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Pasaba un poco de las cinco cuando el comisario salió. Podría haber aprovechado el taxi que en ese exacto momento dejaba a una persona en la puerta del periódico, pero prefirió caminar. Curiosamente, se sentía leve, sereno, como si le hubieran extraído de un órgano vital el cuerpo extraño que poco a poco lo estaba carcomiendo, la espina en la garganta, el clavo en el estómago, el veneno en el hígado. Mañana todas las cartas de la baraja estarán sobre la mesa, el juego del escondite terminará, porque no cabía la menor duda de que el ministro, en caso de que la noticia saliera a la luz, e, incluso sin salir, alguien se la comunique, sabrá contra quién apuntar inmediatamente el dedo acusador. La imaginación parecía dispuesta a ir más allá, hasta llegó a dar un primer paso inquietante, pero el comisario la sostuvo por el cuello, Hoy es hoy, señora mía, mañana ya veremos, dijo. Había decidido volver a la providencial, s.a., pero sintió que de repente las piernas le pesaban, los nervios flojos eran como un elástico que hubiese permanecido en tensión demasiado tiempo, una urgente necesidad de cerrar los ojos y de dormir le reclamó. Tomo el primer taxi que aparezca, pensó. Todavía tuvo que andar bastante, los taxis pasaban ocupados, uno ni siquiera oyó que lo llamaban, y finalmente, cuando ya apenas conseguía arrastrar los pies, una chalupa de socorro recogió al náufrago a punto de ahogarse. El ascensor lo izó caritativamente hasta el piso catorce, la puerta se dejó abrir sin resistencia, el sofá lo recibió como a un amigo, en pocos minutos el comisario, a pierna suelta, dormía como un tronco, o con el sueño de los justos, como también solía decirse en el tiempo en que se creía que pudieran existir. Reconfortado en el maternal regazo de la providencial, s.a., seguros amp; reaseguros, cuyo sosiego hacia justicia a los nombres y atributos que le habían sido conferidos, el comisario durmió una buena hora, al cabo de la cual se despertó, así lo parecía, con nuevos bríos. Al desperezarse sintió en el bolsillo interior de la chaqueta el segundo sobre, el que no llegó a ser entregado, Tal vez haya cometido un error apostando todo a un único caballo, pensó, pero rápidamente comprendió que le habría sido imposible mantener dos veces la misma conversación, ir de un periódico a otro contando la misma historia y, al repetirla, desgastándole veracidad, Lo que está hecho, hecho está, pensó, no adelanto nada dándole vueltas. Entró en el dormitorio y vio brillar la luz intermitente del contestador de llamadas. Alguien había telefoneado y dejado un mensaje. Pulsó el botón, primero salió la voz de la telefonista, después la del director de la policía, Tome nota de que mañana, a las nueve, repito, a las nueve, no a las nueve y veintiuna, le estarán esperando en el puesto seis-norte el inspector y el agente de segundo grado que trabajaron con usted, debo decirle que, además de que su misión ha caducado por incapacidad técnica y científica del respectivo responsable, su presencia en la capital ha pasado a ser considerada inconveniente, tanto por el ministro del interior como por mí, añado también que el inspector y el agente están oficialmente encargados de traerlo ante mi presencia, pudiendo detenerle si se resiste. El comisario se quedó mirando el contestador, y después, lentamente, como quien se está despidiendo de alguien que ya va lejos, extendió la mano y accionó el botón de borrar. Luego entró en la cocina, se sacó el sobre del bolsillo, lo empapó de alcohol y, doblándolo en forma de V invertida dentro del fregadero, le prendió fuego. Un chorro de agua se llevó las cenizas cañería abajo. Hecho esto, regresó a la sala, encendió todas las luces y se dedicó a la lectura pausada de los periódicos, prestando especial atención al que, o a quien, de alguna manera, había dejado entregado su destino. Llegada la hora, miró en el frigorífico por si se pudiera preparar algo parecido a una cena, pero desistió, lo escaso no era sinónimo de frescura ni de calidad, Deberían poner aquí un frigorífico nuevo, pensó, éste ya ha dado lo que tenía que dar. Salió, cenó rápidamente en el primer restaurante que encontró en el camino y regresó a la providencial, s.a. Tenía que levantarse temprano al día siguiente.