguien que sólo está fingiendo que es Rhiannon.

– Sí. Lo creo -dijo ella sin vacilar.

– Yo también -afirmé yo, y por primera vez, me di cuenta de que lo creía de verdad-. Tengo que estar ahí para la gente, y creo que Epona me protegerá.

Alanna todavía tenía cara de estar asustada como un conejo, así que añadí:

– Mira, ¿y si me visto con algo brillante, pero me pongo una capa? Estaré cubierta a menos que me necesiten.

Su precioso rostro se iluminó de alivio. Asintió y rápidamente, comenzó a rebuscar en los armarios. Yo me ocupé de librarme de la ropa que llevaba puesta.

– ¡Sí! -gritó Alanna con entusiasmo-. ¡Aquí está!

Me di la vuelta, y vi que tenía una tela espectacular en las manos. Solté una exclamación de alegría, y no pude evitar tocar el material y acariciarlo. Era una seda pesada y gruesa, como una cascada de cobre y oro. En el entramado de la tela había cosidas diminutas cuentas de cristal, que atrapaban la luz de las velas y devolvían un arco iris de colores brillantes.

– Es preciosa -susurré, y extendí los brazos para que Alanna pudiera empezar a vestirme.

El vestido se ajustó a mi torso con un precioso diseño entrecruzado. La falda era larga, y caía con elegancia hasta el suelo. Yo me senté obedientemente, y Alanna me cepilló el pelo. Cuando iba a hacerme un moño para sujetármelo, la detuve.

– Sólo átamelo con una cinta.

– Pero se te va a soltar, y te molestará -dijo ella.

Me encogí de hombros.

– ¿Y cuándo no me molesta?

Antes de que Alanna pudiera responder, alguien llamó a la puerta.

– ¡Adelante!

– Mi señora -dijo uno de los guerreros-, ClanFintan me ha pedido que os diga que es el momento.

– Gracias. Dile que ya voy.

Él se marchó rápidamente, y Alanna me ató el pelo con una cinta. Después me coloqué la corona, y ella se acercó a otro armario y sacó una capa larga de color gris, con capucha y todo.

– Oh, por favor, ¿Rhiannon se ponía eso?

No parecía su estilo. Definitivamente, no era el mío.

– Sólo cuando iba a algún sitio en el que no quería que la reconocieran -dijo Alanna, y me ayudó a ponérmela. Después se retiró y observó su obra-. Estás bien cubierta -dijo.

– Bueno, vamos.

Caminamos hasta la puerta y salimos hacia el patio central. Yo la tomé de la mano.

– Pase lo que pase, ve hacia el río.

Ella me miró con temor, pero antes de que pudiera responderme, nos vimos entre la muchedumbre del patio.

La falange se extendía por todo el césped que había entre el templo y la muralla. La parte exterior la ocupaban los guerreros centauros, intercalados con guerreros humanos. Todos llevaban espadas y escudos. El siguiente anillo estaba formado por hombres que llevaban variedad de armas, desde espadas a dagas. Obviamente, eran los padres, abuelos, hermanos e hijos de las mujeres que estaban en el centro. A mí se me encogió el corazón al verlas. Mientras consolaban a los bebés y a los niños, enviaban miradas de coraje y ánimo a los hombres que las rodeaban.

– ¡Ave, Epona! -dijo ClanFintan, saludándome con su voz fuerte.

La falange se volvió y repitió sus palabras.

– ¡Ave, Epona!

Mi marido se me acercó y me besó la mano. Yo me sentí calmada, y dije:

– Quisiera bendecir a la gente antes de irnos.

– Por supuesto, Amada de Epona.

Él inclinó la cabeza y se apartó con aplomo. El templo quedó silencioso.

– Todos tenemos una vida que vivir, un pequeño resplandor del tiempo entre dos eternidades. No hay segundas oportunidades, ni tampoco vueltas al pasado.

Mi voz sonaba como si estuviera hablando por un micrófono, aumentada por la presencia tangible de Epona.

– La vida no trata de dolor o de placer. Es un asunto muy serio, el de vivir con autenticidad, y de aprovechar la magia que puede suceder entre momentos -dije, y miré a mi marido-, y entre almas. Hoy, caminaremos con valor hacia la luz, porque igual que hay bestias y demonios ahí fuera, también hay bondad y amor aquí dentro.

Moví el brazo en un gesto que los abarcó a todos, y terminé:

– Epona estará con nosotros en este viaje. La oscuridad no puede cubrir una llama, por lo tanto, ¡seamos llamas!

La gente respondió con un rugido en una sola voz. Después, ClanFintan dio un paso adelante.

– La falange saldrá cuando las Cazadoras den el aviso de que nosotros hemos tomado posiciones entre los Fomorians y vosotros.

Asintió, y Victoria se acercó hacia la entrada a la muralla. Desapareció brevemente, y volvió a aparecer en las almenas.