Se abrió camino entre la gente y se detuvo junto a ella.
– Caley -gritó. Ella dio un respingo al oír su voz, pero cuando se volvió para mirar esbozó una sonrisa de alivio-. Hola, Winslow -saludó al policía, asintiendo brevemente con la cabeza.
Jeff sonrió.
– Deberíais llevaros a esa chica a casa -dijo, señalando a Emma con su botella de cerveza-. Creo que ya ha tenido suficiente.
– ¿Dónde está Sam? -preguntó Caley.
– En el coche. Durmiendo la mona -la tomó de la mano y tiró de ella hacia la salida. En la puerta, le echó una mirada a Jeff Winslow. El policía no parecía muy contento, pero no había intentado retener a Caley. Entonces miró a Emma-. Parece que se está divirtiendo demasiado.
Caley asintió.
– Es porque ha tomado demasiado tequila. Por la mañana no le parecerá tan divertido. Está bailando con un tipo llamado Robert. Parece inofensivo.
Salieron al frío aire nocturno y rodearon el edificio. Jake apretó a Caley contra la pared y la besó. No era una muestra de deseo o afecto. Necesitaba asegurarse de que nada había cambiado en las horas que habían estado separados. Cuando Caley respondió, se sintió invadido por una inmensa ola de alivio.
– Eso está mejor -murmuró. Deslizó las manos bajo su abrigo y le recorrió lentamente la piel desnuda hasta su trasero-. Estás muy cálida.
A Caley le castañeteaban los dientes.
– No por mucho tiempo. Mi coche está aparcado ahí -le tendió las llaves a Jake y los dos corrieron hacia el aparcamiento. Jake le hizo ocupar el asiento del pasajero, él se sentó al volante y arrancó el motor para encender la calefacción.
– Pasará un rato hasta que se caliente el coche.
– Empiezo a pensar que todo esto no ha sido buena idea -dijo Caley, frotándose las manos.
Jake le tomó los dedos y sopló sobre ellos.
– Yo también.
– ¿Qué nos hizo pensar que estábamos haciendo lo correcto?
– Tal vez estábamos volcando en Sam y Emma nuestros propios miedos al compromiso. Los dos parecen saber lo que hacen, mientras que nosotros no hemos tenido mucho éxito con las relaciones.
– Bueno, un poco sí -murmuró Caley, mirándose los dedos mientras Jake los besaba uno a uno-. Desde que hemos vuelto a casa, al menos.
Jake sonrió y se apretó sus manos contra el pecho.
– Sí. Un poco. Más que un poco, me atrevería a decir -le rodeó la cintura con la mano y tiró de ella. Se había pasado la noche mirando a mujeres desnudas y no había sentido la menor excitación. Pero en cuanto tocaba a Caley el pulso se le desbocaba y el deseo abrasaba sus venas-. ¿Crees que alguien se daría cuenta si pasamos al asiento trasero y nos quitamos la ropa? -murmuró-. La gente siempre hace el amor en los aparcamientos.
Caley se echó a reír.
– ¿No te parece que sería más sencillo si volviéramos al hotel?
– Sólo si me haces ese striptease que prometiste.
– De acuerdo -respondió ella-. Creo que podré hacerlo.
– Vamos a buscar a Emma. Los dejaremos a los dos en el hotel y veremos si eres capaz.
– Muy bien. Me gusta el plan.
Salieron del coche y corrieron hacia la puerta del local, pero entonces se encontraron con una pequeña multitud que se había congregado en el exterior.
– ¿Qué ocurre? -preguntó Jake.
– Una pelea -dijo una chica-. Un problema entre un chico y su novia con una stripper.
– Maldita sea -masculló Jake, volviéndose hacia Caley-. Quédate aquí. Enseguida vuelvo -en ese momento se oyó una sirena a lo lejos.
– Busca a Emma -gritó Caley-. Sácala de ahí antes de que la pase algo.
Jake consiguió entrar a duras penas en el local. El interior estaba completamente iluminado y casi se había vaciado de clientes. El grupo de música se rezagaba en el escenario, y había unas cuantas personas en la pista de baile. Emma y Sam estaban sentados en el suelo. Tiffany tenía una mano en la nariz y discutía con Jeff Winslow, y el hombre que había estado bailando con Emma yacía bocabajo frente a ellos, con las manos en la entrepierna.
– ¿Qué está pasando aquí? -preguntó Jake, acercándose al grupo.
– Apártate -le advirtió Winslow-. Todo está bajo control.
– Éstos son mi hermano y mi futura cuñada. Quiero llevármelos a casa.
Winslow lo miró por encima del hombro y sacudió la cabeza.
– Tengo que detener a tu hermano y a su novia. Han empezado esta pelea. Asalto, embriaguez pública…
– Esto es un bar -dijo Jake-. Todo el mundo está ebrio.
– Puedes reunirte con ellos en la comisaría. Lo resolveremos todo allí.
– Vamos. No seas idiota, Winslow. Nadie ha resultado herido.
– ¡Me ha mordido en la nariz! -gritó Tiffany.
– Se chocó con mi codo -replicó Emma-. Estaba ayudando a Robert a levantarse, después de que Sam le hubiera dado una patada en los testículos, y ella se puso en medio.
– Yo no le di una patada -protestó Sam.
– Sí, tío, me la has dado -gimió Robert desde el suelo.
Sam se encogió de hombros.
– Fue un rodillazo, no una patada.
– ¿No puedo pagar una multa y olvidarnos de todo sin perder más tiempo? -preguntó Jake.
– ¿Qué pasa aquí? -todos se volvieron hacia Caley, quien se había unido al grupo con una expresión ceñuda.
– Voy a romper con Sam -anunció Emma-. No vamos a casarnos.
– No puedes romper conmigo -dijo Sam-. Porque yo ya había roto contigo.
– No tienes ninguna razón para romper conmigo -dijo Emma-. Sólo estaba bailando con Robert. No estaba bailando sobre él, como esa stripper hacía contigo.
– No soy una stripper -protestó Tiffany-. Soy una bailarina exótica.
– ¡La has invitado a la boda! -gritó Emma-. A veces me pregunto si tienes algo de cerebro en tu cabeza.
– Y a veces yo me pregunto si tienes corazón -replicó Sam.
– ¡Ya basta! -gritó Winslow-. Una palabra más y os encierro a todos.
– ¿Puedo irme ya? -preguntó Robert-. Tengo que llevar los instrumentos a la furgoneta. Soy miembro del grupo -se levantó lentamente, poniendo una mueca de dolor al enderezarse-. No voy a poner una denuncia.
– Yo tampoco -dijo Tiffany. Se inclinó hacia Robert y le dedicó una cálida sonrisa-. ¿Dices que estás con el grupo? Adoro a los músicos.
Los dos se alejaron hacia el escenario, y el agente Winslow se dispuso a seguirlos. Pero entonces se giró y señaló con el dedo a Emma y Sam.
– No os mováis de aquí -ordenó.
Jake miró de reojo a Caley y se encogió de hombros.
– Quizá deberías hablar con él. Creo que le gustas más que yo.
Observó cómo Caley intentaba razonar con Winslow. No le hacía ninguna gracia encargarle aquella engorrosa tarea, pero estaba seguro de que no se marcharía con el policía.
Unos segundos después, Caley regresó con una sonrisa de satisfacción.
– Nos los podemos llevar a casa -murmuró-. Los dejará marchar si prometen no meterse en problemas mientras estén aquí.
– ¿Qué has tenido que prometerle tú a cambio? -le preguntó Jake.
– Nada. Sólo me está haciendo un favor.
Jake maldijo en voz baja y miró a Sam y a Emma.
– Les vendría bien pasar la noche en una celda.
Caley sacudió la cabeza y le tendió la mano a su hermana.
– Vamos. Salgamos de aquí. Me llevaré a Emma al hotel. Tú llévate a Sam.
Sam se puso en pie y se sacudió los vaqueros.
– Todo esto es culpa tuya -acusó a Jake-. Deberíamos habernos quedado en el club de striptease. Me lo estaba pasando muy bien.
Salieron juntos al aparcamiento. Sam y Emma iban callados y con expresión huraña, y Jake y Caley marchaban entre ellos.
– ¿Te veré después? -le preguntó Jake a Caley, cuando ésta se giró hacia su coche.
Ella asintió y se alejó, abrazando a Emma por los hombros. Sam miró cómo se alejaban con una enigmática expresión en el rostro.