– No -se adelantó ella-, no lo hagas.
– Todavía no te he dicho en qué consiste.
No le hacía falta. Podía leerlo en los ojos de él.
– No voy a acostarme contigo otra vez.
Por la reacción que tuvo, Tegan supo que había acertado. Pero Maverick no iba a darse por vencido tan fácilmente.
– ¿Por qué? Ya lo has hecho una vez.
– Eso fue un error que nunca volveré a cometer.
– Ojalá todos los errores fueran tan placenteros. Tú disfrutaste tanto como yo.
– Maverick, lo he estado pensando y… creo que deberíamos olvidarlo.
– Ése es mi problema -dijo él deteniéndose, levantándole la barbilla con una mano mientras con la otra tomaba la mano de ella-. No puedo olvidarlo. No puedo olvidar la sensación de tenerte tumbada junto a mí, el sabor de tu boca, el placer de estar dentro de ti.
Sus palabras estaban llenas de erotismo, de sensualidad, bañadas por los intensos recuerdos de la noche que habían pasado juntos.
– Sobre todo cuando siento cómo te corre la sangre por las venas ahora mismo -añadió Maverick.
– Lo que estoy es nerviosa. ¿Cómo quieres que esté tranquila aquí, delante de todo el mundo, en un lugar público?
– ¿Se te endurecen también los pechos cuando estás nerviosa?
«Sólo cuando estoy cerca de ti», pensó Tegan avergonzándose por su comentario, pero consciente de que no había forma alguna de negarlo.
– Me deseas -continuó Maverick-. Y yo te deseo a ti. ¿Por qué insistes en negar lo obvio?
– Porque no todo es tan sencillo.
– ¿Por qué no lo es? Me dijiste que no había ninguna otra persona.
– No, no es por eso.
¿Qué podía decirle?
– Trabajo para ti. No creo que acostarse con el jefe de una sea la mejor manera de mejorar profesionalmente.
– ¿Es eso lo que te preocupa? -preguntó él alzando la cabeza de Tegan y mirándola fijamente-. ¿Perder tu trabajo si lo nuestro termina?
– ¿Terminar? No hay nada entre nosotros que terminar.
– Claro que lo hay. Sólo porque te empeñes en negarlo no vas a cambiar la realidad. ¿Por qué haces todo tan difícil?
– Estoy intentando hacer las cosas bien.
– No, lo que estás haciendo es provocarme. Cuanto más te alejas de mí, más tengo que correr para alcanzarte.
– ¿Qué tengo que hacer para que no lo hagas?
– Muy fácil. Deja que las cosas sigan su curso.
– Claro, qué fácil es decirlo. De modo que yo me convierto en tu amante de forma indefinida y luego ¿qué? ¿Vuelvo a ser tu secretaria y tú mi jefe como si no hubiera pasado nada?
– Lo que estás haciendo ahora es justamente eso. Es condenadamente difícil trabajar contigo deseándote como te deseo. Si no te saco de mi cabeza… me voy a volver loco.
Tegan sabía perfectamente a qué se refería, porque a ella le sucedía lo mismo. Trabajar juntos, deseándose como se deseaban, siendo conscientes de lo que se estaban perdiendo por no estar juntos, era algo insoportable.
Ésa había sido la razón que le había impulsado aquella mañana a decirle a Maverick toda la verdad.
Pero, después de lo que había pasado en la reunión, había cambiado de opinión.
¿Creía él sinceramente que podrían tener una relación laboral normal cuando todo terminara entre ellos, después de todo lo que habían compartido y podrían compartir?
Había que estar loco para pensar algo así.
Pero… ¿y si tenía razón?
¿Y si era posible?
En ese caso, habría una oportunidad.
Tegan respiró profundamente, aspirando un aire cargado de sal, arena, vapor de agua y deseo.
– ¿Cuánto tiempo…? -empezó nerviosa-. ¿Cuánto tiempo tardarías en sacarme de tu cabeza?
Maverick la miró y en sus ojos Tegan percibió un tímido brillo de satisfacción.
– Dos semanas… tal vez tres.
– ¡Vaya! -exclamó Tegan intentando aliviar la tensión entre ambos-. ¡Cuánto tiempo!
– ¡Eh! -exclamó él poniendo las manos en los hombros de ella-. Tú me has preguntado, yo sólo intento ser sincero. No hago planes a largo plazo.
– ¿Me estás diciendo que, cuanto antes empecemos, antes conseguiremos cansarnos el uno del otro y antes podremos volver a la normalidad?
– Más o menos.
Tegan volvió la cabeza y contempló el mar. Desde luego, la idea parecía interesante. Morgan iba a tardar al menos seis semanas en regresar. En ese tiempo, Tegan podría cumplir su promesa con Phil Rogerson, seguir haciéndose pasar por su hermana y acostarse con Maverick por la noche. Para cuando Morgan regresara, todo habría terminado entre ellos.
Con aquella solución, podía ser una buena hermana, una buena profesional y satisfacer sus deseos.
Era la solución perfecta.
– En ese caso -dijo volviendo la cabeza hacia él para mirarlo-, cuanto antes empecemos, mejor.
Maverick la miró exultante. Quería gritar, quería que se enterara todo el mundo.
En cambio, lo que hizo fue atraerla hacia él y besarla.
Durante las próximas semanas, por tiempo indefinido, sería suya. Ella era todo cuanto necesitaba.
Además, no se parecía en nada a Tina. Ambas eran como la noche y el día. Todo sería diferente con Morgan. Con ella no cometería los errores que había cometido con Tina.
Maverick la abrazó más fuerte aún, absorbiendo su perfume, su olor, su deseo.
Dejó de besarla, consciente de que una playa pública no era lugar para consumar lo que tenía en mente.
– ¿Qué tenemos en la agenda el resto del día? -preguntó él mirándola.
– Nada que no podamos dejar para mañana -contestó ella con las mejillas enrojecidas y los ojos llenos de luz.
Maverick asintió complacido y, dándose la vuelta, la guió de regreso al coche.
Los negocios podían esperar.
Tenía cosas más importantes que hacer.
Capítulo 9
Aquello era un mundo de fantasía, un mundo que Tegan nunca había creído que fuera posible. Los días se habían convertido en un vehículo para disfrutar de una forma sorprendente y novedosa del mobiliario de la oficina. Las noches transcurrían en medio de un sinfín de experiencias sensuales.
Tegan estaba como hipnotizada por lo que él la estaba haciendo vivir, por la facilidad con que él la excitaba, por lo completa que se sentía cuando estaba dentro de ella.
Cada noche, él le pedía que se vistiera con un vestido nuevo cada vez, encargado especialmente para ella en las mejores firmas del mundo, la llevaba a cenar a los mejores restaurantes y, al final, regresaban a la isla privada de Maverick para hacer el amor durante horas.
Ir a trabajar nunca había sido tan emocionante. Dado que ya no era necesario atenerse a las pautas de comportamiento de Morgan, Tegan dio rienda suelta a su imaginación y empezó a vestirse con los trajes más sugerentes y atrevidos. Todo para avivar aún más la pasión, si eso era posible.
Eran las dos de la tarde cuando Tegan se sumergió en un baño de espuma después de haber estado haciendo el amor con Maverick. Cerró los ojos y se abandonó al placer que le producía el agua acariciando todas las partes de su cuerpo.
Por un momento, pensó que, vivir en un paraíso tan perfecto y emocionante como aquél, la estaba condenando de por vida, una vez que todo terminara, a buscar desesperadamente a otro hombre que pudiera llegar a hacerla sentir algo que fuera remotamente parecido que pudiera durar más de unas cuantas semanas.
– Estás tan preciosa que podría comerte ahora mismo.
Tegan abrió los ojos y vio a Maverick en la puerta del baño, con los ojos clavados en sus pechos, que sobresalían por encima de la superficie del agua. Sus pezones se irguieron en el acto al ver que él también estaba excitado.
– Pues entonces, ¿a qué esperas? ¡Cómeme!