– Eres hija de Kyna -respondió Epilo. -Ya eres una dobunia.
CAPÍTULO 03
La aldea donde Cailin se encontraba era la principal aldea de la colina de los celtas dobunios. Era una fortificación típica de los poblados célticos en Britania. Había quince casas en el interior de las murallas, y la de su abuelo era la más grande. Todas las moradas salvo la de Berikos estaban construidas con madera, paredes de barro y zarzos y techo de paja. Había otras diez aldeas que pertenecían a la colina de los dobunios, pero cada una sólo tenía ocho casas.
Aunque las casas eran confortables, distaban mucho de la villa en que Cailin había crecido. Los suelos de la villa eran de mármol o mosaico. El suelo de la casa de su abuelo era de piedra, y en las otras casas era de tierra dura. Las paredes de la villa eran de escayola, pintadas y decoradas. Cailin tuvo que admitir que las paredes de barro y zarzo, aunque no eran bonitas, protegían de la lluvia y el frío. Al fin y al cabo, éste era el verdadero fin de una pared. En la villa de su padre disponía de un pequeño dormitorio para ella sola. En la casa de su abuelo compartía un confortable espacio para dormir con Brenna. Estaba construido en la pared y a Cailin le parecía bastante acogedor.
– No estás nada mimada -observó Ceara mientras Cailin desenvainaba guisantes para ella una tarde. -Habría dicho que al haber sido educada como lo fuiste, rodeada de esclavos, sabrías poco y te quejarías mucho.
– Me enseñaron que en los primeros días de Ron las mujeres, incluso las del orden social más elevado eran laboriosas y conocían las artes domésticas. Se encargaban personalmente de sus hogares. Aunque la familia de mi padre ha vivido en Britania centenares años, esos valores se conservaron. Mi madre me enseño a tejer y cocinar, entre otras cosas. Algún día seré una buena esposa, Ceara.
Ceara sonrió.
– Sí, creo que sí. Pero ¿quién será tu esposo, Cailin Druso? Me sorprende que todavía no te hayas casado.
– No había nadie que me gustara, Ceara -dijo Cailin. -Mi padre intentó emparejarme una vez, pero no quise. Elegiré a mi esposo cuando llegue el momento. Por ahora, necesito ser libre para cuidar de mi abuela y ganarme el pan. Hay muchas cosas que no sé.
Ceara guardó silencio. En el festival de Lug, después de la cosecha, se celebraría una gran reunión de todos los habitantes de la colina de los dobunios. Quizá a habría algún joven que agradara a Cailin. Tenía quince años, empezaba a superar la edad casadera. Sin embargo Ceara conocía a todos los jóvenes de las diversas aldeas No se le ocurría ninguno que pudiera ser adecuado.
Cailin necesitaría un marido antes de que finalizara el año. Brenna no viviría mucho más tiempo. Aunque no parecía haber resultado herida de gravedad en el incendio de la villa, sus pulmones probablemente se habían abrasado con el calor y el humo. No había recuperado su fuerza. Pasaba casi todo el tiempo sentada durmiendo. Caminar, aunque sólo fuera una corta distancia, la agotaba, de modo que Corio la llevaba de lado a otro para que pudiera participar en la vida familiar. Si Cailin no veía a su abuela extinguirse poco a poco, Ceara y Maeve sí.
La vida cotidiana en la aldea de Berikos giraba en torno al cultivo de los campos y el cuidado del ganado. La tierra pertenecía a la tribu en común, pero la propiedad del ganado separaba las clases sociales. Berikos poseía un nutrido rebaño de animales de cuernos cortos que se empleaban para obtener leche, carne y a veces se vendían, y también poseía ovejas que daban una lana de excelente calidad. Cada hombre de su familia tenía al menos dos caballos, pero Berikos tenía una manada. Poseía también gallinas, gansos y patos, y criaba cerdos. El cerdo celta era famoso en todo el mundo occidental, y los dobunios lo exportaban de manera regular. Berikos también criaba perros de caza de los que se sentía muy orgulloso.
Cailin aprendió a trabajar en el huerto de Ceara. Era un tipo de tarea que su familia dejaba para los esclavos, pero aunque le disgustó el estado de sus manos después de varios días de trabajo, Cailin se enteró a través de su prima Nuala, la hermana pequeña de Corio, de que una crema de grasa de oveja derretida le curaría las manos enrojecidas o cualquier parte de su piel que requiriese cuidados.
Nuala, que tenía casi catorce años, se llevaba a Cailin consigo cuando iba a vigilar las ovejas. A Cailin le gustaban esas horas que pasaba en las verdes colinas. Nuala le contó todo lo que necesitaba saber acerca de su familia dobunia, y Cailin a su vez le relató su vida antes de que su familia fuera asesinada. Era la primera verdadera amiga de Cailin. Se comportaba de un modo mucho más amable que las chicas britano-romanas con las que se había criado, y era más aficionada a las diversiones. Era más alta que Cailin y tenía un magnífico pelo oscuro que llevaba largo y unos vivos ojos azules.
Cailin raras veces veía a su abuelo y consideraba este hecho una bendición. Él pasaba las noches con su joven esposa Brigit, en la casa de ella. Sin embargo, Brigit no cocinaba al gusto del anciano, por lo que éste tomaba sus comidas en el comedor de su casa. Cailin evitaba a Berikos por Brenna, pero él no la había olvidado.
– ¿Es inútil como todas las mujeres romanas? -preguntó a Ceara un día.
– Kyna le enseñó a cocinar, a tejer y coser -le respondió Ceara. -Lo hace bien. Esa costilla que roes con tanta fruición la ha preparado Cailin.
– Mmm -gruñó el anciano.
– Y cuida de mi huerto, Berikos. Mis huesos son casi tan viejos como los tuyos. No me gusta ir arriba y abajo, arrancando malas hierbas, sachando, trasplantando. Cailin ahora lo hace por mí. Aprende de prisa. Nuala la ha llevado a cuidar de las ovejas. Cailin también cuida de Brenna. Kyna la educó bien. Es una buena chica, pero debemos encontrarle un marido. Brenna no vivirá mucho, y cuando muera, a Cailin le parecerá que no tiene a nadie.
– Nos tiene a nosotros -replicó Berikos con aspereza.
– No será suficiente -declaró Ceara.
– Bueno -dijo el jefe dobunio, -al menos se está ganando el pan, si puedo creerte, Ceara.
– No soy esposa proclive a mentir, Berikos -espetó Ceara. -Debes mirar a tu catuvellaunia si quieres encontrar mentiras.
– ¿Por qué no puedes llevarte bien con Brigit? -rezongó él.
– Porque ella no me tiene respeto, y tampoco a Maeve. Se aprovecha de ti, Berikos, y tú dejas que lo haga. Apela a tu lado oscuro y te incita a hacer cosas que jamás habrías hecho antes de casarte con ella. Es malvada y demasiado ambiciosa para ser la esposa de un jefe dobunio. Pero ¿por qué malgasto palabras ha blando contigo? Tú no quieres oírlas. Jamás te he mentido, Berikos. Cailin es una buena chica -finalizó Ceara con suavidad.
A mediados de junio la espelta, una especie de trigo temprano, fue recogido. A finales de julio se recogió el einkorn, una variedad de trigo de un solo grano, junto con la cebada, el centeno y el mijo. El grano que había que conservar para sembrar o permutar era colocado en silos de piedra subterráneos, cerrados con arcilla. El grano para uso cotidiano se guardaba en los graneros. El heno se cortaba y se ponía a secar sobre rejillas de madera.
Nuala y Cailin recogían hojas de glasto, llenando con cuidado sus toscos cestos; aplicándoles un tratamiento, se convertían en un maravilloso tinte azul por el que los celtas eran célebres. También desenterraban raíces de rubia, que producían un excelente tinte rojo. Cuando se mezclaban los dos, el resultado era un color púrpura muy solicitado. Los colores serían utilizados en las prendas de vestir confeccionadas con el lino y cáñamo que también recogían.
El 1 de agosto se celebraba la fiesta del gran dios del sol celta, Lug. Era señalado en toda Britania por una tregua militar general entre las tribus. Hecha la principal recolección, habría una gran reunión de todos los dobunios de la colina, con juegos, carreras, música y recitales de poesía. Cailin estaba familiarizada con el festival, pues en Corinio también se celebraba una fiesta en honor del Lug.