Выбрать главу

– Trabajo aquí -contestó ella volviéndose para seguir trabajando.

– Pensé que ya te habrías ido a casa.

– Llegué tarde, ¿recuerdas? Estoy compensando el tiempo que perdí esta mañana.

Pero Maverick no estaba escuchando. Lo que hacía era mirar su boca, sus labios perfilados y sensuales que parecían estar invitándolo. Tenía que averiguar qué más secretos ocultaba su secretaria.

Ignorándole, Tegan tomó otra hoja de papel y la leyó detenidamente.

– Ya has trabajado en la hora de la comida -dijo Maverick acercándose a ella, sintiendo el embriagador aroma de su perfume y saboreándolo como si fuera vino.

Además, tenía el pelo distinto. Por lo general, Morgan lo llevaba siempre bien sujeto para que no se moviera ni un mechón de su sitio en todo el día. Sin embargo, aquel día, se había rebelado, parecía estar buscando su lugar, derramándose por sus hombros y su rostro.

– ¿No has comido?

– He llegado tarde. Pensé que salir a comer sería imperdonable por mi parte -contestó Tegan con un toque de ironía en la voz.

¿Por qué se estaba sonrojando? ¿Por qué ni siquiera se había vuelto a mirarlo? No parecía estar furiosa, sino… nerviosa por su cercanía. ¿Qué creía ella que le iba a hacer? Sólo era su secretaria, por el amor de Dios.

Tegan dejó el documento que había estado leyendo sobre la mesa y empezó a teclear en el ordenador para hacer algunas anotaciones. Pero entonces, de repente, Maverick apagó la pantalla.

– ¿Qué estás haciendo? ¡No he terminado!

– ¿Y qué crees que estás haciendo tú?

– ¿A ti qué te parece? ¿Qué me estoy bañando?

Maverick palideció súbitamente sólo de pensarlo. La tentación de hacer una estupidez, como acercarse a ella todavía más y comprobar si aquellos labios eran tan sabrosos como parecían, era cada vez más peligrosa.

– Un baño… -murmuró Maverick-. Es una buena idea después del día de hoy.

Por un momento, creyó observar un destello en los ojos de ella, como si compartiera con él el mismo deseo.

– Lo siento -se disculpó Tegan-, no debí haber dicho eso. Sólo estaba terminando algunas cosas antes de irme a casa.

– Qué extraño, siempre haces estas cosas nada más llegar.

– Ah… Bueno… -dudó Tegan intentando pensar una respuesta-. Sí, suelo hacerlo por la mañana. Pero, dado que he llegado tarde y ahora tenía tiempo libre, pensé en adelantar trabajo para mañana -mintió con la esperanza de que él se lo creyera-. De todas formas, se ha hecho muy tarde. Creo que me voy a ir a casa.

Tegan apagó el ordenador, metió sus cosas en el bolso y tomó el iPod de la mesa.

– Por cierto, Phil Rogerson confirmó la reunión de mañana -dijo sin mirarlo-. A las diez en su oficina. Los abogados también. Está todo arreglado. Buenas noches. Hasta mañana.

Estaba mirando cómo su secretaria se dirigía a los ascensores cuando se dio cuenta de que no quería cenar solo. Lo que quería era pasar la noche con aquella impresionante mujer.

– ¡Morgan!

Su exclamación hizo que se detuviera, que tomara aire y que se diera la vuelta lentamente.

– ¿Sí?

– Ven a cenar conmigo.

Capítulo 3

– No -respondió Tegan instintivamente.

Inquieta, se dio la vuelta de nuevo, recorrió la distancia que la separaba de los ascensores y pulsó el botón con tanta fuerza que casi estuvo a punto de atravesar la pared.

De espaldas, sintió que él se acercaba despacio, llegaba hasta ella y posaba la mano en su cintura para detenerla.

– ¿Eso es todo? -preguntó Maverick-. ¿Simplemente, no?

Incluso a través de la ropa, Tegan podía sentir el calor que desprendía la palma de su mano, amenazando con quebrantar su decisión de marcharse de allí a toda prisa.

– ¿Qué pasa? -preguntó Tegan mirándolo, esforzándose en que no se notara el desasosiego que le producía su mano-. ¿No estás acostumbrado a que te digan que no?

– Has quedado con alguien, ¿verdad?

¿Se podía ser más arrogante? Maverick parecía ser de esa clase de personas convencidas de que una mujer sólo podía sentirse realizada en compañía de un hombre. Sobre todo cuando la compañía era él.

Tenía ganas de echarse a reír, pero el calor de la palma de su mano en la cintura de ella estaba quebrantando su firmeza. Debía controlarse antes de responder.

¿Y qué podía decirle? ¿Qué tenía novio? En ese caso, Morgan tendría que asumir el engaño cuando regresara.

Tegan negó con la cabeza para no contribuir a hacer aquel engaño más grande todavía.

– ¿Por qué no cenas conmigo entonces?

– No creo que sea una buena idea.

– No has comido en todo el día.

– Me tomé una manzana -apuntó Tegan nerviosa.

– Mmm… Seguro que estaba deliciosa… Pero no es suficiente.

– Y cenaré cuando llegue a casa.

– No, será mejor que cenes conmigo y luego te lleve a casa.

– Ya te he dicho que no me parece buena idea.

– ¿Por qué no?

«Porque no soy quien tú crees que soy, porque sólo le hará las cosas más complicadas a Morgan», pensó Tegan.

– ¡Por qué no quiero! -exclamó finalmente, incapaz de encontrar una respuesta mejor-. No puedes obligarme.

– Sólo es una cena.

Ciertamente, parecía lo más inofensivo del mundo, pero dicho por él, mientras su mano fundía su sensatez con el calor de su masculinidad, era algo peligroso. Él hablaba de una cena, de una simple comida, pero lo que ella se imaginaba era otra cosa, lo que ella quería era otra cosa muy distinta. Si Maverick era capaz de hacerla sentir de aquella manera sólo con rozarle la cintura, ¿qué podría ocurrir si accedía a cenar con él?

Tenía que salir de allí antes de que él consiguiera convencerla.

– Quiero irme -dijo Tegan simulando una firmeza que, en realidad, no tenía.

Como si el cielo hubiera escuchado sus plegarias, el timbre del ascensor sonó y las puertas se abrieron.

Era su oportunidad.

Sin dudar un segundo, Tegan decidió entrar en el ascensor lo más rápidamente posible. Quería alejarse de él, de sus ojos, de aquella mano que le estaba quemando.

No esperaba que él cediera tan fácilmente, de modo que hizo un movimiento brusco para separarse de él, para que le soltara la cintura. Pero estaba tan nerviosa, que lo único que consiguió fue perder el equilibrio.

Y habría caído de bruces en el suelo de no haber sido porque él, haciendo gala de unos extraordinarios reflejos, la sujetó por el brazo, la atrajo hacia él y evitó que se cayera.

– ¿Estás bien? -le murmuró al oído, rozándole el pelo con su pómulo y exhalando su respiración en la piel de ella.

Desorientada, Tegan tardó unos segundos en reaccionar. Su cuerpo estaba pegado con el de él, podía sentir su pecho, sus brazos, sus manos… Pero estaba tranquila. Su corazón latía con normalidad, los pulmones bombeaban aire al ritmo habitual…

– Gracias… -susurró finalmente.

Sintiéndose con fuerzas, Tegan intentó separarse de él. Sin embargo, al hacerlo, posó la mano sobre su pecho y sintió, durante unos segundos, su corazón latiendo apresuradamente. Lo miró, y cayó hechizada por aquellos ojos oscuros, profundos, llenos de energía, llenos de deseo.

No era a ella a quien deseaba, en realidad, sino a su hermana, a Morgan. Era con ella con quien quería estar.

Pero, en aquellos momentos, con los ojos de él mirando la boca de ella, eso no le importaba lo más mínimo. Maverick quería besar a Morgan, pero era ella, Tegan, quien iba a disfrutarlo, quien le iba a dejar hacerlo.

Cuando Maverick tomó su barbilla y le alzó levemente la cabeza, Tegan estaba ya tan entregada que abrió los labios sin darse cuenta de que las puertas del ascensor se estaban cerrando de nuevo, bloqueando su única vía de escape.

Pero ella ya no estaba pensando en escapar, sino en él. En que la besara.