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Maverick dejó las bolsas con las compras que había hecho en el asiento de atrás del coche y arrancó su Mercedes con un gesto de satisfacción. Era la primera vez en mucho tiempo que se sentía realmente contento en Navidades. Por primera vez, estaba deseando pasarlas con su abuela.

Y todo se lo debía a Nell. Aunque fuera difícil aceptarlo, había tenido una idea excelente. Puede que no fuera el día de Navidad propiamente dicho, pero era el mejor plan que había tenido en mucho tiempo. Era más que suficiente.

Maverick abrió la ventanilla del coche y sintió al aire jugando con su pelo. Estaba deseando ver a Morgan. Se había acostumbrado a tenerla cerca. ¿Quién lo hubiera dicho unas semanas atrás? ¿Quién hubiera podido predecir que acabaría teniendo una historia con su secretaria, una historia tan larga? Lo más sorprendente, era que no tenía ningún deseo de que terminara. Disfrutaba de Morgan cada segundo que pasaba con ella.

Tal era la plenitud que sentía a su lado que había intentado convencerla para acompañarla a su casa y recibir a su hermana, pero ella había insistido en hacerlo sola. Y, aunque sabía que iba a verla muy pronto, había pasado toda la noche pensando en ella, tocando su lado de la cama, intentando descubrir restos de su olor entre las sábanas. Por primera vez en varias semanas, se había despertado sin tenerla entre sus brazos. Y no le había gustado. Se había sentido solo.

Maverick miró la carretera y se dio cuenta de que no podía esperar hasta las doce. Necesitaba verla cuanto antes. Además, no tenía sentido que Morgan fuera hasta la casa de él cuando la residencia de Nell y el restaurante estaban, justamente, en la dirección contraria.

Ir a buscarla era una idea mucho mejor. Y si conseguían encontrar un rato antes de ir a buscar a Nell… Entonces sería redondo.

Cuando llamó por primera vez a la puerta, no hubo respuesta. Estaba pensando en que debería haberla llamado por teléfono antes de presentarse en su casa cuando la puerta se abrió.

– Feliz Navidad, Morgan -dijo Maverick extendiendo la mano con un pequeño regalo.

Su secretaria apenas reaccionó, como si estuviera en estado de shock. Entonces, Maverick reparó en su pierna. Estaba escayolada.

– ¿Qué te ha pasado? -preguntó él sorprendido-. ¿Por qué no me has llamado?

Algo se movió dentro del apartamento. De pronto, una mujer apareció vestida con un traje muy elegante y con una toalla enrollada en la cabeza.

¡También era Morgan!

Las dos lo miraban como si el aire se hubiera detenido súbitamente, como si se hubieran quedado paralizadas.

Maverick sabía que Morgan tenía una hermana, pero… ¿qué diablos significaba aquello?

La mujer que le había abierto la puerta se volvió hacia la otra.

– ¡Oh, Tiggy! ¡Lo siento!

Capítulo 11

– ¿Qué diablos está pasando aquí? -preguntó Maverick en tono agresivo. Tegan tragó saliva y deseó que se la tragara la tierra. No estaba en absoluto preparada para aquello. Entonces, se dio cuenta de que su hermana estaba en la puerta, frente a él, y que estaría todavía más nerviosa que ella.

– Maverick, todo es culpa mía -dijo Tegan dando un paso al frente.

– No -replicó Morgan desde la puerta-. La culpa es mía.

– ¿Qué es culpa vuestra? -preguntó Maverick sin moverse.

– ¡Todo! -exclamaron ambas a la vez.

Maverick no entendía nada de lo que estaba pasando, pero, a pesar del increíble parecido entre las dos, sabía perfectamente que la mujer a la que había ido a ver era la que estaba al fondo del apartamento con una toalla enrollada en la cabeza.

– Morgan, ¿qué demonios está pasando? -preguntó dirigiéndose a ella.

– Ésa es la cuestión -contestó Tegan con los ojos llenos de pánico-. Yo no soy Morgan.

– ¿Qué no eres Morgan? ¿Y cómo quieres que te llame? ¿Vanessa?

– Iba a contártelo todo hoy después de comer, pero, ya que estás aquí… Mi nombre es Tegan -admitió-. Morgan es ella -añadió señalando a su hermana, que se había apartado ligeramente de la puerta.

– ¿Se puede saber a qué habéis estado jugando vosotras dos?

– Lo siento -contestó Morgan-. Intercambiamos los papeles. Tiggy se hizo pasar por mí. Se suponía que yo sólo iba a estar fuera una semana.

– ¿Y pensasteis que os podríais salir con la vuestra?

– Se suponía que no estarías en la oficina en toda la semana, que ibas a estar en Milán -contestó Morgan-. No era mala idea. Pero, entonces, tuve un accidente, me ingresaron en un hospital y no he podido volver hasta ahora.

Entonces, Maverick lo entendió todo.

¿Cómo no se había dado cuenta? Con razón aquella primera semana había notado a su secretaria tan distinta, con razón se había sentido atraído de repente por sus piernas. ¡No era la misma persona!

– ¿Y pensaste que podríais seguir engañándome eternamente?

– No quería, pero no tuve otra opción. Tegan aceptó ocupar mi lugar y salvar mi trabajo, y de esa manera…

– ¿Tu trabajo? -preguntó Maverick en tono sarcástico-. ¿Sigues creyendo que tienes un trabajo? Debes de estar realmente loca.

La mujer que había estado a su lado las últimas siete semanas, haciéndose pasar por su secretaria, dio un paso al frente y tomó el brazo de su hermana para darle ánimos.

– No hace falta ponerse así -dijo Tegan-. ¿No ves que lo está pasando muy mal?

– ¿Y tú? -preguntó él-. ¿Por qué te entrometes?

– Porque es mi hermana. Fui yo la que acepté hacerme pasar por ella. Es conmigo con quien deberías enfadarte, no con ella.

– Deberías habérmelo dicho el primer día.

– ¿Y crees que yo no quería hacerlo? ¿Qué me gustaba la situación? ¡Por supuesto que no! Pero no pude hacerlo. Mi hermana me lo había pedido y yo se lo debía. No pude hacerlo.

– Se lo debías… ¿Y qué hay del trabajo? ¿Pensasteis alguna de las dos en el trabajo?

– Cumplí con el trabajo. Y lo hice perfectamente, lo sabes de sobra. Si no hubieras sido tan cabezota y le hubieras concedido a mi hermana una semana de vacaciones para que pudiera ir a la boda de su mejor amiga, nada de esto habría pasado.

– No era buena idea.

– ¿No era buena idea? ¿Es que no podías hacer una excepción? ¿Esperabas en serio que Morgan sacrificara toda su vida, incluso a su mejor amiga?

– No te vayas por las ramas -dijo Maverick retomando la razón principal de su enfado al darse cuenta de que empezaba a sentirse culpable-. Has estado todas estas semanas haciéndote pasar por ella sin decirme nada. Es intolerable.

– No hace falta que lo repitas, ya estoy pagando las consecuencias.

Maverick miró a las dos mujeres atentamente. Eran prácticamente idénticas, las mismas facciones, los mismos gestos… Sin embargo, mientras una tenía el rostro pálido y el semblante asustado, la otra le miraba desafiante, con el rostro acalorado y la respiración agitada. ¿Cómo no había percibido antes la diferencia? Teniendo a las dos frente a él, se dio cuenta de que Morgan era… Morgan, la misma secretaria profesional que había trabajado con él durante un año y medio pero que, como mujer, le resultaba indiferente. Tegan, en cambio, era completamente distinta a su hermana. Le había bastado estar un solo día en la oficina para cambiarlo todo.

¿Cómo había sido tan estúpido cuando eran como la noche y el día? ¿En qué había estado pensando?

Maverick hizo un acto de contrición. En sus piernas. Había sido ver aquellas piernas extendidas, trepando por encima del escritorio, lo que le había vuelto loco y le había hecho olvidar todos sus principios acerca de las relaciones íntimas entre compañeros de trabajo. Había sido eso lo que le había hecho olvidar que aquella mujer era su secretaria, había sido eso lo que había destruido dentro de su cabeza cualquier otro objetivo que no fuera llevársela a la cama.

Antes de que pudiera responder, Tegan soltó a su hermana, se llevó la mano a la boca y, tapándosela con los ojos cerrados, huyó corriendo para desaparecer detrás de una puerta.