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El único que veía a Peter con algo parecido al temor y la repulsión de Ender era el obispo, pero en su caso eran prejuicios teológicos, no sabiduría, lo que le impedía caer en el engaño. Horas después de regresar del Exterior, el obispo llamó a Miro y le instó a que aceptara el bautismo.

—Dios ha realizado un gran milagro con tu curación —le dijo—, pero la forma en que se ha hecho…, cambiar un cuerpo por otro, en vez de sanar directamente el antiguo…, nos deja en la peligrosa posición de que tu espíritu habita un cuerpo que no ha sido bautizado. Y ya que el bautismo se ejecuta sobre la carne, temo que puedas no estar santificado.

A Miro no le interesaban demasiado las ideas del obispo en lo concerniente a milagros (no consideraba que Dios tuviera mucho que ver con su curación), pero la completa restauración de su fuerza, su habla,y su libertad lo regocijaban tanto que probablemente habría accedido a cualquier cosa. El bautismo se celebraría la semana siguiente, durante los primeros servicios en la nueva capilla.

Pero el ansia que el obispo sentía por bautizar a Miro no se reflejaba en su actitud hacia Peter y la joven Val.

—Es absurdo considerar a esos monstruos como personas. No es posible que tengan alma —declaró—. Peter es un eco de alguien que ya vivió y murió, con sus propios pecados y arrepentimientos, con el curso de su vida ya medido y su lugar en el cielo o el infierno ya asignado. Y en cuanto a esa… muchacha, a esa burla de la gracia femenina, no puede ser quien afirma, porque el lugar ya está ocupado por una mujer viva. No puede haber bautismo para los engaños de Satán. Al crearlos, Andrew Wiggin ha construido su propia Torre de Babel, intentando alcanzar el cielo para ocupar el lugar de Dios. No puede recibir el perdón hasta que los devuelva al infierno y los deje allí.

¿Imaginaba el obispo Peregrino por un momento que eso era exactamente lo que él ansiaba hacer? Pero Jane se mostró inflexible cuando Ender le sugirió la idea.

—Eso sería una tontería —dijo—. Para empezar, ¿por qué crees que irían? Y en segundo lugar, ¿qué te hace pensar que no crearías simplemente otros dos más? ¿No has oído la historia del aprendiz de brujo? Llevarlos de vuelta sería como volver a cortar las escobas por la mitad otra vez… y acabarías con más escobas. No empeoremos las cosas.

Y aquí se encontraban, caminando juntos hacia el laboratorio: Peter, con el alcalde Kovano completamente en el bolsillo. La joven Val, que se había ganado igualmente a Quara, aunque su propósito era altruista en vez de explotador. Y Ender, su creador, furioso, humillado y asustado.

«Yo los creé, por tanto soy responsable de todo lo que hagan. Y a la larga, los dos causarán terribles daños. Peter, porque hacer daño es su naturaleza, al menos tal como lo concebí en las pautas de mi mente. Y la joven Val, a pesar de su bondad innata, porque su propia existencia es una profunda ofensa a mi hermana Valentine.»

—No dejes que Peter te engañe-susurró Jane en su oído.

—La gente cree que me pertenece —subvocalizó Ender—. Suponen que debe ser inofensivo porque yo lo soy. Pero no tengo control sobre él.

—Creo que lo saben.

—Tengo que sacarlo de aquí.

—Estoy trabajando en eso —le aseguró Jane.

—Tal vez debería cogerlos y enviarlos a algún planeta desierto.

—¿Conoces la obra de Shakespeare, La Tempestad?

—Caliban y Ariel, ¿eso es lo que son?

—Ya que no puedo matarlos, los exiliaré.

—Estoy trabajando en ello —repitió Jane—. Después de todo, son parte de ti, ¿no? ¿Parte de la pauta de tu mente? ¿Y si puedo usarlos a ellos en tu lugar, para permitirme ir al Exterior? Entonces tendríamos tres naves, y no sólo una.

—Dos —dijo Ender—. Yo nunca volveré al Exterior.

—¿Ni siquiera durante un microsegundo? ¿Si te llevo y te traigo de nuevo? No hay ninguna necesidad de quedarse allí.

—La causa no fue que nos quedáramos —se lamentó Ender—. Peter y la joven Val aparecieron instantáneamente. Si regreso al Exterior, volveré a crearlos.

—Muy bien. Dos naves, entonces. Una con Peter, otra con la joven Val. Déjame que lo calcule, si puedo. No podemos hacer sólo un trayecto y abandonar para siempre el viaje más rápido que la luz.

—Sí que podemos. Conseguimos la recolada. Miro se procuró un cuerpo sano. Con eso basta, crearemos todo lo demás nosotros solos.

—Te equivocas —dijo Jane—. Todavía tenemos que transportar a los pequeninos y a las reinas colmenas fuera de este planeta antes de que llegue la flota. Todavía tenemos que llevar a Sendero el virus transformacional, para liberar a esa gente.

—No volveré al Exterior.

—¿Aunque no pueda usar a Peter y a la joven Val para transportar mi aiua? ¿Dejarías que los pequeninos y la reina colmena acabaran destruidos porque temes a tu propia mente inconsciente?

—No comprendes lo peligroso que es Peter.

—Tal vez no. Pero sí comprendo lo peligroso que es el Pequeño Doctor. Y si no estuvieras tan envuelto en tu propia miseria, Ender, sabrías que, aunque acabemos con quinientos Peters y Vals, tenemos que usar esta nave para llevar a los pequeninos y a la reina colmena a otros mundos.

Ender sabía que Jane tenía razón. Lo había sabido desde el principio. Sin embargo, eso no significaba que estuviera preparado para admitirlo.

—Sigue trabajando para ver si puedes hacerlo con Peter y la joven Val —subvocalizó—. Pero que Dios nos ayude si Peter puede crear cosas cuando vaya al Exterior.

—Dudo que pueda. No es tan listo como cree.

—Sí lo es. Y si lo dudas, es que no eres tan lista como piensas.

Ela no fue la única que se preparó para la prueba final de Cristal yendo a visitar a Plantador. Su árbol mudo todavía no era más que un retoño, apenas un contrapunto a los gruesos troncos de Raíz y Humano. Pero los pequeninos se habían congregado alrededor de ese retoño. Y, como Ela, lo habían hecho para rezar. Era una oración extraña y silenciosa. Los sacerdotes pequeninos no ofrecían ninguna pompa, ninguna ceremonia. Simplemente, se arrodillaron con los demás y murmuraron en varias lenguas. Algunos rezaban en el lenguaje de los hermanos, algunos en el de los árboles. Ela supuso que lo que oía en boca de las esposas congregadas allí era su propia lengua, aunque podría ser también el lenguaje sagrado que usaban para hablar al árbol-madre. Y también había idiomas humanos surgiendo de labios pequeninos: stark y portugués por igual, e incluso latín eclesiástico en boca de los sacerdotes pequeninos. Prácticamente era una Babel, y sin embargo Ela sintió una gran unidad. Rezaban ante la tumba del mártir, todo lo que quedaba de él, por la vida del hermano que seguía sus pasos.

Si Cristal moría completamente hoy, sólo repetiría el sacrificio de Plantador. Y si pasaba a la tercera vida, sería una vida que debería al ejemplo y el valor de Plantador.

Como fue Ela quien trajo la recolada del Exterior, los pequeninos la honraron dejándola unos instantes a solas ante el tronco del árbol de Plantador. Abrazó el fino tronco, deseando que hubiera más vida en él. ¿Estaba perdido ahora el aiua de Plantador, deambulando en la ausencia del lugar del Exterior? ¿O lo había tomado Dios con su propia alma y lo había llevado al cielo, donde Plantador estaba ahora reunido con los santos?

«Plantador, ruega por nosotros. Intercede por nosotros. Como mis venerados abuelos llevaron mi plegaria al Padre, ve ahora a Cristo y suplícale que se apiade de todos tus hermanos y hermanas. Que la recolada lleve a Cristal a la tercera vida, para que podamos, en buena fe, esparcirla por todo el mundo y reemplace a la asesina descolada. Entonces el león podrá yacer con el cordero, y podrá haber paz en este lugar.»