—Andrew ya le ha contado esa historia.
—Y yo ya he escrito sobre ella, en términos amplios. Ahora necesito el punto de vista personal. Quiero poder conseguir que otra gente conozca a esos seres llamados cerdis como personas. Y a ti también. Tengo que hacer que te conozcan como persona. Si es posible, sería conveniente que pudiera conseguir que te apreciaran. Entonces la Flota Lusitania parecerá lo que es: una reacción desorbitada y monstruosa a una amenaza que nunca existió.
—La flota supone el xenocidio.
—Eso he dicho en mi propaganda —apuntó Valentine.
Él no podía soportar su seguridad y su irrefutable fe en sí misma. Por eso tenía que contradecirla, y sólo podía hacerlo ofreciendo ideas en las que aún no había pensado completamente. Ideas que todavía eran solamente dudas a medio formar en su mente.
—La flota es también defensa propia.
Tuvo el efecto deseado: ella interrumpió su conferencia e incluso levantó las cejas, cuestionándolo. El problema era que Miro tenía ahora que explicar lo que había querido decir.
—La descolada. Es la forma de vida más peligrosa que existe.
—La respuesta a eso es cuarentena. No enviar una flota armada con el Pequeño Doctor y la capacidad de convertir a Lusitania y todos sus habitantes en polvo estelar microscópico.
—¿Está segura de que tiene razón?
—Estoy segura de que es un error que el Congreso Estelar pretenda aniquilar a otra especie inteligente.
—Los cerdis no pueden vivir sin la descolada —explicó Miro—, y si la descolada se extiende alguna vez a otro planeta, destruirá toda la vida allí. Lo hará.
Era un placer ver que Valentine podía parecer aturdida.
—Creía que el virus estaba contenido. Fueron tus abuelos quienes encontraron un medio de detenerlo, para que quedara dormido en los seres humanos.
—La descolada se adapta —dijo Miro—. Jane me contó que ya ha cambiado un par de veces. Mi madre y mi hermana Ela están trabajando en el tema, intentando adelantarse a la descolada. A veces parece que la descolada lo hace deliberadamente. Con inteligencia. Busca estrategias para sortear los productos químicos que usamos para contenerla e impedir que mate a la gente. Se está metiendo en las cosechas terrestres que los humanos necesitan para sobrevivir. Ahora hay que fumigarlas. ¿Encontrará la descolada una forma de vencer esas barreras?
Valentine guardó silencio. Ahora no hubo ninguna respuesta lenguaraz. No se había enfrentado a esta cuestión antes. Nadie lo había hecho, excepto Miro.
—No le he dicho esto ni siquiera a Jane —suspiró Miro—. Pero ¿y si la flota tiene razón? ¿Y si la única forma de salvar a la humanidad de la descolada es destruir Lusitania ahora?
—No —contestó Valentine—. Esto no tiene nada que ver con los propósitos por los que el Congreso Estelar envió la flota. Sus razones únicamente obedecen a la política interplanetaria, para demostrar a las colonias quién es el amo. Tiene que ver con una burocracia fuera de control y unos militares que…
—¡Escúcheme! —la interrumpió Miro—. Ha dicho que quería escuchar mis historias, escuche ésta: no importa cuáles sean sus razones. No importa que sean un atajo de bestias asesinas. No me preocupa. Lo que importa es: ¿deberían destruir Lusitania?
—¿Qué clase de persona eres? —preguntó Valentine.
Él percibió a la vez asombro y repulsa en su voz.
—Usted es la filósofa moral —dijo Miro—. Dígamelo usted. ¿Se supone que debemos amar tanto a los pequeninos para permitir que el virus destruya a toda la humanidad?
—Por supuesto que no. Simplemente, tendremos que encontrar un modo de neutralizar a la descolada.
—¿Y si no podemos?
—Entonces, pondremos a Lusitania en cuarentena. Aunque todos los seres humanos del planeta mueran, tu familia y la mía, no habremos destruido a los pequeninos.
—¿De verdad? ¿Qué hay de la reina colmena?
—Ender me dijo que se estaba restableciendo, pero…
—Contiene en sí misma una sociedad industrializada completa. Construirá naves espaciales y abandonará el planeta.
—¡No se llevaría a la descolada consigo!
—No tiene elección. La descolada está ya dentro de ella. Está dentro de mí.
Fue entonces cuando realmente la alcanzó. Percibió el miedo en sus ojos.
—Estará también en usted. Aunque corra de regreso a su nave y la selle y se mantenga apartada de la infección, cuando aterrice en Lusitania la descolada entrará en usted, en su marido y en sus hijos. Tendrán que ingerir los productos químicos con la comida y el agua, todos los días de su vida. Y nunca podrán marcharse de Lusitania o llevarán consigo la muerte y la destrucción.
—Supongo que sabíamos que era una posibilidad —admitió Valentine.
—Cuando partieron, sólo era una posibilidad. Pensábamos que pronto controlaríamos la descolada. Ahora ni siquiera están seguros de que puedan controlarla alguna vez. Y eso significa que nunca podrán salir de Lusitania cuando lleguen allí.
—Espero que nos guste el clima.
Miro estudió su rostro, la forma en que procesaba la información que le había suministrado. El miedo inicial había desaparecido. Era de nuevo ella misma, pensando.
—Eso es lo que creo —dijo Miro—. Creo que no importa lo terrible que sea el Congreso, no importa lo malignos que puedan ser sus planes; esa flota tal vez significará la salvación de la humanidad.
Valentine respondió pensativamente, escogiendo las palabras. Miro se alegró de verlo: ella era una persona que no contraatacaba sin pensar. Podía aprender.
—Comprendo que aunque los hechos recorran sólo un camino posible, podría llegar un momento en que…, pero es muy improbable. Para empezar, sabiendo esto, es bastante improbable que la reina colmena construya ninguna nave espacial que lleve la descolada fuera de Lusitania.
—¿Conoce usted a la reina colmena? —demandó Miro—. ¿La comprende?
—Aunque hiciera una cosa así —dijo Valentine—, tu madre y tu hermana siguen trabajando en el tema, ¿no? Para cuando lleguemos a Lusitania, para cuando la flota llegue a Lusitania, puede que hayan encontrado una manera de controlar a la descolada de una vez por todas.
—Y si lo hacen, ¿deberían usarla?
—¿Por qué no iban a hacerlo?
—¿Cómo podrían matar a todo el virus de la descolada? Es una parte integral del ciclo de vida de los pequeninos. Cuando la forma-cuerpo del pequenino muere, es el virus de la descolada lo que permite la transformación en el estado-árbol, lo que los cerdis llaman la tercera vida…, y es sólo en la tercera vida, siendo árboles, como los pequeninos machos pueden fecundar a las hembras. Si el virus desaparece, será imposible el paso a la tercera vida, y esta generación de cerdis será la última.
—Eso no lo hace imposible, sólo más difícil. Tu madre y tu hermana tienen que encontrar un medio de neutralizar la descolada en los seres humanos y las cosechas que necesitamos para comer, sin destruir su facultad de permitir a los pequeninos llegar a la edad adulta.
—Y tienen menos de quince años para hacerlo —le señaló Miro—. No es probable.
—Pero tampoco imposible.
—Sí. Hay una posibilidad. Y basándose en eso, ¿quiere deshacerse de la flota?
—La flota destruirá Lusitania, controlemos la descolada o no.
—Y vuelvo a decírselo: el motivo por el que ha sido enviada es irrelevante. No importa cuál sea la razón, la destrucción de Lusitania podría ser la única protección segura para el resto de la humanidad.
—Y yo digo que te equivocas.
—Usted es Demóstenes, ¿verdad? Andrew me lo dijo.
—Sí.
—Entonces, piense en la jerarquía de los Extraños. Los utlannings son extraños a nuestro mundo. Los framlings son extraños a nuestra propia especie, pero capaces de comunicarse con nosotros, capaces de coexistir con la humanidad. Los últimos son los varelse…, ¿y qué son?