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– ¿Qué estamos celebrando? -preguntó Tegan tomando la copa rebosante de champán y bebiendo un poco para que no se derramara sobre la cama-. ¿La firma del contrato?

– Por ejemplo -respondió él sentándose junto a ella-. O, mejor, podemos celebrar que estoy en la cama con la mujer más hermosa del mundo -añadió dándole un pequeño paquete con la firma de Bulgari.

– Ya te he dicho que no quiero que me hagas regalos.

– Quería hacerlo. Ábrelo.

Tegan desató el nudo, quitó el lazo que lo rodeaba y, al abrirlo, vio asombrada un brazalete de diamantes.

– ¿No te gusta?

– Es precioso -admitió Tegan notando que su corazón estaba empezando a romperse-. Pero no me lo merezco.

– Yo creo que te lo mereces todo -replicó Maverick sacando el brazalete de su caja y poniéndoselo a Tegan en la muñeca-. ¡Por ti! -exclamó él bebiendo un poco de champán.

Tegan sintió las manos de él recorrer su cuello. Allí estaba ella, bebiendo una copa del mejor champán del mundo, en la cama con un hombre increíble, todavía con su sabor en los labios y el cuerpo agotado por el sexo. Y, sin embargo, dentro de ella, sabía que todo estaba a punto de terminarse.

¿Había alguna forma de salvar aquella historia? Si, al menos, él sintiera algo por ella… Aquel beso, aquellos regalos, ¿sólo eran producto de la pasión o escondían algo más?

– ¿No te gusta el champán? -preguntó él.

– Maverick… -empezó Tegan sabiendo que el momento había llegado-. Tengo algo que decirte.

– Eso me suena mal -dijo Maverick confuso dejando a un lado la copa de champán-. ¿Qué ocurre?

– Muchas cosas… -titubeó ella sin saber de qué forma podía decirle la verdad, decirle que estaba embarazada.

Entonces, se dio cuenta de que antes necesitaba descubrir si él sentía algo por ella. Tal vez saberlo no supusiera ninguna diferencia, puede que todo se acabara de todas formas, pero, al menos, si lo que habían compartido juntos durante aquellas semanas había sido algo más que sexo y deseo, Tegan podría guardarlo como un tesoro toda su vida.

– Cuando todo esto empezó… -comenzó indecisa-, dijiste que no duraría más de dos o tres semanas.

– ¿Te molesta que estemos tan bien juntos?

– Por supuesto que no…

Tegan empezaba a notar la confusión de él, pero debía seguir la conversación de la mejor manera posible.

– Pero… No entiendo lo que está pasando -dijo Tegan.

– ¿Qué hay que entender? -preguntó Maverick besándola-. Estamos juntos, tenemos una relación y el sexo es maravilloso. ¿Qué más hay que saber? ¿Por qué complicar las cosas?

Tegan lo miró mientras las últimas palabras que había pronunciado Maverick se hundían en su corazón como una fría espada. No había nada que hacer. Para él, aquello no era más que una relación pasajera llena de pasión que antes o después acabaría por terminarse.

– No, claro, no hay ninguna razón -disimuló Tegan-. Simplemente, me sorprende que todavía no se haya acabado. Parecías tan seguro de que sólo duraría un par de semanas…

– Yo estoy tan sorprendido como tú, pero… ¿qué le vamos a hacer?

– Me gustaría hacerte una pregunta, ¿qué ocurrió con aquella mujer? ¿Qué fue lo que te hizo tanto daño?

– ¿Tina? Olvídalo. Era una falsa y una mentirosa. Se quedó embarazada y…

El sonido del móvil interrumpió la conversación. Maverick lo tomó para comprobar quién estaba llamando y, al verlo, respondió a la llamada.

– Espera un momento, es Nell.

Tegan asintió tímidamente, pero estaba muy lejos de allí. No hacía más que repetirse las palabras que acababa de decirle.

«Se quedó embarazada… Era una mentirosa…», resonaba en su cabeza una y otra vez.

Si aquello era todo lo que había sucedido, ya no quedaba ninguna esperanza.

El corazón de Tegan se quebró.

Capítulo 10

Tegan se levantó de la cama dispuesta a vestirse, reunir fuerzas y decirle a Maverick toda la verdad en cuanto terminara de hablar por teléfono.

– ¡Has estado fuera! -exclamó la abuela de él al otro lado del aparato.

– Sí, he estado unos días en Italia -admitió Maverick con un vago sentimiento de culpabilidad levantándose de la cama y apoyándose en el cristal de la ventana, desde donde se veía la ciudad envuelta en la oscuridad de la noche-. Te lo dije antes de irme, ¿no te acuerdas?

– Bueno, eso ya no importa -contestó ella dando largas al asunto-. Lo importante es que he encontrado una solución para estas Navidades.

Maverick suspiró ante la expectativa de que su abuela volviera a sacar el tema de sus padres.

– ¿Qué se te ha ocurrido? -preguntó con resignación.

– No entiendo cómo no se te ocurrió antes. Aunque, ahora que lo pienso, a lo mejor lo hiciste y lo has estado guardando en secreto para darme una sorpresa… ¿Es eso?

– ¿De qué estás hablando? -insistió él empezando a perder la paciencia.

– Vanessa. Hablo de Vanessa. ¿Por qué no le pides que venga a comer con nosotros? Estoy segura de que estará encantada.

– ¿No se te ha ocurrido que seguramente ella ya habrá hecho planes? -preguntó Maverick dándose la vuelta y sorprendiéndose al verla vestida y poniéndose los zapatos.

¿Es que pretendía marcharse? ¿No iba a quedarse con él?

– ¿Es que no se lo has preguntado todavía?

– Abuela, es mi secretaria.

Al escuchar el comentario de Maverick, Tegan lo miró atentamente con los zapatos en la mano.

– ¿Y qué quieres decir con eso? ¿Es que ella no celebra las Navidades? -continuó Nell-. Además, me he fijado en cómo la miras. Estás loco por ella. Serás un estúpido si dejas que se te escape.

Por un momento, Maverick sopesó la idea de su abuela. No era tan descabellada. Morgan podría conseguir que su abuela disfrutara de las fiestas como hacía mucho tiempo que no lo hacía.

– De acuerdo, abuela -accedió él-. Pero tengo una idea mejor. Hemos organizado una comida de Navidad con la gente del proyecto del Royalty Cove, será fantástica y Vanessa estará allí. Te lo prometo.

Maverick quedó en llamarla al día siguiente, colgó el teléfono y miró a Morgan. Parecía nerviosa, o preocupada por algo.

– Maverick, tengo que… -dijo ella acercándose a él.

– Vendrás a la comida de Navidad del Royalty Cove, ¿verdad?

– ¿Perdón? -preguntó Tegan sorprendida.

– La comida de Navidad… Nell quiere celebrar estas Navidades como Dios manda y le gustaría que estuvieras allí. He pensado que la mejor solución es llevarla a la comida de la gente del Royalty Cove. No será el día de Navidad, pero seguro que Nell ni siquiera se da cuenta.

– No creo que… -empezó a decir Tegan negando con la cabeza.

– Le harías a Nell un gran favor. Lleva años insistiendo con lo mismo. Estar contigo sería como un regalo para ella.

– ¿Por qué haces esto? -preguntó ella exasperada.

– ¿Hacer qué? A Nell le caes bien. Además, ibas a asistir a esa comida de todas formas -dijo posando su mano en el hombro de ella-. A mí también me gustaría mucho que fueras.

«Cuando sepas la verdad, no tendrás tantas ganas de que vaya a esa comida contigo», pensó Tegan.

– No sé si podré hacerlo.

– ¡Claro que podrás! Es una comida de trabajo.

– Pero es un sábado. No estoy obligada a ir.

– Pero a mí me gustaría mucho que fueras, y a Nell también. Y te advierto que cuando se le mete algo en la cabeza no se da por vencida. Nunca ha aceptado un no por respuesta.

– Ya veo que lo lleváis en los genes.

¿Es que nunca iba a poder librarse de aquella mentira? Cuanto más lo intentaba, más profunda y peligrosa se hacía.

– Hacer a mi abuela feliz significa mucho para mí -añadió Maverick.