– Vuestra vida no será fácil -respondió él. -Los que están en la corte os evitarán hasta que os conozcan, e incluso cuando conozcan vuestro verdadero valor algunos os seguirán dando la espalda. Sólo estarán ansioso por cultivar vuestra amistad debido a la influencia que tenéis sobre Aspar o porque esperan seduciros como han hecho con otras tantas, y debéis ir con cuidado con ellos. Vuestra virtud, a la luz de las murmuraciones que os rodean, verdaderamente les hará enloquecer.
– Qué paradójicos son los bizantinos -dijo Cailin. -Abrazáis una religión que predica la bondad y sin embargo el mal abunda entre vosotros. La verdad es que no entiendo a vuestra gente.
– Nuestra sociedad es simple -observó Arcadio. -Los ricos desean el poder y más riquezas para sentirse invencibles, y por eso se comportan como otras personas no se atreverían a hacerlo. Son más crueles, y más carnales, y como su fe les promete el perdón si se arrepienten, lo hacen de vez en cuando, deshaciéndose de sus pecados para seguir pecando.
»Esto no ocurre sólo en Bizancio, Cailin. Todas las civilizaciones alcanzan su apogeo en algún punto de su desarrollo. Los menos ricos imitan a los ricos; y los pobres se mantienen en su lugar gracias a una fuerte burocracia y un dirigente benéfico que les permite entrar gratis en los juegos. El pan y el circo, mi querida niña, mantienen a los pobres controlados, salvo en los raros tiempos en que la plaga, el hambre o la guerra interfieren con la actividad de los gobernantes. Cuando eso sucede, ni siquiera los emperadores están a salvo en su trono. -Rió entre dientes. -Como veis, soy un cínico.
– Lo único que deseo -dijo Cailin- es casarme con mi amado señor, y si los dioses lo quieren, darle un hijo. Viviré aquí, en el campo, educaré a mis hijos y seré feliz. No quiero participar en las intrigas de Bizancio.
– No podréis escapar a ellas, querida. Aspar no es un noble sin importancia que pueda retirarse a una finca en el campo. Este idilio que habéis vivido no podrá seguir una vez estéis casados. Tendréis que aceptar vuestro lugar en la corte como esposa del primer patricio del Imperio. Seguid mi consejo, querida muchacha, y no os aliéis con ninguna facción por muy seductoramente que os inciten a ello; y lo harán, estad segura. Debéis permanecer neutral, como hace Aspar. Él sólo es leal a la propia Bizancio.
– Mi lealtad es para Aspar -declaró ella con firmeza.
– Eso está bien. Sí, querida niña, veo que no os dejaréis seducir por los cantos de sirena de la corte. Sois demasiado inteligente. Ahora volvamos al asunto de inmortalizaros -añadió con una risita. -Sois escandalosamente sensual para ser tan práctica.
– Habladme de esos juegos que te incitan a regresar a la ciudad, Arcadio -pidió Cailin tras retomar su pose. -Creía que sólo había juegos en mayo, el día de la conmemoración. No sabía que también se celebraban en otras épocas. ¿Habrá carreras de carros?
– Durante el año se celebran juegos varias veces -respondió él, -pero éstos en particular están patrocinados por Justino Gabras para celebrar su boda con la ex esposa de Aspar, Flacila Estrabo. No pudo organizados antes porque en primavera todo se centra en los juegos de mayo. Luego hacía demasiado calor. Así que Justino Gabras pensó que sus juegos podían coincidir con el aniversario del sexto mes de su boda con Flacila. Habrá carreras por la mañana y gladiadores por la tarde. Me han dicho que Gabras ha pagado para que haya luchas a muerte.
– Nunca he visto gladiadores. Luchan con espadas y escudos, ¿no? ¿Qué son luchas a muerte?
– Bueno, querida, veo que hay otra área de vuestra educación que tendré que cumplimentar. Las luchas de gladiadores empezaron en la antigua Campania y Etruria, de donde proceden nuestros antepasados. Los primeros gladiadores eran esclavos a los que se obligaba a pelear hasta la muerte para diversión de sus amos. Estos combates al final llegaron a Roma, pero durante muchos años sólo se celebraban en los funerales de hombres distinguidos. Poco a poco empezaron a ser patrocinados por particulares, y el emperador Augusto financió algunos de los llamados «espectáculos extraordinarios». A la larga se programaron luchas de gladiadores con regularidad en los juegos públicos de diciembre, en las Saturnalias, mientras los políticos y otros que deseaban el apoyo público ofrecían combates de gladiadores gratis en otras épocas. Al pueblo le encantaba la excitación y la sangre de estos juegos.
»Al principio, los gladiadores eran cautivos tomados en la guerra que preferían la muerte a convertirse en esclavos. Eran luchadores entrenados. Sin embargo, cuando la paz romana se impuso en casi todo el mundo, el número de cautivos disminuyó y se hizo necesario entrenar a hombres que no eran soldados. Muchos criminales eran sentenciados a convertirse en gladiadores, pero aun así, no había suficientes para satisfacer la gran demanda que entonces existía. Muchos hombres inocentes fueron acusados de pequeñas ofensas y condenados a la arena. Los primeros cristianos fueron sacrificados porque no había bastantes criminales o cautivos. Cuando no había suficientes hombres, se enviaba a mujeres e incluso a niños para que pelearan.
– ¡Qué horrible! -exclamó Cailin, pero Arcadio prosiguió, impasible.
– Había escuelas de gladiadores en Capua, Prenesta, Roma y Pompeya, así como en otras ciudades. Algunas eran propiedad de ricos nobles que de esa manera entrenaban a sus propios luchadores, pero otras eran propiedad de hombres que comerciaban con gladiadores. Las escuelas eran dirigidas muy estrictamente, porque su fin era asegurar un suministro regular de luchadores competentes y preparados. Los profesores eran duros, pero entrenaban bien a sus alumnos, y con esmero. Se controlaba la dieta. Cada día hacían gimnasia y recibían lecciones de expertos en armas.
»A la larga, sin embargo, resultó imposible conseguir suficientes hombres para entrenar, incluso entre cautivos y criminales. Los gladiadores de hoy en día son hombres libres que han elegido esa vida.
– No puedo imaginar el motivo de tal elección -observó. -Parece terrible. Pero ¿qué armas utilizan? ¿Y cómo pelean?
– Normalmente se enfrentan por parejas, aunque en el pasado los combates eran entre un grupo de hombres contra otro grupo. Normalmente quedaban pocos. Los gladiadores profesionales se dividen en tres grupos: samnitas, que van muy armados; tracios, que van poco armados; y los luchadores con red. Las armas de éstos son su gran red, sus dagas y una lanza.
– Todavía no me habéis explicado qué es un combate a muerte -señaló Cailin.
– Los combatientes pelearán hasta la muerte, a menos, claro está, de que Gabras conceda clemencia al perdedor de cada combate. Conociendo a Justino, dudo que lo haga. Será más popular si le da al pueblo un espectáculo sangriento.
– Qué terrible -dijo Cailin con un estremecimiento. -No creo que me gusten esos combates de gladiadores, sabiendo que uno morirá.
– Eso añade sal al espectáculo -explicó Arcadio. -En esas circunstancias los combatientes siempre resultan magníficos luchadores.
– Me sorprende que haya hombres libres que accedan a pelear en esas condiciones -observó Cailin. -Saber que podrías morir es una perspectiva espantosa. -Se estremeció otra vez.
– Pero siempre existe la posibilidad de que no le maten a uno. Además, los honorarios para un combate a muerte son más elevados que para un combate corriente. Me han dicho que el actual campeón, invencible, un hombre conocido como el Sajón, tiene que pelear en los juegos de Gabras.
– Lo lamento por él -dijo Cailin. -Si es invencible, todos los demás se esforzarán por derribarle. Se enfrenta a un gran peligro.
– Es cierto, pero será un combate más emocionante. Podéis bajar, Cailin, y vestiros. He terminado. -Dio un paso atrás para admirar su obra. -Ya está; creo que es una de mis mejores obras -dijo con fingida modestia. -Aspar debería estar complacido y pagarme a tiempo por mis esfuerzos.