– Dentro de unas pocas semanas voy a abrir un pequeño hotelito -dijo Pam-. Estoy a punto de terminar la renovación del local que he elegido. Empecé con la cocina y ahora ya está terminada. Desgraciadamente, aún no puedo utilizarla, por lo que estaba pensando que sería genial si quisieras venir a echarle un vistazo.
– ¿Por qué iba a estar yo interesada en ir a ver tu cocina?
– ¡Qué tonta soy! -exclamó Pam, riendo-. Aún note he dicho lo que he venido a ofrecerte. Quiero que alquiles mi cocina. Tengo dos hornos industriales y una enorme superficie de trabajo. Con todos los pasteles que tienes que hacer, pensé que podrías estar interesada. Yo no voy a abrir hasta después de la boda de tu hermana, por lo que podrías tener la cocina toda para ti.
En lo primero que pensó Gracie fue en lo mucho que le gustaría utilizar aquel horno, que facilitaría mucho su trabajo.
– ¿Cuánto pides? -preguntó.
– ¿Por qué no vienes a echar un vistazo? Si te interesa, podemos negociar las condiciones.
Pam sonrió muy relajadamente, como si quisiera que Gracie confiara en ella..
– Sí -decidió, tras pensarlo un poco-. Me gustaría ira echar un vistazo -añadió. Aparte de los hornos nuevos, aquella situación le daría la oportunidad de vigilar más de cerca a Pam-. ¿Cuándo te viene bien?
– Estoy segura de que hay una explicación -dijo Jill, mientras se sentaba a la mesa del restaurante mexicano de Bill. Para aclarar su comentario, sacó un ejemplar del periódico.
– Vaya. Me había preguntado por qué no me llamaste cuando lo publicaron -comentó Gracie.
– Pensé que ya tendrías demasiadas llamadas. Por favor dime que no estabas en un motel con Riley Whitefield.
– En realidad tan sólo estábamos en el aparcamiento. Por la foto se ve claramente que estábamos en el exterior.
– Ya sabes a lo que me refiero.
– Es muy complicado…
– No tengo ninguna cita hasta las tres -afirmó Jill-. Hice que Tina me quitara todos los compromisos para hoy.
– ¡Qué suerte tengo!
Gracie le contó rápidamente a Jill el fallido intento por seguir a Pam.
– Es decir, que vosotros seguisteis a Pam y el de la cámara os siguió a vosotros -comentó Jill, después de que hubieran realizado su pedido-. ¿Quién lo envió?
– Ni idea. Me gustaría decir que Pam, porque jamás he sentido simpatía por ella, pero, ¿a ella qué le importa? El alcalde, por supuesto. Si está tratando de desacreditar a Riley en las elecciones, el mejor modo de hacerlo es aireando el pasado. Sin embargo, ¿cómo sabía el alcalde dónde íbamos estar o que íbamos a hacer algo que mereciera la foto? Todo resulta tan confuso… Para complicar la situación, Pam vino a verme.
– ¿Cómo dices? -preguntó Jill muy asombrada
– Quiere alquilarme la cocina del hotel que se está construyendo o acondicionando. No me acuerdo exactamente de lo que me dijo. He quedado con ella esta tarde. Dice que tiene hornos profesionales que yo puedo alquilarle mientras esté aquí.
– ¿Y quieres hacerlo?
– Si te refieres a lo de tener una relación con ella, no. ¿Utilizar su cocina? Claro que sí. Apenas puedo meter el molde más grande en el horno que tengo ahora. Además, el calor no es igual por todas artes. Claro que me gustaría, pero estamos hablando de Pam. Ni siento simpatía por ella ni me cae bien. Podría estar tendiéndome una trampa y haber hecho lo mismo con Riley.
– Ya sabes lo que se suele decir: Mantén cerca de tus amigos y aún más a tus enemigos.
– Tienes razón. Estoy segura de que podré hacerlo. Sin embargo, me pone el vello de punta.
– Podrías darle mucho pastel y hacer que engordara. Eso seria muy divertido.
– Ja. Cuando estuvo en mí casa, le di un trozo e pastel y ni siquiera lo probó. Eso no es natural.
– En eso estamos de acuerdo. ¿Que vas a hacer?
– Voy a ir a ver esa cocina para ver si merece la pena.
Jill la observó muy atentamente
– Sé que hay algo más, Gracie, ¿Qué es lo que no me estás contando?
– Nada, yo… Bueno, excepto por verte a ti, siento mucho haber regresado. Hay tantos asuntos familiares.
– ¿Como cuales?
– Me siento extraña, como si no encajara, Sé que no debería extrañarme. Después de todo, he estado fuera mucho tiempo y Vivían y Alexis han crecido sin mí. Hemos tenido una experiencia vital completamente diferente y nuestros recuerdos son también distintos. Técnicamente, sigo siendo su hermana pero, emocionalmente, ya no creo seguir siendo un miembro de la familia.
– Yo no creo que eso sea cierto -comentó Jill, muy sorprendida-. Ellas te quieren mucho, igual que tú a ellas.
– Es cierto, aunque estoy perdiendo la paciencia muy rápidamente con las dos. Alexis se ha convertido en una exagerada y Vivían parece estar siguiendo sus mismos pasos. Vivían cancela la boda cada quince minutos y desde que se casaron, Alexis lleva obsesionada por el hecho de que Zeke pueda serle infiel. Mi madre parece ser la más normal de los tres, pero no tardó en echarme la bronca cuando vio esa fotografía en el periódico -comentó, sin entrar en detalles de lo que su madre le había dicho-. Mi vida se ha hecho muy complicada.
– Eso parece. ¿Que puedo hacer para ayudarte?
– Ya lo estás haciendo. Tenerte y poder hablar contigo es estupendo. Bueno, ahora estoy completamente aburrida de ser el centro de la conversación. ¿Cómo te van a ti las cosas?
– Emily está contando los días hasta que termine el colegio. Creo que, oficialmente, quedan treinta y cuatro. Hemos estado haciendo toda clase de planes para el verano, que incluyen un viaje a Florida para visitar a mi padre. Em y él se llevan estupendamente. No estoy segura de qué resulta más emocionante para ella, si la oportunidad de ver a su único abuelo o la de visitar Disney World.
Jill tomó su té helado y dio un sorbo. A continuación, empezó a trazar un dibujo en el posavasos
– ¿Qué te pasa? -quiso saber Gracie con una sonrisa-. Tienes un secreto que estás muriéndote por contar. Venga, dímelo. Puedes confiaren mí.
– Ya lo sé, pero… Bueno Mat y yo estamos pensando en ponernos a ver si tenemos un niño.
– ¿De verdad? ¡Es genial!
– Vamos a empezar este mes. Me siento muy emocionada, aunque también un poco nerviosa.
– Serás una mamá genial. Eres maravillosa con Emily
– La adoro -admitió Jill-, pero, cuando yo la conocí, prácticamente ya estalla criada. No estoy segura de saber cómo ocuparme de un hijo.
– Poco más o menos como el resto de las mamás. Con mucho amor, paciencia y miedo.
– Tienes razón. Mac espera que sea un niño.
– Típico.
– A mí me da igual. Me siento muy emocionada y asustada, lo que es una combinación muy interesante.
– Enhorabuena -comentó Gracie, levantando su vaso.
– Aún no estoy embarazada.
– Lo sé, pero lo estarás. Si, Vaya, por fin voy a conseguir ser tía.
El almuerzo con Jill había conseguido animar un poco a Gracie. Ni siquiera la visita al hotelito de Pam y la negociación con ella la habían disgustado. Pensó en regresar directamente a su casa, pero aún le quedaba una cosa por hacer, aunque no le apeteciera.
No obstante, no podía posponerse mucho más tiempo. Se dirigió al centro de la ciudad y aparcó. A continuación, se dirigió al edificio del banco. Durante los siguientes cinco minutos, no pudo hacer otra cosa más que caminar por delante de la entrada, tratando de reunir el valor para poder entrar. Justo cuando acababa de convencerse de que sería mejor dar la información por teléfono, una mujer ataviada con un traje de tweed salió del banco y se dirigió directamente a ella.
– ¿Es usted Gracie Landon? Soy la secretaria del señor Whitefield. Me ha pedido que salga y la acompañe a su despacho.
– Déjeme adivinar -comentó ella, mirando hacia arriba-. Me ha visto desde la ventana.