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Al concluir la canción sonó un aplauso y algunos silbidos y vítores. Cafferty hizo una reverencia, alzó su vaso de whisky y brindó al público. El cese de los aplausos fue la pauta para que el acordeonista iniciara su actuación. Cafferty respondió a algunos cumplidos en su camino hacia el piano, donde se inclinó a decir algo a Rab al oído. Tras lo cual, como esperaba Rebus, se acercó a la barra.

– A modo de reflexión para cuando lleguen las elecciones -dijo Cafferty.

– En Escocia hay muchos sinvergüenzas -replicó Rebus- y no creo que con la independencia vaya a haber menos.

Cafferty no entró al trapo y brindó a la salud de Rebus apurando el whisky de un trago antes de pedir otro.

– Y uno más para mi amigo, el Hombre de paja.

– Ya tengo uno -dijo Rebus.

– Sea simpático conmigo, Hombre de paja, hoy que celebro mi regreso -dijo Cafferty sacando del bolsillo un periódico doblado por la sección inmobiliaria que dejó en la barra.

– ¿Al mercado? -replicó Rebus.

– Pudiera ser -respondió Cafferty con un guiño.

– ¿De qué modo?

– Me han dicho que hay que hacer una limpieza en el antiguo Edimburgo en las actuales circunstancias.

Rebus señaló con la cabeza hacia el piano, donde Rab había cambiado de posición la silla para poder ver mejor la barra.

– No sólo le da al alcohol, ¿eh? ¿Toma pastillas?

Cafferty miró hacia su guardaespaldas.

– En la cárcel se consigue lo que se necesita. Le advierto -añadió sonriendo- que he estado en celdas más grandes que este barecito.

Llegaron los vasos de whisky y Cafferty añadió agua al suyo mientras Rebus le observaba. Rab se le antojaba un compinche inaudito para Cafferty aunque, ciertamente, en un lugar como Barlinnie se necesita protección. Pero ahora que había vuelto a sus reales, donde no le faltaban hombres, ¿qué vínculo existía entre Cafferty y Rab, qué unía a Rab con Cafferty? ¿Había sucedido algo en la cárcel o… estaba sucediendo algo? Cafferty aguardó con el jarrito de agua sobre el vaso de Rebus hasta que éste asintió al fin con la cabeza y, después de servirlo, alzó el vaso.

– Salud -dijo.

– Slainte -añadió Cafferty dando un sorbo y enjuagándose la boca.

– Ya veo que estás muy contento -dijo Rebus encendiendo un cigarrillo.

– ¿De qué sirve poner cara larga?

– ¿Quieres decir salvo para alegrarme a mí la vida?

– Hay que ver lo duro que es, Hombre de paja. A veces me pregunto si no es más duro que yo.

– ¿Hacemos la prueba?

Cafferty se echó a reír.

– ¿En mi actual estado? ¿Y con usted tan enfadado? -Negó con la cabeza-. En otra ocasión tal vez.

Permanecieron en silencio y Cafferty aplaudió al terminar de tocar el acordeonista.

– Es francés, ¿sabe? Casi no habla inglés. Encoré! Encoré, mon ami! -añadió dirigiéndose al hombre.

El hombre le dirigió una reverencia. Estaba sentado en una de las mesas y a su lado el guitarrista entonaba los acordes del próximo número. Reanudaron la actuación con algo más melancólico, y Cafferty se volvió hacia Rebus.

– Es curioso que el otro día sacara a relucir a Bryce Callan.

– ¿Por qué?

– Porque yo precisamente quería ver a Barry para saber cómo seguía el viejo Bryce.

– ¿Y qué ha dicho Barry?

Cafferty miró su bebida.

– Nada. Sólo sé que un mensajero le llevó mi recado -dijo con cara sombría, aunque se echó a reír-, pero el pequeño Barry aún no ha dicho nada.

– Ahora el pequeño Barry es muy importante en Edimburgo, Cafferty. Quizá no le interese que le vean contigo.

– Sí, pues que tenga suerte, pero nunca llegará a ser ni la cuarta parte de lo que fue su tío -comentó apurando el whisky.

Rebus se sintió obligado a invitar a una ronda sin dejar de dar de vez en cuando un sorbo a la cerveza y al whisky con agua, para acabarlos y concentrarse en el que iban a servirles. ¿Por qué demonios le estaría contando Cafferty todo aquello?

– Quizá Bryce estuvo acertado al largarse y retirarse al sol -dijo Cafferty en el momento en que les servían los whiskies.

– ¿Te propones seguir su ejemplo? -preguntó Rebus mientras añadía el agua.

– Pues, a lo mejor. Nunca he estado en el extranjero.

– ¿Nunca?

Cafferty negó con la cabeza.

– Una vez tomé el transbordador de Skye.

– Ahora hay un puente.

– Siempre que hay algo bonito lo estropean -dijo Cafferty frunciendo el entrecejo.

En su interior, Rebus estaba de acuerdo pero no quería dárselo a entender a Cafferty.

– Es mucho más cómodo el puente -replicó.

Cafferty se puso aún más ceñudo, como apenado… Pero era dolor auténtico porque se encogió y se llevó la mano al estómago al tiempo que dejaba el vaso en la barra buscando algo en el bolsillo. Llevaba un blazer oscuro con un jersey negro de cuello alto. Sacó dos comprimidos y se los tragó con un poco de agua, que echó en un vaso vacío.

– ¿Te encuentras bien? -preguntó Rebus con cierta indiferencia.

Cafferty, ya repuesto, le dio un golpecito en el antebrazo tranquilizándole.

– No es más que una ligera indigestión -dijo cogiendo el vaso de whisky-. Nos están desplazando, ¿eh, Hombre de paja? Barry podría haber seguido el camino de su tío, pero ahora es un hombre de negocios. Y en cuanto a usted… Seguro que la mayoría de sus colegas del DIC son más jóvenes y además universitarios. Los tiempos cambian, dicen todos -añadió abriendo los brazos-. ¿No es verdad lo que digo?

Rebus le miró y bajó la vista.

– Tienes razón.

Cafferty se mostró complacido al ver que estaba de acuerdo con él en algo.

– No le debe de faltar mucho para jubilarse -dijo.

– Aún tengo unos años por delante.

Cafferty alzó las manos en gesto conciliador.

– No era mi intención compadecerle -dijo echándose a reír.

Rebus estuvo a punto de hacerlo también. Pidieron otra ronda de whiskies y un vodka con zumo que Cafferty llevó a Rab. Al regresar a la barra Rebus volvió a preguntarle por el guardaespaldas.

– A juzgar por su aspecto esta noche, no creo que te sea de mucho servicio -comentó.

– Me daría buen apoyo, no se preocupe.

– Si no me preocupo. Es que estaba pensando si no sería la ocasión propicia para darte un puñetazo.

– ¿Un puñetazo? Hostia, hombre, en mi estado actual, con un simple estornudo me tumbaría en el suelo hecho añicos. Vamos, tómese otra.

– Tengo que hacer -dijo Rebus negando con la cabeza.

– ¿A estas horas? -preguntó Cafferty alzando tanto la voz que algunos clientes volvieron la cabeza, aunque a él eso le traía sin cuidado-. A esta hora de la noche no hay cuervos que espantar, Hombre de paja -dijo echándose a reír de nuevo-. No quedan muchos de esos viejos garitos, ¿eh? Ahora todo son pubs temáticos. ¿Se acuerda del Castle o'Cloves?

Rebus dijo que no.

– Era el mejor pub que había. Yo iba mucho allí. Y fíjese… ya ni existe. Ahora es un almacén de bricolaje. Está en la calle de su comisaría.

– Conozco el sitio -comentó Rebus asintiendo con la cabeza.

– Todo está cambiando -dijo Cafferty-. Quizá lo mejor, después de todo, fuera retirarse del juego. No sería mala idea -añadió llevándose el vaso a los labios y apurando el whisky.

Rebus respiró profundamente.

– ¡Achísss! -exclamó exageradamente, estornudando sobre el pecho de Cafferty y comprobando el efecto en el blazer antes mirar a Cafferty a los ojos, que de haber sido dos pistolas no habrían dejado bicho viviente en el pub-. Me mentiste -añadió tranquilamente, alejándose de la barra en el momento en que el guitarrista terminaba de afinar el instrumento.