—Ése es el nuevo diseño. Lo introdujeron hace un año. Es un sello mejor, pero no más cómodo. La sensación de estrechez es producida por la caída de la presión exterior, que hace una arruga hacia adentro en el sello. Te acostumbrarás. ¿Notas cansancio?
—Ni pizca.
—Vale. Empieza a mover los bloques, y habla mientras lo haces. Marca tu propio ritmo.
Wolfgang, algo torpe debido a que estaba poco familiarizado con los guantes, empezó a mover un montón de bloques de plástico de colores de una estantería a la altura del pecho a otra.
—No he hecho una cosa así desde que tenía dieciocho meses. Entonces me parecía más difícil. Si los muevo en orden, me dan un puñado de caramelos, ¿vale?
Ninguna de las dos mujeres habló mientras él movía cuidadosamente los bloques. Terminó en menos de un minuto.
—¿Aún se siente bien? —dijo Judith Niles cuando la tarea finalizó.
—Perfectamente. Ningún dolor ni molestia, ni somnolencia. Aún siento esa pequeña presión en el cuello, pero todas las demás juntas son muy cómodas. ¿Me dirijo a las cámaras?
—Cuando quieras.
Gibbs asintió. La escafandra del traje empezó a oscurecerse lentamente. Su cara se volvió gris y luego desapareció de la vista cuando la escafandra se tornó completamente opaca. Las observadoras oyeron un gruñido a través de la radio del traje.
—Vaya porquería de color. Si mi tele funcionara así llamaría al técnico.
La figura embutida dentro del traje se giró lentamente para hacer que el objetivo mirara a través de la ventana de la cámara.
—Charlene, te has vuelto verde.
—Lo noto. Nos preocuparemos por el ajuste de color de la cámara más tarde. ¿Puedes volver a mover los bloques? Y sigue hablando mientras lo haces, igual que antes.
—Eso es fácil. —La figura envarada empezó a trasladar lentamente los bloques hasta su emplazamiento original—. Esto me recuerda el trabajo que solían darnos en el ejército durante el entrenamiento básico. Nos cansaban para evitar que creáramos problemas. Primero mueves la pila de mierda a un lado, luego, cuando acabas, alguien más la vuelve a poner en su sitio. Entonces tú…
Sucedió de repente. La señal acústica desapareció. En un instante la figura estaba trabajando eficientemente y su conversación llegaba claramente a través de la radio. Luego vieron a una estatua silenciosa e inmóvil, congelada con un bloque rojo en la mano.
Charlene Bloom dio un grito de alarma, mientras que Judith Niles inspiró profundamente.
—Eso es. No hay motivo de alarma, Charlene, es lo que estábamos esperando. Empiece a subir la presión, lentamente. No queremos problemas. Me aseguraré de que la cama esté preparada. Apuesto a que estará dormido al menos media hora.
Se acercó al teléfono. Tras ella, Charlene contempló con los ojos completamente abiertos la figura inconsciente de Wolfgang Gibbs. Tuvo que combatir la tentación de volver a hacer bajar la presión a nivel del mar, y correr al interior de la cámara.
Jan De Vries la estaba esperando en su despacho, leyendo tranquilamente un fichero marcado con la advertencia Confidencial. Sólo para el Director. Alzó la vista cuando ella entró.
—¿Cómo se encuentra?
—Se está recuperando. Ha estado inconsciente casi una hora, y no recuerda nada. En lo que respecta a Wolfgang, ni siquiera empezó los test con el traje en vídeo. —Judith Niles no se sentó sino que empezó a caminar de un lado a otro, ante la silla donde estaba sentado Jan De Vries—. No hay efectos colaterales y está completamente consciente.
—Entonces tu hipótesis es correcta. Predijiste qué pasaría, y el sujeto hizo exactamente lo que se esperaba, —De Vries cerró el informe—. Ahora todo puede seguir adelante como habías planeado. Pondremos el Instituto en órbita, pasaremos un mes o dos haciendo supuestos análisis sobre el problema y luego le daremos a Salter Wherry la solución a su problema. Después, estaremos en disposición de continuar nuestras investigaciones, como el nuevo contrato del Instituto permite explícitamente. Maravilloso. La manipulación es completa, exactamente como habías planeado. —Su boca se torció en una sonrisa—. Así que, querida, ¿dónde está tu alegría? No tienes el aspecto de alguien cuyos planes están a punto de cumplirse.
—No estoy satisfecha, en absoluto. —Judith Niles se detuvo, mirando zumbona la diminuta figura de De Vries en las profundidades del sillón—. Escucha esto, y luego dime lo que piensas. Punto uno: hace un año hubo un leve cambio en el tipo de traje espacial que se usa en la Estación Salter para hacer trabajos en el exterior. El nuevo usa un juego de anillas y sellos ligeramente diferente en la parte del cuello.
«Punto dos: Según qué posiciones tome la cabeza, el traje nuevo incrementa la presión de la arteria carótida de quien lo usa.
—¿Incrementa ligeramente?
—No tan ligeramente, lo suficiente para que el que está empleando el traje lo note. Punto tres. La presión incrementada en la arteria carótida puede producir desmayos momentáneos.
»Punto cuatro: cuando el traje está en una operación visual normal, el apagón es momentáneo, demasiado breve para que se observe. Pero cuando el traje está en control remoto y usa cámaras de televisión en vez de la escafandra, los rastreadores del televisor provocan un feedback al cerebro que refuerza el desmayo. Resultado: narcolepsia. El que está utilizando el traje no despertará del ciclo a menos que haya una interrupción externa. ¿Qué te parece todo esto?
De Vries guardó silencio unos instantes y luego asintió. —Plausible, más que plausible. Casi completamente correcto.
—Muy bien. Estoy de acuerdo. Ahora escucha el punto cinco. —Ella cerró el puño—. Todo esto se sabe desde hace cuarenta años. El aumento de presión en la carótida es una causa clásica de narcolepsia. El refuerzo de la onda cerebral es un mecanismo de feedback positivo. ¿Qué te dice todo esto?
De Vries se echó hacia atrás y miró el techo. Sacudió la cabeza.
—Judith, puesto en esos términos, veo adonde quieres llegar… pero debo admitir que no se me habría ocurrido si no me lo hubieras puesto delante de las narices.
Judith Niles le miró sombríamente.
—Especifica, Jan. ¿Qué tiene de malo?
—Es demasiado simple. Cuando has dado la explicación está claro que no somos necesarios para resolver el problema. Recuerda que me dijiste que conocías la respuesta cuando miraste por primera vez los trajes y los historiales. Todo lo que los médicos de la Estación Salter tendrían que hacer es leer la bibliografía mínima y hacer unos pocos experimentos bien diseñados. Con eso, habrían advertido las correlaciones entre los nuevos trajes y el origen del problema.
—Exactamente. ¿Entonces por qué no lo hicieron? Judith Niles dejó de deambular de un lado a otro y se plantó ante De Vries.
—Aunque no pudieran entenderlo tan rápidamente como nosotros, aquí en el Instituto, deberían haberlo deducido a la larga, Jan. Estoy muy preocupada. Tenemos que subir a la Estación Salter. Nuestros propios experimentos lo requieren, y de todas formas he quemado ya demasiadas naves aquí en los últimos días para dar marcha atrás. Pero siento que las cosas están fuera de control.
Ella alzó de repente la mano izquierda y empezó a frotarse suavemente el ojo, con la frente arrugada.
Jan De Vries se preocupó.
—¿Qué pasa, Judith? ¿Te duele la cabeza?
—No es un dolor como los que he tenido antes. Pero noto algo raro en este ojo. Veo las cosas muy difusas. No es que vea doble, pero no me falta mucho. Es algo extraño.
De Vries frunció el ceño.
—No lo dejes de lado. Aunque no sea más que el resultado de demasiados esfuerzos, ve a que un especialista te lo mire. —De Vries no lo dijo, pero estaba sorprendido. Nunca había visto a Judith Niles mostrar síntomas de fatiga, no importa bajo qué presiones hubiera estado, no importa hasta qué punto ella misma se hubiera forzado.