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– Ya la conoces, le gusta ser diferente. Va a ser una boda increíble. Muchas gracias por hacerme este favor, gracias a ti puedo estar aquí.

– ¡Deja ya de darme las gracias! No puedes dejarme sola de esta manera. ¡No con Maverick aquí! No puede salir bien.

– ¡Eh! Me lo prometiste, ¿recuerdas?

– Eso fue porque creí que él no estaría aquí. Pero todo ha cambiado. ¿Es que no te das cuenta de que no puede salir bien? ¿No ves que es necesario que vuelvas?

Al otro lado del teléfono no se escuchaba nada, sólo un silencio desolador.

– ¿Morgan?

– Sí, hermanita, aquí estoy. Sólo estaba pensando. Mira, incluso si tomara el primer vuelo mañana por la mañana, no llegaría ahí hasta el miércoles.

– ¿Y?

– Eso quiere decir que, al menos, tendrás que seguir con todo esto dos días más.

– ¡Dos días!

– Mira, si estuvisteis juntos todo el día y no se dio cuenta de nada, las probabilidades de que…

– ¿De qué? ¿Qué te hace pensar que no se dará cuenta de todo mañana?

– Hoy has hecho lo más difícil. Mañana será, simplemente, un día más para él.

– Pero… estarás aquí el miércoles, ¿verdad?

– Tiggy, si puedes aguantarlo dos días, ¿por qué te es tan difícil hacerlo una semana?

– ¡No! ¡Tú no lo entiendes! ¡No puedo trabajar con él!

– Sé que a veces puede ser una persona difícil y exigente, pero tú puedes hacerlo, sé que puedes.

– Morgan, no es el trabajo lo que me preocupa.

Tegan volvió a escuchar de nuevo aquel incómodo silencio.

– ¿Morgan?

– ¿Qué quieres decir? -preguntó finalmente su hermana.

– Siempre que me hablabas de él, me decías lo terrible que era trabajar con él. Déjame hacerte una pregunta un poco tonta, ¿alguna vez te pidió salir con él?

– ¿Salir con él? ¿Estás bromeando? Maverick nunca dejaría que le vieran con su secretaria. Me lo dejó muy claro desde el primer día. Me advirtió que me despediría en el acto en cuanto intentara algo con él. Además, a mí me pareció bien, no es mi tipo.

– ¿Quieres decir que nunca ha mostrado el más mínimo interés en ti?

– Por supuesto que no. ¿Qué pasa? ¿Es que te ha hecho proposiciones o algo así?

Tegan siempre había sido sincera con su hermana. Pero, en aquella ocasión, no podía decirle toda la verdad.

– Bueno… Algo así.

– Pues no te preocupes, olvídalo. Para Maverick, no liarse con su secretaria es como un mandamiento escrito a fuego. Según parece, hace años se dejó llevar, la historia acabó muy mal y se prometió que nunca volvería a caer en el mismo error. De modo que, hermanita, puedes estar tranquila. No sé lo que ha pasado, pero seguro que lo has exagerado.

«Si tu supieras…», pensó Tegan.

Sin embargo, si lo que había dicho su hermana era cierto, en aquellos momentos, Maverick seguramente estaría arrepintiéndose tanto como ella de lo que había sucedido. Tal vez por eso la había llamado por teléfono, para disculparse y prometerle que no volvería a pasar.

¡Y ella le había colgado! Bueno, al menos eso le haría entrar en razón y le demostraría que ella no estaba dispuesta a que volviera a ocurrir.

Tegan dejó que su hermana parloteara durante un rato sobre la boda, el tiempo y el paisaje de Hawai. No podía obligar a su hermana a renunciar a todo eso. Después de todo lo que había hecho, lo que había luchado por el padre de ambas, se lo merecía.

¿Por qué no había sido James Maverick capaz de verlo igual que ella? De haberlo hecho, le habría dado a su hermana aquella maldita semana de vacaciones y Tegan no habría tenido ningún problema.

Cuando, a la mañana siguiente, Maverick llegó a la oficina, Tegan ya estaba allí.

– Buenos días -le saludó ella sin mirarlo, tecleando en su ordenador impasible.

Pero a él no le importó. Si ella estaba dispuesta a olvidar lo que había ocurrido el día anterior, a él le parecía más que bien.

Entró en su despacho, se sentó y observó durante unos minutos la bahía.

– Perdón, ¿interrumpo?

– No -contestó dándose la vuelta y viendo que era su secretaria.

– Aquí está la agenda de hoy y el correo -dijo Tegan dejando un montón de sobres en su escritorio.

Maverick observó a su secretaria. Había vuelto de nuevo a sus trajes sobrios y horriblemente profesionales, ésos que ocultaban las curvas que él sabía que ella tenía.

– Morgan, asegúrate de que la gente de Rogerson tenga una copia de esto antes de la reunión -dijo señalando un informe-. Por cierto, necesitaré que vengas conmigo para tomar algunas notas. ¿Puedes estar lista dentro de una hora?

– Por supuesto -contestó ella muy seria antes de salir del despacho.

Era un alivio que su secretaria hubiera rectificado en su actitud y hubiera vuelto a ser la eficiencia y la profesionalidad personificadas. El traje que se había puesto y su actitud eran un mensaje evidente hacia él, un mensaje indicando que se mantuviera a distancia.

Y eso era, exactamente, lo que él iba a hacer.

– Rogerson se las sabe todas -dijo Maverick mientras conducía su Mercedes SLK negro descapotable por la autopista de la bahía-. Es de la vieja escuela. Ya antes de que le diera el ataque a Giuseppe no las tenía todas consigo. Ahora mismo debe de estar completamente a la defensiva. Debemos darle algo, algo que le dé seguridad.

Sentada en el asiento del acompañante, Tegan veía pasar los edificios a toda velocidad mientras el olor de los asientos de cuero y el perfume masculino de Maverick se mezclaban para dibujar frente a ella la imagen de un hombre atractivo, poderoso y rebosante de testosterona. Era una combinación explosiva y peligrosa.

Pero ella se había propuesto que nada de aquello le afectara. Tenía que cumplir con su papel de secretaria y preocuparse únicamente del trabajo.

– ¿Y qué sucederá si Rogerson no está por la labor? -preguntó Tegan observando el paisaje para no tener que mirarle a los ojos-. ¿Y si accede pero el proyecto de Zeppabanca no sale?

– Saldrá adelante, estoy seguro. Pero Rogerson tiene otras dos propuestas encima de la mesa. En la reunión de hoy debemos actuar con inteligencia y adelantarnos.

– ¿Por qué tiene que ser él? Hay muchos constructores en la ciudad.

– Cierto, pero no quiero a nadie más. Lo quiero a él. Me fío de él. Puede que sea conservador, pero es escrupulosamente honesto y eso, en este sector, vale su peso en oro. Además, lo que hace, lo hace bien, le gusta la calidad, no la cantidad. Y eso es precisamente lo que necesito. El Royalty Cove va a ser el edificio de la década, quiero que lo sea y que sea él quien lo construya.

Maverick giró a la derecha y entró en una calle un poco más estrecha con edificios bajos de oficinas. En uno de ellos podía leerse el letrero Rogerson Developments. Maverick detuvo el coche frente al edificio.

– Un sitio modesto -apuntó Tegan saliendo del coche.

– Así es Rogerson. Nadie podría imaginarse que, en realidad, es multimillonario.

Una vez en la sala de reuniones, Tegan se sorprendió aún más al conocer al hombre en persona. Llevaba un traje viejo que había visto días mejores, tenía la piel ligeramente tostada y el pelo canoso. En general, parecía un hombre normal y corriente. Sin embargo, sus ojos azules transmitían algo especial. Además, de alguna forma, sus rasgos le resultaban familiares, como si le hubiera visto en alguna parte.

– Por fin nos conocemos -dijo Rogerson con una amplia sonrisa extendiendo su mano hacia ella-. Maverick la tiene encerrada en su oficina, ahora entiendo por qué. Me alegro de que haya decidido dejarla salir unas horas.

Parecía un anciano bondadoso y servicial, no un eminente y millonario constructor. Tegan le devolvió el saludo preguntándose dónde había visto a aquel hombre.

El equipo de abogados llegó a los pocos minutos junto con el resto del equipo de Maverick. Se presentaron unos a otros y tomaron asiento en torno a una mesa repleta de pequeñas botellas de agua, finos vasos de cristal y delicadas servilletas.