Esperó, sintiéndose como un idiota. Para confirmar su impresión, no sucedió absolutamente nada. Lo intentó una vez más.
—Orden: Traedme algo de comer.
Nada. ¿Cómo podía haber funcionado? Tenía que haber estado sufriendo una alucinación para creer que Ferranti tenía poderes mágicos para que los objetos —ella incluida— aparecieran y desaparecieran al instante.
Peron acababa de llegar a esa conclusión cuando todo lo que le rodeaba cambió en un parpadeo. Durante un segundo se sintió completamente desorientado. Ya no estaba a la entrada del corredor, sino en una habitación con paredes amarillo pálido decorada con murales elaborados y pinturas de aficionados. Llevaba puestos los mismos zapatos que había usado antes de marchar a Remolino. Se encontraba sentado en una dura silla, con las manos firmemente apoyadas en sus brazos. Ante él había una larga mesa de metal plateado y en su superficie había una única carpeta naranja y una pluma.
Y tras la mesa, mirando con expresión ligeramente aburrida y definitivamente desdeñosa, había un hombre calvo y enjuto. Peron sintió instantáneamente aversión hacia él.
18
—Soy el capitán Rinker, al mando de esta nave —dijo el hombre—. La doctora Ferranti me ha dicho que se encuentra usted enteramente adaptado al espacio-L. ¿Es así?
—No lo sé. No siento dolor, pero desde luego no me siento normal.
—Eso se le pasará. ¿Algo más?
—Alguien parece querer que me muera de hambre.
—Es culpa suya. Cuando se despertó, podía haber pedido comida. En cambio, decidió husmear. —Rinker hizo un gesto a una pantalla de la pared que mostraba la habitación en la que Peron había recuperado el conocimiento—. Le estábamos observando. No le sentaría mal que le dejáramos sin comer una temporada. Pero tiene usted suerte. Las reglas no nos lo permiten. Orden: Traed comida y bebida apropiadas para el despertar.
Una bandeja apareció instantáneamente sobre las rodillas de Peron. El recipiente claro contenía el mismo líquido que había bebido antes, pero la comida de los platos le era desconocida. Había empanadas marrones con una textura granular, melaza rojo-anaranjada y lonchas blancas de suave consistencia cremosa. Rinker hizo un gesto hacia la comida.
—Adelante. Puede comer mientras hablamos.
Peron miró alrededor. No había nadie más en la habitación, y no había señal de que la puerta se hubiera abierto ni cerrado.
—¿Cómo pueden hacer eso?
—No puedo decírselo. Se le dará esa información en el Mando… si se le da. —Rinker señaló la pantalla—. Sus esfuerzos para usar el sistema fueron advertidos. Para evitar que pierda el tiempo en lo sucesivo, le advierto que cualquier otro esfuerzo de su parte en ese sentido será igualmente infructuoso. Déjeme también señalarle que no tengo ninguna obligación oficial de hablar con usted, o relacionarme con usted en ningún modo excepto para trasladarle sano y salvo al Mando. Pero quiero que sepa cuántos problemas han causado usted y ese loco de Wilmer.
Peron no pudo resistirse a probar la comida que tenia delante. Su cuerpo insistía en que había pasado semanas sin recibir alimento. Comió ansiosamente. Las empanadas tenían un parecido aceptable con el pan, y aunque la materia blanca no se parecía en nada al queso que Peron había esperado, no estaba mal. Miró al capitán Rinker, tragó la comida y habló.
—No puedo hablar por Wilmer, pero no ha sido culpa mía si he causado algún problema. Sin su ayuda, podría haber muerto en Remolino. No sé por qué me echa la culpa.
Rinker hizo un gesto de impaciencia con la mano.
—Se le clasificó como creaproblemas antes de salir del planeta, igual que sus compañeros de Remolino. Se les asignó a todos a la nave Eleanora para recibir allí adoctrinamiento especial y estar apartados de los otros participantes. En cuanto a Wilmer, se supone que estaba allí como observador, no como participante. He advertido varias veces del peligro de usar reclutas locales como observadores. Tienen demasiadas ataduras a su planeta y a su gente. Pero no me hicieron caso.
—¿Wilmer es un Inmortal?
Rinker se reclinó en su asiento y frunció el ceño.
—¡Ese estúpido término! —Su voz se elevó—. Nunca lo uso. Wilmer fue reclutado para nuestro grupo, sí. Y comparte nuestro espacio de vida prolongada. Pero nunca ha dejado el sistema Cass, y desde luego no sabe nada de nuestra misión principal. Ahora yo debo sufrir las consecuencias de su acción. Durante trescientos sesenta años suyos, he visitado Pentecostés y el sistema Cass. Éste es mi decimonoveno viaje. Y nunca ha salido mal nada. Tengo un historial perfecto. Se espera que triunfe, y eso es lo que me exijo a mí mismo. Pero gracias a lo que Wilmer hizo en Remolino, todo se ha perdido. Esta visita se ha convertido en un desastre. Los materiales que debería traer del grupo de la Eleanora se han quedado atrás; la selección y adoctrinamiento de reclutas ha sido pospuesta; y llevo conmigo seis pasajeros adicionales al Mando, todos los cuales están clasificados como problemas potenciales. ¿Piensa que debo considerarme feliz?
A medida que saciaba su hambre y su sed, Peron sintió curiosidad por lo que le rodeaba. El sentimiento iba parejo con una inquietud creciente. No había hecho nada para justificar la ira de Rinker. ¿Qué esperaba aquel loco que hiciera? ¿Pedir que le llevaran de vuelta a Remolino para que muriera?
Levantó la bandeja y la colocó sobre la mesa que tenía delante.
—No digo que tenga que estar feliz. Pero no debe echarme la culpa por lo que ha sucedido. ¿Por qué no me dice qué es lo que está pasando aquí?
—¿Para que así pueda causar más problemas?
—No voy a causar problemas. Pero, naturalmente, tengo muchas preguntas. Sólo le pido que me deje acceder al terminal y los bancos de datos. No quiero robarle su tiempo. También ha dicho usted que algunos de los otros contendientes están a bordo de esta nave. Me gustaría verles.
Rinker miró furioso la bandeja y dirigió a Peron una sonrisa desagradable.
—No puedo permitirle que acceda a los bancos de datos. Como le he dicho, esta situación no tiene precedentes. Nadie se ha unido antes a nuestro grupo sin recibir adoctrinamiento previo. Lo que vaya a sucederle es algo que sólo puede ser decidido en nuestro Mando, y hasta que lleguemos allí debe hacer exactamente lo que se le diga. ¿Quiere ver a sus compañeros? Muy bien. Orden: Retirad esta bandeja.
La bandeja desapareció instantáneamente.
—Orden: Llevadnos a la sala de suspensión.
Esta vez Peron pudo ver una imagen deslumbrante de un largo corredor de paredes grises. Duró una milésima de segundo. Luego el mundo se detuvo, y él y Rinker aparecieron sentados ante un conjunto de puertas metálicas que les llegaban a la cintura. Cada una constituía la entrada a un contenedor largo y profundo del tamaño de un ataúd. Había monitores sobre la tapa transparente de cada una de las cajas, y todos los datos eran recogidos en un grueso cable óptico que corría hasta un terminal de ordenador. La habitación estaba terriblemente fría.
—Tal vez esto le dé una idea de lo grave que considero esta situación. —Rinker se adelantó hasta una de las cajas—. Sus compañeros están aquí.
—¿Qué les han hecho? —Peron se horrorizó. ¿Le estaba diciendo Rinker que Elissa y los otros estaban prisioneros dentro de aquellos cofres helados?
—Están en estado de hibernación, y así permanecerán. —La voz de Rinker era tan fría como la habitación en la que se encontraban. No ofrecía ninguna posibilidad de discusión—. Por supuesto, no corren ningún peligro. Dirijo una nave bien regulada, y todo el equipo se comprueba constantemente. Despertarán cuando lleguemos al Mando. Entonces este enojoso asunto quedará en otras manos. Me alegraré cuando acabe.