Valentine lo observó con atención. ¿Por qué hablaba unas veces con su propia voz y otras a través del ordenador? ¿Estaba el programa bajo su control, o no?
—El principio del ansible es que si se suspende un mesón en un campo magnético poderoso —dijo el Miro-ordenador—, si se rompen y se separan las dos partes todo lo que se quiera, el enlace filótico seguirá conectándolas. Si un fragmento gira o vibra, el rayo entre ellos gira y vibra, y el movimiento es detectable al otro extremo exactamente en el mismo momento. Los movimientos se transmiten a lo largo de todo el rayo de forma instantánea, aunque los dos fragmentos estén separados a años luz. Nadie sabe por qué funciona, pero nos alegramos de que así sea. Sin el ansible, no habría ninguna posibilidad de comunicación significativa entre los mundos humanos.
—Demonios, no hay ninguna comunicación significativa ahora tampoco —gruñó Jakt—. Y si no fuera por los ansibles, no habría ninguna flota dirigiéndose a Lusitania.
Valentine no atendió a Jakt. Estaba observando a Miro. Esta vez lo vio mover los labios y la mandíbula, leve, silenciosamente. De inmediato, después de que subvocalizara, la imagen computadorizada de Miro volvió a hablar. Estaba dando órdenes. Fue absurdo por su parte pensar lo contrario: ¿quién más podía estar controlando el ordenador?
—Es una jerarquía-respondió la imagen—. Cuanto más compleja es la estructura, más rápida es la respuesta al cambio. Parece como si cuanto más pequeña fuera la partícula, fuese más estúpida, o más lenta en comprender el hecho de que ahora forma parte de una estructura diferente.
—Ahora estás antropomorfizando —advirtió Valentine.
—Tal vez —convino Miro—. Tal vez no.
—Los seres humanos. son organismos —continuó la imagen—. Pero los enlaces filóticos humanos van más allá que los de ninguna otra forma de vida.
—Ahora estás hablando de eso que surgió en Ganges hace mil años —observó Valentine—. Nadie ha podido obtener resultados fiables de esos experimentos.
Los investigadores, todos hindúes, todos devotos, sostenían haber demostrado que los enlaces filóticos humanos, contrariamente al de otros organismos, no siempre se extienden de forma directa al núcleo del planeta para enlazarse con toda la otra vida y materia. En cambio, sostenían que los rayos filóticos de los seres humanos con frecuencia se entrelazaban con los de otros seres humanos, a menudo con sus familias, pero a veces entre maestros y estudiantes, y en ocasiones entre colaboradores cercanos, incluyendo los propios investigadores. Los gangeanos concluyeron que esta distinción entre humanos y otro tipo de vida animal o vegetal demostraba que las almas de algunos humanos se situaban literalmente en un plano superior, cercano a la perfección. Creían que los Perfectos se habían convertido en uno al igual que toda la vida era una con el mundo.
—Todo es muy místico y muy agradable, pero nadie excepto los hindúes de Ganges se lo toman ya en serio.
—Yo lo hago —acotó Miro.
—A cada uno lo suyo —dijo Jakt.
—No como religión —replicó Miro—. Como ciencia.
—Te refieres a la metafísica, ¿no? —preguntó Valentine.
Fue la imagen de Miro quien respondió.
—Las conexiones filóticas entre las personas son las que más rápidamente cambian, y los gangeanos demostraron que responden a la voluntad humana. Si tienes fuertes sentimientos que te atan a tu familia, entonces vuestros rayos filóticos se entrelazarán y seréis uno, exactamente de la misma forma que los distintos átomos de una molécula son uno.
Era una idea agradable. A Valentine se lo había parecido cuando la oyó por primera vez, tal vez hacía dos mil años, cuando Ender hablaba en nombre de un revolucionario asesinado en Mindanao. Entonces, Ender y ella especularon sobre si las pruebas gangeanas demostrarían que ellos estaban entrelazados, como hermano y hermana. Se preguntaron si esa conexión habría existido entre ambos cuando eran niños, y si había persistido cuando Ender fue llevado a la Escuela de Batalla y estuvieron separados durante seis años. A Ender le complació la idea, igual que a Valentine, pero después de aquella conversación el tema no volvió a surgir. La noción de conexiones filóticas entre personas quedó almacenada en la categoría de ideas lindas en su memoria.
—Es bonito pensar que la metáfora de la unidad humana podría tener una analogía física —admitió Valentine.
—¡Escuche! —dijo Miro.
Al parecer, no quería que descartara la idea como meramente «bonita».
Una vez más, la imagen habló por él.
—Si los gangeanos tienen razón, entonces cuando un ser humano elige un lazo con otra persona, cuando se compromete con una comunidad, no es sólo un fenómeno social. Es también un hecho físico. El filote, la partícula física más pequeña concebible, si podemos considerar algo que no tiene masa ni inercia física, responde a un acto de la voluntad humana.
—Por eso es tan difícil tomar en serio los experimentos de Ganges.
—Los experimentos de Ganges fueron cuidadosos y sinceros.
—Pero nadie más consiguió los mismos resultados.
—Nadie más los tomó lo bastante en serio para ejecutar los mismos experimentos. ¿Le sorprende eso?
—Sí —dijo Valentine. Pero entonces recordó cómo se ridiculizó la idea en la prensa científica, mientras que era aceptada inmediatamente en el ámbito de los lunáticos e incorporaba a docenas de religiones marginales. Una vez sucedido eso, ¿cómo podía esperar un científico tener una carrera si los demás lo consideraban defensor de una religión metafísica?—. No, supongo que no.
La imagen de Miro asintió.
—Si el rayo filótico enlaza en respuesta a la voluntad humana, ¿por qué no podemos suponer que todos los enlaces filóticos tienen voluntad? Cada partícula, toda materia y energía…, ¿por qué no podría ser cada fenómeno observable en el universo la conducta volitiva de los individuos?
—Ahora hemos ido más allá del hinduismo gangeano —señaló Valentine—. ¿Hasta qué punto debo tomarme esto en serio? Estás hablando de animismo. El tipo más primitivo de religión. Todo está vivo. Piedras y océanos y…
—No —la interrumpió Miro—. La vida es la vida.
—La vida es la vida —repitió el programa de ordenador—. La vida es cuando un solo filote tiene la fuerza de voluntad para unirse a las moléculas de una sola célula, para entrelazar sus rayos en uno. Un filote más fuerte puede unir muchas células en un solo organismo. Los más fuertes de todos son los seres inteligentes. Podemos conferir nuestras conexiones filóticas a donde queramos. La base filótica de la vida inteligente es aún más clara en las otras especies conscientes conocidas. Cuando un pequenino muere y pasa a la tercera vida, es la fuerte voluntad de su Pilote lo que conserva su identidad y la pasa del cadáver mamaloide al árbol viviente.
—Reencarnación —dijo Jakt—. El filote es el alma.
—Sucede con los cerdis, al menos —declaró Miro.
—Y con la reina colmena también —intervino la imagen—. La razón por la que descubrimos las conexiones filóticos en primer lugar fue porque vimos cómo los insectores se comunicaban entre sí más rápido que la luz: eso nos mostró que era posible. Los insectores individuales forman parte de la reina colmena: son como sus manos y pies, y ella es su mente, un vasto organismo con miles o millones de cuerpos. Y la única conexión entre ellos es el enlace de sus rayos filóticos.
Era una concepción del universo que Valentine nunca había considerado antes. Por supuesto, como biógrafa e historiadora, por lo general concebía las cosas en términos de personas y sociedades; aunque no era completamente ignorante en el tema de la filótica, tampoco tenía una formación profunda sobre el tema. Tal vez un físico advertiría de inmediato que toda esta idea era absurda. Pero claro, tal vez un físico estaría tan encerrado en el consenso de su comunidad científica que le resultaría más difícil aceptar una idea que transformaba el significado de todo lo que conocía. Aunque fuera cierta.