Sacudió la cabeza. Nunca había pensado en el matrimonio. Tal vez siempre había sabido, en algún rincón secreto de su mente, que sólo había una mujer para él. Se detuvo y masculló una maldición. ¿Se suponía que tenía que ser tan fácil? Siempre había imaginado que haría falta una vida para enamorarse, y aún más para averiguar si el amor podía sobrevivir al matrimonio. Pero de repente todo le parecía sorprendentemente simple.
Su móvil empezó a sonar y lo sacó del bolsillo. Sonrió al reconocer el número de Caley en el identificador de llamada.
– Hola. ¿Has recibido mi mensaje?
– Sí. ¿Qué ocurre? ¿Qué son esas cosas de nombres?
– Hace dos días, le dije a Sam que si quería acostarse con Emma antes de la boda, debía decírselo. Y parece que no ha ido demasiado bien.
– ¿Cómo que no ha ido bien? ¿Emma se negó a hacerlo?
– Al contrario. Se mostró más que dispuesta, pero cuando lo intentaron el cuerpo de Sam no respondió.
– Vaya -dijo Caley-. Eso tiene que ser muy embarazoso. Emma estaría esperando que fuera lo más maravilloso del mundo y… -respiró hondo-. Gracias a Dios no ha pasado en su noche de bodas. ¿Puedes imaginarte la decepción que habría sido?
– Por eso creo que puede servir a nuestros planes -dijo él-. Es obvio que ahora mismo los dos tienen dudas.
Hubo un largo silencio al otro lado de la línea, y por un momento Jake pensó que se había perdido la comunicación.
– ¿Crees que deberíamos continuar? -preguntó ella finalmente.
– Sí, eso creo. ¿Qué sabemos de su relación? Ni siquiera sabemos lo que hay entre nosotros.
– Sexo -respondió Caley-. Deseo. Curiosidad.
– ¿Eso es todo?
– ¿Qué más podría haber?
Jake maldijo el hecho de estar hablando por teléfono. Necesitaba mirarla a los ojos para extraer la verdad de sus palabras.
– Dímelo tú.
– No lo sé -dijo ella-. ¿Qué quieres que diga? No sé lo que hay entre nosotros. Supongo que tendremos que averiguarlo cuando acabe la semana.
– De acuerdo -dijo él, mirando por encima del hombro-. Tengo que volver con Sam. Le dije que iba a buscar unas cervezas a la casa y que luego podríamos hablar.
– Emma y yo vamos a ir a Chicago mañana por la noche -dijo Caley-. Quiere encargar la tarta y algunas amigas van a ofrecerle una despedida de soltera. Supongo que te podré ver más tarde. Que te diviertas en el club de striptease.
– ¿Estás celosa, Caley?
– ¡No! Me da igual si vas a ver mujeres desnudas. ¿Por qué habría de importarme?
– Porque estaría bien que te sintieras un poco celosa. Me gustaría pensar que te importo lo suficiente para estar preocupada.
– Quizá tenga que hacerte un striptease la próxima vez que te vea -le dijo en tono jocoso.
– Gracias por esa imagen -murmuró él-. Ahora ya no podré volver a dormir.
– Buenas noches, Jake.
– Buenas noches, Caley -esperó a que ella colgara antes de apagar el teléfono. Sentía algo nuevo y extraño. Estaban comportándose como si fueran una… pareja. Y lo más sorprendente era que a Jake no le importaba en absoluto. Quería que Caley se sintiera posesiva, celosa y preocupada. Estuviera dispuesta a admitirlo o no, sentía algo por él. Tal vez incluso lo amase un poco. Y tal vez él también la amaba.
Capítulo 5
– No entiendo por qué tenemos que irnos. Lo estaba pasando muy bien -se quejó Sam, arrastrando las palabras por toda la cerveza que había consumido.
Jake miró de reojo a su hermano. Nunca se hubiera imaginado que Sam disfrutase tanto de una noche así. Su intención había sido pasar una hora en el club y luego dirigirse a Tyler's para buscar a las chicas. Finalmente había convencido a Sam para que se despidiese de los encantos de Tiffany Diamond y se preocupase por buscar a su novia.
Caley podía estar preocupada por su visita al club de striptease, pero él tenía muchos más motivos para preocuparse por ella. Él sabía cómo se sentía, pero ella era la que acababa de dejar a su novio y la que se había acostado con el hombre que intentaba seducirla. Le gustaba creer que Caley sólo tenía ojos para él, pero unas cuantas copas y un poco de atención masculina podían hacer estragos en la memoria de una chica.
– Sabes muy bien que esas chicas sólo estaban siendo amables contigo porque las estabas invitando a champán.
– Pero eran muy simpáticas -dijo Sam-. Especialmente Tiffany. Va a reunirse con nosotros en Tyler's.
– ¿Has invitado a una bailarina de striptease? -preguntó Jake, sacudiendo la cabeza. La Operación Antiboda iba sobre ruedas. El encuentro entre la bailarina de striptease y la novia de Sam. Ninguna relación podría tolerar algo así.
– Tiffany Diamond… ¿Crees que es su nombre verdadero?
Jake empezaba a sentirse un poco culpable, aunque era una preocupación absurda. Si su hermano pequeño era un ingenuo, no podía casarse tan pronto. Había ciertas cosas que un nombre necesitaba saber, y era obvio que la educación de Sam al respecto dejaba mucho que desear.
– ¿Has estado alguna vez en un club de striptease?
– Claro -murmuró Sam, apoyando la cabeza en la ventanilla-. Pero en ninguno donde las bailarinas fueran tan encantadoras. ¿Crees que a Emma le importaría si invitase a Tiffany a la boda?
– No -respondió Jake-. Seguro que no le importaría. Y mamá también estaría encantada de conocerla. Quizá podría llevar ese pequeño conjunto que lucía esta noche.
– Me ha dicho que no quiere dedicarse a esto toda la vida. Quiere ser una animadora profesional. O una bailarina en Las Vegas.
– Por favor, dime que estás así por la cerveza -murmuró Jake.
– Sí, es la cerveza -dijo Sam-. Pero sé lo que digo.
Cuando Jake volvió a mirarlo, Sam se había quedado dormido. Tenía el rostro aplastado contra el cristal y su aliento empañaba un pequeño círculo. Jake tuvo que replantearse el sentido de aquel plan. Si se incluía el alcohol en la ecuación, todo podía empeorar a una velocidad vertiginosa. Y si se añadía una bailarina de striptease a la mezcla, el desastre estaba garantizado. ¿De verdad estaban listos Caley y él para soportar el cataclismo que se avecinaba? ¿Seria aquello una prueba verdadera, o era sólo un descarado intento de manipulación?
Llegaron a Tyler's Roadhouse y Jake aparcó en un extremo alejado del aparcamiento. Pero en vez de despertar a Sam, decidió entrar él solo para buscar a Caley y decirle que se olvidaran del plan. Habían llegado demasiado lejos. Era hora de volver a dejar todo el asunto en manos de Sam y Emma. No quería pasar el resto de la semana pensando en otra cosa que no fuera Caley.
Abrió con cuidado la puerta del todoterreno y la cerró sin hacer ruido. Fuera hacía frío, pero Sam podría sobrevivir cinco minutos, tiempo suficiente para buscar a Caley y Emma y convencerlas para que se fueran a casa.
Pagó la entrada en la puerta y se internó en la multitud, escudriñando el interior del local en busca de las hermanas Lambert. No tardó en localizar a Emma en la pista de baile. Iba vestida con un atuendo sorprendentemente sexy: vaqueros ceñidos y una blusa semitransparente que dejaba ver la ropa interior.
Estaba bailando con un joven de aspecto desaliñado que llevaba una gorra de béisbol con la visera hacia atrás. Los dos reían y batían los brazos al ritmo de una canción de Bruce Springsteen. Jake siguió recorriendo la multitud con la mirada y vio a Caley de pie junto a la pista. Y entonces vio que estaba acompañada por Jeff Winslow.
Apretó fuertemente los puños. ¿Por qué aquel tipo podía sacarlo de sus casillas? Era evidente que entre Jeff y Caley no había nada, pero a Jake nunca le había gustado competir por la atención de Caley, ni siquiera cuando eran crios. De adulto le gustaba aún menos.