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¡Cielos!

Se había olvidado del café de Maverick.

Estaba helado.

¿Qué estaba haciendo Morgan? ¿De qué demonios estaba hablando con Rogerson? ¿Por qué sonreía tanto? A él nunca le había sonreído así.

Cuando Rogerson posó su mano sobre el hombro de su secretaria, empezó a hervirle la sangre en las venas.

– Maverick, ¿quiere añadir algo?

El jefe de su equipo de abogados le estaba mirando fijamente, esperando una respuesta.

– No, nada más.

¿De qué había estado hablando con él? Si había hecho o dicho algo para poner en peligro el proyecto, se lo haría pagar.

Su secretaria se sentó junto a él al fin y le puso sobre la mesa una taza de café. La sonrisa que había observado en ella mientras hablaba con Rogerson había desaparecido.

– Bueno -dijo Rogerson-, no veo ninguna necesidad de que sigamos perdiendo el tiempo. ¿Qué opinas, Maverick?

Maverick miró de reojo a su secretaria.

¿Qué demonios le había dicho?

– Señor Rogerson -dijo Maverick apartando el café con la mano, incapaz de beber nada-. Eso depende de lo que usted decida.

– Tiene toda la razón. Lo he estado pensando y he tomado una decisión. No voy a aceptar la garantía personal que me ha ofrecido.

Capítulo 5

Algo dentro de Maverick se quebró como el cristal. Morgan había firmado su sentencia de muerte.

Había estado trabajando en aquel proyecto durante años, planificándolo hasta el último detalle y, cuando estaba a punto de conseguirlo, algo que había dicho ella lo había echado todo por tierra.

– Entiendo -dijo Maverick incrédulo.

– Me temo que no lo ha entendido -dijo Rogerson-. No voy a aceptar su garantía porque no la necesito.

Maverick miró al hombre como si le hubiera regalado una segunda vida, aunque inseguro todavía de haber comprendido bien.

– Entonces… ¿Significa eso que acepta construir el Royalty Cove sin ninguna garantía?

– Por supuesto. Un hombre que habla con tanta pasión como usted, y que está dispuesto a poner su propio patrimonio como garantía, es un hombre en quien se puede confiar. Además, hay cosas más importantes en la vida que la seguridad. A veces, es necesario asumir riesgos para marcar la diferencia.

– ¿Me vas a contar qué ha pasado? -preguntó Maverick en el trayecto de vuelta mientras conducía su descapotable.

– ¿A qué te refieres? Rogerson aceptó el contrato, ¿no era eso lo que se suponía que tenía que suceder?

– No me refiero a eso -dijo apartando la mirada de la carretera por un instante para mirarla-. ¿De qué estuvisteis hablando Rogerson y tú? Parecíais tener mucha complicidad. Hasta te puso la mano en el hombro. ¿De qué hablasteis?

– Se diría que estás celoso -bromeó Tegan.

– No digas tonterías -dijo él poniendo suficiente agresividad en su voz como para que ella captara correcta y claramente el mensaje-. Podría ser tu abuelo.

– ¿Y? Me gusta ese hombre. No es el típico multimillonario engreído y egocéntrico. Es una persona cercana, cálida y auténtica.

Maverick la miró de nuevo. ¿Era eso lo que opinaba ella de él, que era un empresario egocéntrico? ¿Por eso nunca le sonreía como lo había hecho con Rogerson?

– ¿Qué le dijiste?

– Phil Rogerson tiene un hijo llamado Sam, es médico y trabaja para Médicos Sin Fronteras.

– ¿Y?

– Pues resulta que yo… Mi hermana trabajó con él durante un tiempo. Estuvimos hablando sobre ello.

– ¿Tienes una hermana?

– Sí.

– ¿Y trabaja en campos de refugiados?

– Trabaja para GlobalAid. O, al menos, trabajaba. Acaba de regresar hace poco.

– Nunca me dijiste que tuvieras una hermana.

– Nunca lo preguntaste.

Y así era, en verdad. Nunca le había interesado mucho la vida personal de su secretaria. Sin embargo, de pronto, todo lo que tenía que ver con ella le interesaba, le obsesionaba.

– ¿Y dices que tu hermana trabajó un tiempo con el hijo de Rogerson?

– Eso es.

– ¿Cómo lo supiste tú?

– Mi hermana me lo contó.

– ¿Y cómo te diste cuenta de que Phil Rogerson era su padre?

– Disculpa, pero… ¿adónde quieres llegar? -preguntó Tegan nerviosa.

– Dímelo tú -contestó Maverick observando la inquietud de su secretaria.

– No lo sabía, ¿contento? No estaba segura, se lo pregunté y tuve suerte. Él y su mujer no han tenido noticias de su hijo desde hace mucho tiempo, por eso se alegró tanto de hablar conmigo. Mi hermana estuvo con el hijo de Rogerson hace apenas un mes.

Maverick detuvo el coche en el aparcamiento del edificio que albergaba sus oficinas, pero no hizo ninguna intención de salir del vehículo.

– Morgan.

– ¿Sí?

Maverick pasó el brazo derecho por detrás del respaldo del asiento de ella y se inclinó levemente hacia Tegan, observando cómo ella se pegaba a la puerta para aumentar el espacio entre ambos.

Era evidente que su secretaria estaba pensando que él estaba dispuesto a continuar con el beso que habían interrumpido el día anterior.

La idea no carecía de atractivo. Había pasado toda la noche dándole vueltas, recordando el momento, recordando el cuerpo de ella y fantaseando sobre lo que habría podido pasar.

– ¿Quieres algo? -preguntó ella, nerviosa, con la respiración agitada.

– Dices que tu hermana volvió hace apenas un mes y te contó que había estado con el hijo de Rogerson. ¿No te parece curioso?

– No te entiendo. ¿Dónde está el problema? Deberías estar contento después de lo que acaba de ocurrir en la reunión. ¿Acaso no has conseguido lo que querías?

¿Lo que quería?

Últimamente, no estaba muy seguro de lo que quería.

En esos momentos, por ejemplo, lo único que deseaba era besarla.

Pero ya era demasiado tarde. Su secretaria había abierto la puerta y había salido apresuradamente del vehículo.

– ¡Morgan!

Maverick salió del coche rápidamente, lo cerró y fue corriendo hasta los ascensores, donde su secretaria esperaba ansiosa.

– ¿Qué te ocurre? ¿Por qué estás a la defensiva? Al fin y al cabo, no es algo que tenga demasiada importancia.

Tegan estaba agotada. Agotada de sus constantes preguntas, de sentirse examinada a cada segundo. Sólo era cuestión de tiempo que terminara por descubrir el engaño.

– Creí que estabas enfadado conmigo.

– No estaba seguro de ti. No entendía qué había pasado en la sala de reuniones entre Rogerson y tú.

Tegan se volvió para responderle, pero no supo qué decir. Durante todo el día, hasta aquel momento, Maverick se había mantenido a distancia, se había comportado como su jefe en todo momento, y eso le había servido a ella para manejar un poco mejor la situación.

Pero, en los últimos minutos, todo había cambiado. Su presencia se había vuelto peligrosa de nuevo, volvía a tener problemas para respirar con normalidad.

La inseguridad que sentía aumentó todavía más al abrirse las puertas del ascensor y entrar los dos. Maverick sacó una tarjeta del bolsillo de su chaqueta y pulsó el botón de la planta donde estaba su despacho. Sin embargo, en lugar de ponerse a su lado, Maverick se situó de espaldas a las puertas, mirándola fijamente. Tegan apoyó la espalda contra la pared opuesta, como si estuviera prisionera en una cárcel.

– ¿Es que no te das cuenta de lo que ha sucedido? -le preguntó él acercándose-. Si tu hermana no te hubiera contado que había visto a Sam Rogerson, el resultado de la reunión seguramente habría sido muy distinto. Rogerson no estaba convencido, lo noté. Sin embargo, hablar contigo le hizo cambiar de opinión. ¿Qué le dijiste?