– Por suerte, Maddox -intervino O'Kelly en un tono bastante desagradable-, tu opinión ya no cuenta. Tal como has señalado, no participas en este caso.
– Por ahora -puntualizó Frank como quien no quiere la cosa.
– Pero la hipótesis del desconocido plantea algunos problemas adicionales -prosiguió Sam-. Esa zona está bastante desierta durante el día, por no mencionar de noche. Si era un maleante cualquiera, ¿por qué iba a quedarse en un sendero en medio de la nada, donde las probabilidades de que pase una posible víctima son prácticamente nulas? ¿Por qué no dirigirse a Wicklow o a Rathowen o al menos a Glenskehy, pero a una población al fin y al cabo?
– ¿Se han producido casos con alguna similitud en la zona? -inquirió O'Kelly.
– No ha habido hurtos con arma blanca ni agresiones sexuales a extraños -aclaró Sam-. Glenskehy no es más que una aldea; los dos delitos principales son beber hasta altas horas de la madrugada y regresar luego a casa en coche. El único apuñalamiento en el último año se produjo por accidente entre un grupo de amigotes borrachos. A menos que se presente algo parecido, por el momento guardaría en la recámara la hipótesis del extraño.
– Estoy de acuerdo -convino Frank, sonriéndome. Un asalto aleatorio no nos aportaría información sobre la vida de la víctima; no habría pruebas ni motivos por descubrir, ni ninguna razón para infiltrarme con una identidad falsa-. No podría estar más de acuerdo.
– Yo tampoco tengo inconveniente -concordó O'Kelly-. Por muy fortuito que sea, estamos pringados hasta las cejas: o nos sonríe la suerte o nada de nada.
– Fantástico, entonces. Hipótesis número dos. -Sam sacó un segundo dedo-: Un enemigo reciente, es decir, alguien que la conoció como Lexie Madison. Lexie se movía en un círculo bastante limitado, de manera que no nos resultará muy difícil averiguar si tenía problemas con alguien. Estamos empezando con sus compañeros de la casa y luego continuaremos ampliando el círculo: el personal del Trinity, el resto de alumnos…
– Pero hasta el momento no ha habido suerte -puntualizó Frank, a nadie en particular.
– La investigación acaba de arrancar -lo atajó Sam con firmeza-. Estamos en los interrogatorios preliminares. Y ahora que sabemos que estaba embarazada, se nos abre una nueva línea de investigación. Tenemos que localizar al padre.
O'Kelly lanzó un resoplido.
– Pues buena suerte… Con las jóvenes de hoy en día nunca se sabe. Probablemente sea algún mequetrefe a quien conoció en una discoteca y follaron en medio de la carretera.
Sentí un repentino y confuso ataque de ira: «Lexie no era así». Me recordé que mi información estaba obsoleta; por lo que sabía hasta el momento, esta nueva versión había sido una promiscua de cinco estrellas.
– Las discotecas pasaron de moda en la época de las reglas de cálculo, señor -apostillé con afabilidad.
– Aunque se trate de un tipo al que conoció en un club -continuó Sam-, tenemos que dar con él y descartarlo. Es posible que nos lleve algún tiempo, pero lo conseguiremos. -Hablaba mirando a Frank, que asentía con gravedad-. Para empezar, solicitaré a los muchachos de la casa que nos entreguen muestras de ADN.
– Tal vez sería mejor que no lo hagamos por el momento -intervino Frank en tono cordial-, en función de la decisión que tomemos, claro está. Si por casualidad sus conocidos tuvieran que creer que sigue viva y se encuentra bien, no tenemos necesidad de alertarlos. Nos interesa que estén relajados, con la guardia baja, y piensen que la investigación está bajo control. No pasa nada si les pedimos el ADN dentro de unas semanas.
Sam se encogió de hombros. Empezaba a tensarse de nuevo.
– Lo decidiremos en función del curso de los acontecimientos. Hipótesis tres: un enemigo de su vida anterior, alguien que le guardaba rencor y la persiguió hasta dar con ella.
– Ésa es la hipótesis que más me gusta -remarcó Frank mientras se ponía en pie-. No tenemos ningún indicio de problemas en su vida como Lexie Madison, ¿no es cierto? Pero fuera quien fuese esa muchacha antes, algo salió mal. No andaba por ahí con una identidad falsa sólo por afán de divertirse. O bien huía de la policía o huía de alguien. Me apostaría todo lo que tengo a que huía de alguien.
– Yo no apostaría tanto -objeté. ¡Al cuerno con los sentimientos de O'Kelly! Sabía exactamente adonde quería ir a parar Frank con aquello y no soporto que me presionen-. Nos enfrentamos a un asesinato caótico: una herida de cuchillo que ni siquiera tenía que ser mortal y luego, en lugar de rematarla, o al menos retenerla para que no pueda huir en busca de ayuda y delatarlo, la deja escapar, hasta tal punto que tarda media hora en volver a encontrarla. A mi parecer, eso indica que no hubo premeditación, posiblemente ni siquiera tuviera intención de matarla.
O'Kelly me hizo una mueca de disgusto.
– Alguien le clavó un cuchillo a esa joven en el pecho, Maddox. Yo diría que había bastantes posibilidades de que muriera.
Gracias a mis años de experiencia, los comentarios de O'Kelly me resbalan.
– Claro que había una posibilidad. Pero si alguien hubiera dedicado años a planear el asesinato de esa joven, probablemente habría calculado hasta el menor detalle. Habría contemplado todas las opciones, tendría un guión y se adheriría a él.
– Quizá tuviera un guión -apuntó Frank-, pero no incluía violencia. Digamos que no fuera una rencilla el motivo para perseguirla, sino un amor no correspondido. Él se empecina en que están hechos el uno para el otro, planea un reencuentro con final feliz y, en su lugar, ella lo manda a freír espárragos. Ella es la que se sale del guión, y él no lo tolera.
– Un acosador -sentencié-, sí. Aunque los acosadores actúan de un modo mucho más salvaje. Con ellos cabe esperar un frenesí violento: puñetazos varios, desfiguración del rostro, una violencia desmedida. Y, en lugar de ello, nosotros tenemos una única puñalada, apenas lo bastante profunda para matarla. No encaja.
– Quizá no tuviera tiempo de dar rienda suelta a su arrebato de violencia -intervino Sam-. La apuñala, ella huye corriendo y, para cuando la alcanza, ya está muerta.
– Aun así -rebatí-, estáis hablando de alguien lo bastante obsesionado como para esperar años y seguirla Dios sabe desde dónde. Ese nivel de sentimiento, cuando al fin encuentra una válvula de escape, no se desvanece sencillamente con la muerte del objetivo. Y además, el hecho de que volviera a escabullírsele sólo habría conseguido enfurecerlo aún más si cabe. Yo por lo menos esperaría encontrar alguna puñalada más, un par de patadas en la cara o algo por el estilo.
Me gustaba andar metida en un caso como aquél, como si volviera a ser una detective de Homicidios y ella fuera otra víctima más; la sensación me embriagaba con la fuerza, la dulzura y la suavidad de un whisky caliente tras una larga jornada bajo la lluvia y el viento. Frank estaba repantingado informalmente en su butaca, pero notaba que me observaba, y sabía que yo empezaba a mostrar un interés excesivo en el caso. Me encogí de hombros, apoyé la nuca en la pared y levanté la vista hacia el techo.
– Lo importante es -no pudo evitar decir Frank- que si ella es extranjera y él la ha perseguido hasta aquí, por el motivo que sea, entonces, en el preciso momento en que haya cumplido su misión pondrá pies en polvorosa para desaparecer del país. La única razón para que se quede el tiempo suficiente para que podamos echarle el guante es que crea que ella sigue con vida.
Se produjo un silencio breve y rotundo.
– Podemos controlar a todas las personas que salgan del país -puntualizó Sam.
– ¿Qué tipo de control? -preguntó Frank-. No tenemos ni idea de qué buscamos, de adonde puede dirigirse, ni siquiera sabemos si buscamos a un hombre o a una mujer. No sabemos nada. Antes de poder actuar, necesitamos conocer la identidad de esa muchacha.