– Siento llegar tarde. Debías de estar aterrorizada. ¿Pero qué demonios es eso? ¡Menudo coche! Es fabuloso. Nunca había visto uno igual. ¿No me digas que has encontrado a alguien que te lleve a Sidney? ¿Pero dónde vas a meter las maletas? Ahí no caben… -se interrumpió para tomar aliento y, al darse cuenta de que Wendy no estaba sola, dirigió una enorme sonrisa a Luke-. Ah, hola… Lo siento… -entonces reparó en el bebé. Su efervescencia se desvaneció y miró a Wendy con ojos inquisitivos.
Erin también era cuidadora, y las cuidadoras tenían sus normas. Entre ellas, no interrumpir. Las mesas de cocina de los hogares que componían el Orfanato de Bay Beach contemplaban auténticas tragedias emocionales, y tanto Wendy como Erin estaban entrenadas para afrontarlas. Y también para desaparecer cuando la situación lo requería.
– ¿Quieres que salga y saque a los niños del coche? -preguntó, dirigiéndose a la puerta-. Craig está haciendo todo lo posible por quitar el freno de mano.
– No -dijo Wendy, sacudiendo la cabeza como si saliera de un sueño. Aquel ya no era su trabajo. Ya no-. Tengo que irme -dio a Gabbie un rápido abrazo, la dejó en el suelo y se levantó-. Señor Grey, esta es Erin Lexton, la nueva cuidadora del hogar. Erin, este es el señor Luke Grey, y esa pequeñina es su medio hermana -se quedó de pie, mirándolos, y luego se inclinó sobre el bebé dormido-. Por cierto, no me ha dicho si su hermana tiene nombre.
– Grace -dijo Luke, levantándose también-. Se llama Grace.
– Un nombre muy bonito -dijo Erin, captándolo todo con su inteligente mirada-. ¿Su… medio hermana, ha dicho Wendy?
– Sí.
– Luke quiere que nos hagamos cargo de Grace -dijo Wendy-. Estaba a punto de decirle que es imposible.
– Así es -Erin sonrió comprensivamente y se encogió de hombros-. Estamos al completo. En cuanto Gabbie y Wendy se marchen, vendrán unos gemelos. Tienen ocho años y son la calamidad personificada. Los otros hogares también están llenos -luego arrugó el ceño, sometiendo a Luke a una mirada más detenida-. Disculpe que diga esto, pero, con ese coche, aunque no pueda ocuparse personalmente de su hermana, seguramente podrá permitirse pagar a una niñera que lo haga por usted. No parece que necesite nuestra asistencia.
– Eso precisamente estaba a punto de decirle al señor Grey cuando llegaste -añadió Wendy-. Con lo que debe de costar cambiarle una rueda a ese cacharro -no pudo evitar un cierto tono de desdén-, podría pagar el salario de un mes a una niñera. En Sidney hay agencias de niñeras, algunas de ellas excelentes. Nosotras podemos recomendarle algunas.
Luke frunció el ceño, contrariado.
– No quiero que la niña se quede en Sidney con una niñera.
Wendy suspiró. Oh, cielos… Pero aquello ya no erg problema suyo. Su época como cuidadora en Bay Beach había concluido.
– Erin, el señor Grey ha tenido que hacerse cargo de su hermana de manera inesperada -dijo-. Necesita ayuda para localizar a la madre, consejos prácticos y quizás algún servicio social. ¿Podrías llamar a Tom y concertarle una cita? -intentó sonreír a Luke, agarró a Gabbie de la mano y se obligó a ponerse en movimiento. Marcharse era lo más duro. Pero tenía que hacerlo. Por Gabbie-. Me temo que yo ya no trabajo aquí -dijo suavemente-. Lo siento, señor Grey, pero Erin es la nueva cuidadora. Si nos disculpa, Gabbie y yo tenemos que tomar un tren.
– ¡No! -exclamó él secamente. Era una orden de un hombre acostumbrado a mandar. Wendy alzó las cejas, sorprendida.
– ¿No?
– Eso he dicho. ¡No! ¿Qué significa que se va? -Luke tendió un brazo, la tomó de la mano y la sostuvo agarrada. Parecía un hombre a punto de ahogarse, aferrándose a una tabla de salvación-. No puede irse. Quiero que sea usted quien cuide de mi hermana.
Wendy observó sus manos unidas y frunció el ceño. I;ra… extraño. Aquel era su trabajo, se dijo. Se había visto en situaciones parecidas muchas otras veces. Pero normalmente no se sentía así.
– Señor Grey, Wendy ha presentado su dimisión -dijo Erin. Ella sabía mejor que nadie por lo que estaba pasando Wendy, y sabía también que Wendy debía marcharse. Pero había algo en Luke Grey…
Aparentemente, Wendy no tenía nada que ver con él. Su primera y descabellada idea de que un novio rico había surgido del pasado de Wendy había sido infundada. E iba contra las normas romper la confidencialidad. Pero, por otra parte, Erin tampoco seguía las normas al pie de la letra. Su mente incisiva solía adelantarse a los acontecimientos. Llevaba semanas preocupada por su amiga y, de pronto, parecía vislumbrar una solución. Tal vez, si pudiera arreglarlo…
– Señor Grey, Wendy se va a hacer cargo de Gabbie de forma permanente, como madre de acogida -le dijo, ignorando el suspiro de Wendy-. La madre de Gabbie no permite su adopción y se lleva a la niña de vez en cuando, aunque solo durante unas semanas. Y, cada vez que Gabbie vuelve al orfanato, hay que meterla allí donde hay sitio. Wendy ha decidido que quiere estar disponible a tiempo completo para la niña, de forma que, cuando su madre biológica la abandone, Gabbie siempre pueda volver con ella..
– Oh, por todos los santos, Erin… -empezó a decir Wendy, mirando perpleja a su compañera.
– Y se ha despedido -prosiguió esta, ignorándola completamente-. Lleva años despidiéndose de niños y ya no lo soporta. Por otra parte, antes de que llegara aquí… Bueno, eso no importa. El caso es que ha decidido dejarlo. El único problema es que dispone de poco dinero. No puede vivir en Bay Beach, debido a lo caros que son los alquileres en esta zona. Y aquí tampoco hay trabajo, excepto el que hacía hasta ahora. Wendy se gastaba hasta el último centavo que ganaba en sus niños. Así que, ha alquilado un apartamento de una sola habitación en Sidney. Una auténtica ratonera.
– Erin, eso no es asunto del señor Grey -le reprochó Wendy.
– ¿Ah, no? -Erin sonrió y sus ojos brillaron maquiavélicamente. Aquella mujer era incorregible-. ¿No lo es? -se volvió hacia Luke y le sonrió a él-. De pronto, se me ha ocurrido una solución. Usted necesita que alguien se ocupe de su hermana y quiere que ese alguien sea Wendy. Y Wendy necesita un salario. Y, además, preferiría quedarse aquí, en Bay Beach…
– ¡Erin, basta! -Wendy estaba a punto de estrangularla-. No puedo quedarme aquí -exclamó-. No hay casas disponibles, aunque pudiera pagar el alquiler.
– Sí, sí que las hay -la voz de Luke pareció surgir de la nada. Ambas mujeres se volvieron para mirarlo.
– ¿Perdón? -Wendy estaba tan fuera de sus casillas que ni siquiera sabía si lo había oído bien.
– Hay un lugar donde podría quedarse sin pagar nada -le dijo él-. Cuide usted de mi hermana, Wendy Maher, y yo le proporcionaré una casa en Bay Beach durante todo el tiempo que necesite.
Se hizo tal silencio que podía haber oído caer una gota de agua. Nadie dijo nada. Incluso la vivaz Erin se había quedado muda. Estaba completamente asombrada. Había lanzado al aire el embrión de una idea y, de pronto, había sucedido un milagro.
– Yo… -Wendy se apartó un par de rizos de la cara e intentó retirar la mano de la de Luke, pero este no se lo permitió-. Por favor -intentó retirarla otra vez-. Tengo que tomar un tren.
– ¿Para vivir en un apartamento en Sidney cuando en realidad quiere quedarse aquí? ¿Y de qué va a vivir?
– Puedo conseguir un empleo cuidando niños mientras Gabbie va al colegio.
– Sabes perfectamente que esa clase de empleos no da para vivir -replicó Erin, y reparó en la mirada de su amiga. Oh, cielos, tal vez había ido demasiado lejos.
– Yo le pagaré bien -dijo Luke. Aquel hombre estaba acostumbrado a tomar decisiones rápidas, y acababa de tomar una-. Su amiga tiene razón. Puedo permitirme pagar a una niñera. Me enteraré de cuál es la tarifa normal, y le pagaré más. Además de los gastos diarios. Y puede vivir en la granja.