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¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado a este lugar? Hizo un esfuerzo para pensar con claridad. En el momento de despertarse, era difícil ser lógico. ¿Y qué importaba la lógica? Peron estaba aquí, vivo. Ella se sentía de un modo extraño, helada pero despejada y alegre. Las explicaciones podrían esperar un poco más. Abrazó fuertemente a Peron.

—Aquí estoy —dijo. Todo era agradable y muy divertido—. Pero tengo frío, Peron.

—Bien, estás despertando. —Él señaló un montón de ropas que había al lado—. Ponte lo que te venga bien. Tengo que ver cómo les va a los otros.

—¡Peron! —Ella tiritó y le dio a Peron un abrazo tan fuerte que hizo que sus costillas crujieran—. Explícate. ¿Qué me ha pasado?

—Te lo diré más tarde. —Le devolvió el abrazo con más fuerza aún—. Vamos. Tal vez te necesite para sacar a Lum. Deberían haberle llamado «Leño».

Elissa rebuscó en la pila y encontró ropas adecuadas mientras Peron abría la puerta del siguiente tanque y trataba de sacar a su ocupante. Lum gruñía y juraba. Estaba seminconsciente, y se resistía en medio de su confusión.

—Espera. Déjame ayudarte. —Elissa se dirigió al otro lado y se asomó. Cogió a Lum por los pelos y le dio un tirón. El hombre se enderezó rápidamente, con los ojos desorbitados, y gimió en signo de protesta.

—No hacía falta hacer eso. Estoy despierto. —Cerró los ojos de nuevo y empezó a recostarse otra vez—. Está bien. Estoy despierto. Me levantaré dentro de un minuto.

—Tírale otra vez del pelo y luego ayúdale con la ropa —dijo Peron—. Mira a ver si encuentras algo que sea lo bastante grande. Kallen es el próximo, pero apuesto a que será más fácil. Rosanne me dijo que Lum duerme como un tronco, incluso en condiciones normales.

Unos pocos minutos después Rosanne y Kallen estaban despiertos, pero aturdidos. Peron les dejó suspirando y tiritando y buscando ropas de abrigo. Sy fue el último de todos. Recobró instantáneamente la conciencia. Ya al abrir los ojos se revolvía hacia los lados como un gato, adoptando una postura defensiva.

—Relájate —dijo Peron—. Estás entre amigos.

Sy le dirigió una mirada incrédula y echó un vistazo alrededor.

—¿Dónde estoy? Lo último que recuerdo es que nos encontrábamos en el domo de Remolino. ¿Qué sucedió?

—Es una larga historia. Ponte algo de ropa y sígueme. Os lo explicaré sobre la marcha.

Peron les condujo al comedor, donde Ferranti y los otros por fin habían mostrado signos de movimiento. Garao estaba a medio camino de la puerta, con un pie levantado del suelo.

—Quería que vierais esto para evitar discusiones —dijo Peron—, o que pensarais que había estado masticando dilason. Hace catorce horas yo estaba en ese estado. Eso es el espacio-L. ¿Recordáis lo mucho que nos preocupaba la idea de que los Inmortales pudieran viajar a las estrellas en solo días?

—Aún no lo creo —dijo Sy—. No se puede sobrepasar la velocidad de la luz.

—Tienes razón… pero también estás equivocado. Tengo una pregunta para todos vosotros. ¿Cuánto recorre la luz en un segundo, o en un año?

Hubo un breve silencio.

—Todos sabemos la respuesta —contesto Rosanne—. Así que supongo que es una pregunta de pega.

—En cierto sentido… La respuesta depende de tu definición de lo que es un segundo o un año. Nos hemos equivocado en nuestras apreciaciones del espacio-L. No es ningún universo paralelo, ni el hiperespacio. Es el mismo espacio en que vivimos… pero con un estado de percepción cambiada. Si queréis pruebas, mirad a esa gente.

Kallen había estado observando de cerca a Olivia Ferranti.

—Parece inconsciente —dijo suavemente—, Y tiene la piel fría. Pero sus ojos están abiertos. Están vivos, eso está claro. ¿Están hibernando?

—No. Todos están completamente conscientes. En ese estado se siente uno normal, excepto por unas cuantas diferencias sutiles. Pero sus metabolismos han sido ralentizados drásticamente. Son dos mil veces más lentos de lo normal. Eso es el espacio-L, y cambia tu percepción de todo. La luz viaja a trescientos mil kilómetros en uno de nuestros segundos. En uno de los suyos, lo hace a seiscientos millones. Para nosotros, el Sol está a dieciocho años luz. Para ellos, a poco más de tres días luz. Por eso hemos oído que los Inmortales pueden viajar entre las estrellas en sólo unos días. Sus días. Su tiempo transcurre tan lentamente que lo que a nosotros nos parece un día, para ellos es menos de un segundo.

Peron se acercó a Garao y le pasó la mano lentamente por delante de la cara.

—¿Veis? Ni siquiera saben que estamos aquí. Se dirigió a la figura inmóvil de Atiyah, le quitó el cinturón y lo colocó alrededor del cuello de Olivia Ferranti. —Dentro de unos veinte minutos se dará cuenta de que ha perdido el cinturón. Dentro de otra hora nuestra, empezará a preguntarse dónde habrá ido a parar. Pasará otra hora antes de que pueda hacer algo para recuperarlo.

Los otros hicieron su propia inspección, tocándole la piel y revolviéndole el pelo.

—¿Cómo lo consiguen? —preguntó Lum. —Igual que yo, cuando Wilmer me trató allá en Remolino. Sé que no es una gran respuesta, pero es la mejor que puedo darte. Tiene que haber un tratamiento complicado, pero debe estar bien sistematizado… y es completamente reversible. He estado en las dos zonas, como el capitán Rinker. Tuvo que volver al estado de vida normal para arreglar un problema técnico con la nave. Vamos a explorarla. Necesitaremos esa información más tarde.

Peron les guió de regreso a la sala de suspensión y mientras lo hacía respondía a su torrente de preguntas. La nave en la que viajaban estaba en el espacio interestelar, dirigiéndose al Mando de los Inmortales, que se encontraba lejos de cualquier sol o planeta, a un año luz del sistema Cass.

Se movían sólo a una fracción de la velocidad de la luz… probablemente a un décimo. En Pentecostés pasarían casi diez años durante su viaje.

Los otros ganadores de la Planetfiesta no estaban a bordo. Sólo podían hacer conjeturas sobre su destino, pero Peron pensaba que aún estarían en el sistema Cass, viviendo probablemente en la Nave. Los otros contendientes posiblemente se convertirían en Inmortales después de algún tipo de adoctrinamiento. Preferirían vivir en el espacio-L por la larga vida subjetiva que ofrecía y volverían a la vida normal, como había hecho Wilmer, sólo para misiones especiales.

—¿Cuánto vive un Inmortal? —preguntó Sy—, Es obvio que nadie puede ser completamente inmortal.

—Mil setecientos años.

Hubo otro largo silencio.

—¿Quieres decir mil setecientos años subjetivos —dijo Elissa por fin—. Eso son dos mil veces mil setecientos años ordinarios en Pentecostés… tres millones cuatrocientos mil. ¡Viven tres millones cuatrocientos mil años!

—Exacto —dijo Peron. No le había sido fácil ajustarse a aquella idea, y le alegraba ver que los otros tenían la misma reacción—. Naturalmente, eso es sólo una conjetura. Como dijo la doctora Ferranti, sólo pueden hacer estimaciones de la duración de su vida, porque nadie la ha vivido aún enteramente. Sólo han pasado unos veinte mil años desde que dejamos la Tierra, y allí nadie vivía en el espacio-L.

—Pero ¿y los efectos colaterales? —dijo Elissa—. Cuando se hace un cambio tan profundo…

—Sólo conozco un par de ellos —dijo Peron, y se pasó la mano por el pelo—. ¿Ves? Ha dejado de crecer, y creo que en el espacio-L estaba empezando a perderlo. Mejor que te prepares a perder esos maravillosos rizos, Rosanne. Creo que cuando cambias de metabolismo pierdes el pelo. Eso es lo que le sucedió a Wilmer, y al otro participante que conoció Kallen. En Remolino no lo pude creer cuando Wilmer me dijo que había tenido problemas, allí mismo, trescientos años antes. Ahora tiene sentido. Eso sucedió hace sólo unos meses en el espacio-L. Estuvo viviendo allí hasta acudir a la Planetfiesta. Un centenar de años en Pentecostés serían sólo unas pocas semanas para él.