– Orígenes pone a prueba los límites de la Fe. Pero la Fe sólo puede ser ilimitada, pues consiste en creer en lo increíble. «Es cierto porque es absurdo», definió concisamente Tertuliano a la Fe.
– ¿Dios también considera que creer en Él es absurdo?
– No podría contestar porque le daría la razón a Tertuliano. Dios es Dios porque nunca se deja ver. Por eso exige la Fe.
– Aunque habla por voz de los niños, los santos y los locos.
– Es probable. Pero un Dios visible, cotidiano, sentado precisamente en las tertulias de café, no sería Dios.
– Sería Jesús.
– Pero ésa es otra historia.
– Ver la letra «J» de este libro.
– Gracias.
– Dime entonces una cosa, ¿quién es superior? ¿El que cree o el que quiere creer?
– Yo creo que la duda no debilita a Dios, pero nos fortalece a nosotros. Hay teólogos, como Hans Kung, para quienes el mundo moderno y sus satisfactores son responsables de la pérdida de la fe. Creer en Dios, para muchos, se ha vuelto anacrónico. Es como creer, antes de Copérnico, que el Sol gira alrededor de la Tierra.
– ¿Dudar nos fortalece como individuos o como creyentes?
– En tu novela La campaña pones estas palabras en boca del cura guerrillero, el padre Anselmo Quintana:
A Él no se le engaña, con Él no valen jueguitos, Dios es el ser supremo que todo lo sabe, incluso lo que imaginamos sobre Él y se nos adelanta y primero nos imagina a nosotros; y si nos andamos creyendo que de nosotros depende creer o no en Él, Él también se nos adelanta y ve la manera de decirnos que Él seguirá creyendo en nosotros, pase lo que pase, aunque lo abandonemos y reneguemos de Él… A mí Jesús me dijo: Anselmo, hijo mío, no seas un cristiano cómodo, hazle la vida de la chingada a la Iglesia, la Iglesia adora a los católicos tranquilos. Yo en cambio adoro a los cristianos encabronados como tú; no ganas nada con ser un católico sin problemas, un creyente simple, un hombre de fe que ni siquiera se da cuenta de que la fe es absurda y por eso es fe, y no razón… Por favor, sé siempre un problema… no los dejes pasar por tu alma sin pagar derechos de aduana espirituaclass="underline" a ningún gobernante, a ningún Estado secular, a ninguna filosofía, a ningún poder militar o económico, les des tu fe sin tu enredo, tus complicaciones, tus excepciones, tu maldita imaginación…
– Ése es un llamado a la fe como libertad y como responsabilidad. ¿Cómo se conlleva con el triunfo del Hombre que Antón Bruchner proclama en La muerte de Dantón: «Nunca más será posible acusar a Dios, porque Dios no existe. La libertad rebelde ha ocupado todo el espacio del mundo.»?
– Hay que preguntarse qué hemos hecho de nuestra libertad rebelde…
– Hemos creado ciencia, penetrado los secretos de la materia, mejorado las condiciones de vida de millones de seres, erradicado enfermedades que antes asolaban a la humanidad, prolongado la existencia, aclarado las conciencias.
– Pero también hemos torturado y matado a millones de seres humanos, en guerras por la supremacía política y económica, movidos por la irracionalidad y el odio, el prejuicio, el cinismo del militarismo industrial, la ambición de las grandes potencias, la miseria de los impotentes… ¿No tenemos derecho a exclamar, «Dios, ¿qué hemos hecho de nuestra libertad rebelde»?
– Te contestará el espantoso silencio del infinito vacío sideral. ¿Te resignas?
– No. Prefiero seguir dudando, preguntando, dialogando contigo, conmigo, con nosotros tres…
– Siempre tres, dijo el poema de José Gorostiza, «Muerte sin fin». Tú y yo, sitiados en nuestra epidermis, llenos de nosotros. ¿Quién es el tercero? ¿Es el semejante? ¿Es Dios? ¿Es el otro?
– Supongamos que es Dios. Y volvamos a dudar y a inquirir. ¿Es Dios coresponsable de los errores humanos? ¿Necesita Dios tomar el fracaso humano como prueba de su poder? ¿Necesita nuestro fracaso para probarse a sí mismo? ¿Es Dios coresponsable de los horrores humanos que nuestra libertad nos ha dado, lado a lado con la gloria que la misma libertad nos ha otorgado? ¿Dios sabe o no sabe por adelantado los resultados de la partida? ¿Es Dios el gran croupier -The Great Nobodaddy up Above de William Blake- que conoce de antemano todos y cada uno de los juegos de ruleta?
– Sí, imaginamos que Dios conoce el futuro. Pero, ¿conoce Dios lo que Él mismo pensará en el futuro?
– ¿Quieres decir que nuestra libertad puede afectar la imagen que Dios se haga de sí mismo, y la manera como actuará?
– Te contesto con otra pregunta. ¿Se puede amar a Dios sin conocerlo? Sí, nos dicen el místico y el santo. ¿Se puede conocer a Dios sin amarlo? Sí, nos dice el artista. Te doy el ejemplo de San Juan de la Cruz. El verbo de Dios es desconocido. El verbo del hombre es conocido. Crear a Dios con palabras es el gran honor del hombre. Nunca sabremos cuándo, dónde o por qué creó Dios al hombre. En cambio, sí sabemos que San Juan de la Cruz creó a Dios:
Oh llama del amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro.
Y creó, también, el mundo sin Dios:
En mí yo no vivo ya
y sin Dios vivir no puedo
pues sin Él y sin mí quedo
este vivir, ¿qué será?
Ni Santo Tomás ni San Anselmo dieron mejor prueba de la existencia de Dios que San Juan de la Cruz.
– ¿Crees que Dios se enteró? Se me ocurre que a Dios no le gusta la literatura, porque la literatura le arrebata a Dios tanto el Cielo como el Infierno. Por eso Dios nunca escribe. Le encarga a sus «negros», a sus ghost wríters, que lo hagan por él. Dios nunca escribe. Sólo dice. Es un orador, un jilguero.
– Entonces, debemos escuchar las voces que hablan por Dios…
– Un ejemplo.
– San Juan de la Cruz, de nuevo.
«Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero
que muero porque no muero.»
– Bello pero funesto. Algo más vivo.
– Simone Weil. «Lo único que creó Dios fue el amor y los medios para el amor. Por lo tanto Dios existe porque mi amor -dice la mujer- no es ilusorio.» Por ello Simone Weil se siente dueña de su libre arbitrio al creer en Dios. De su libertad depende su aceptación o rechazo de Dios.
– Pascal va más lejos. Pone en boca de Dios estas palabras: «Si no me hubieras encontrado, no me estarías buscando.»
– Pero lo procede de una caución que es casi un mandamiento: «Consolé toi.» Consuélate. Y la idea de la consolación me rebela.
– ¿No dijiste creer en la fe rebelde, la fe inconsolable?
– La gloria de Dios es la criatura humana. Aceptémoslo a condición de que crearlo ni nos castiga ni nos premia. Simplemente nos identifica.
– Admite que vivimos en una tierra herida. -Sólo la acción humana cerrará, algún día, sus heridas.-Quieres decir que la creación está inconclusa.
– Sí. Y éste es el resquicio por donde, inevitablemente, Dios se me cuela al mundo. Si Dios nos hizo a su imagen y semejanza, ¿Dios contiene el mal humano? Yo contesto, sí. Somos reflejo también de la parte mala o incumplida de Dios. Obramos para completar a Dios.
– Obramos para completar a Dios. Siento que te acercas a la fe en el sentido de que no creer en Dios -puesto que obramos para completar a Dios- es disminuir nuestra propia posibilidad humana. No creer en Dios sería cerrar nuestro propio horizonte humano. ¿Sería una cobardía no creer en Dios?
– Pon tú por caso que Dios sea a la vez objeto y sujeto. Su vitalidad es subjetiva. Pero objetivamente, para ti y para mí, es, sólo puede ser, espejo del alma. Obra, pues, humana.
– ¿No crees en la vida eterna?
– Si la hay, recibiremos al llegar a ella un nuevo orden del día desconocido hasta ese momento. No conocemos la agenda del cielo.
– ¿Nuevas instrucciones?
– Así es. Si hay vida eterna, dejemos que Dios se ocupe de los detalles.