—Eso explicaría por qué sólo vimos vídeos de los antiguos ganadores —dijo Lum—. No volvieron a Pentecostés. Pero no hay problema con los vídeos, pueden grabarlos a la velocidad de espacio-L y luego acelerarlos para que parezcan normales. Las apariciones personales son imposibles a menos que regresen al tiempo normal. Al Espacio-N, como lo llamaste.
—Y no querrán hacerlo —dijo Peron—. Cuando se abandona el espacio-L se pierde el beneficio de la vida ampliada. Tienes que comer comida especial, y no te sientes normal del todo. Pero la gente haría cualquier cosa para incrementar veinte veces su tiempo de vida subjetiva.
Llegaron de nuevo a la cámara de suspensión. Peron les hizo entrar y atravesaron uno de los sarcófagos, usándolo como un camino hacia las otras partes de la nave. Hubo un substancial cambio de temperatura cuando pasaron a través del tanque de suspensión, y todos se desabrocharon las ropas.
—Os diré una cosa que no comprendo —dijo—. Cuando estaba en el espacio-L, sentía como si estuviera en un entorno de un g. Ahora estamos exactamente en la misma parte de la nave, pero en caída libre. No veo cómo puede suceder eso.
Guardaron silencio durante un rato, y entonces Kallen tosió.
—¡El efecto de T al cuadrado! —dijo suavemente.
—¿Qué?
—Tiene razón —dijo tranquilamente Sy—. Muy bien, Kallen. ¿No ves lo que dice, Peron? La aceleración se refiere al cuadrado del tiempo. Distancia por segundo y por segundo. Cambia la definición de segundo y por segundo cambia la velocidad percibida. Por eso pueden viajar años luz en lo que consideran unos pocos días. Pero cambia también la aceleración percibida. Y cambiará aún más para nosotros. El cuadrado del promedio de tiempo relativo.
—Lo cual es otra razón para que los Inmortales no bajen a la superficie de los planetas —intervino Lum—. Quieren pasar el tiempo en el espacio-L para incrementar su período de vida subjetivo, pero entonces eso les fuerza a vivir en un campo de aceleración muy débil. No pueden soportar la gravedad.
—Ni siquiera un campo débil —añadió Rosanne—. Se caerían antes de que supieran que habían perdido el equilibrio. ¿Cuál dijiste que era el factor tiempo? ¿Dos mil a uno? Entonces incluso percibirían una millonésima de g como si fuera un campo de cuatro g. Tienen que vivir en caída libre. No tienen otra alternativa. Pero perciben incluso una millonésima de g como gravedad normal.
Peron miró alrededor, disgustado.
—De acuerdo. Todo el mundo lo ha visto con facilidad menos yo. Intentad comprender este otro problema. Decidme qué es lo que pasa fuera de la nave. Una de las razones por las que al principio pensé que el espacio-L tenía que ser alguna clase de hiperespacio fue la visión desde las portillas. Cuando te asomas, no se ve ninguna estrella. Todo lo que se ve es una especie de neblina brillante. Es de un tono amarillo blancuzco, y está en todas partes.
Esta vez no hubo ni siquiera un momento de pausa.
—Cambio de frecuencia —dijo Sy de inmediato—. Veamos.
Dos mil a uno. Así que la longitud de onda que tus ojos pudieron ver sería dos mil veces más grande. En vez de una luz amarilla a medio micrómetro, verías el amarillo a una longitud de onda de un milímetro. ¿Adonde nos llevaría eso?
Hubo un siseo.
—Al Big Bang —susurró Kallen.
—La radiación cósmica de tres grados —dijo Rosanne—. ¡Dios mío! Peron, viste la radiación residual del principio del Universo. ¡La viste con tus propios ojos!
—Y es uniforme e isotrópica —añadió Lum—. Por eso parecía una neblina generalizada. Con esa longitud de onda no se obtiene una señal fuerte de las estrellas o de las nebulosas, sólo un campo continuo.
Peron miró a Elissa.
—No digas nada. También tú me dirás que es obvio. Supongo que así es. Pero fue mucho más confuso cuando no tenía ni idea de que estaba tratando con distintas escalas de tiempo. No podía imaginarme dónde estaba ni que el Universo tuviera ese aspecto. Intentad una cosa más. Esta vez sé qué es lo que pasa, pero necesitaré ayuda. Especialmente de Sy y Kallen. Sois nuestros especialistas en ordenadores.
Les condujo a través de los estrechos corredores hasta la cámara donde los pacientes robots estaban sentados en filas silenciosas. Los otros contemplaron atentamente cómo tres de las máquinas cobraban vida y pasaban junto a ellos.
—No os preocupéis —dijo Peron—, No se mueven con la rapidez suficiente para ser peligrosos. Podemos quitarnos de en medio e incluso esquivarles si tenemos que hacerlo. Son los encargados del mantenimiento de la nave. Todas las funciones normales son automáticas y están bajo control del ordenador. Una persona puede dirigirlo todo, e incluso puede que sea innecesario excepto para casos de emergencia. Pero los robots me confundieron. Cuando me encontré en el espacio-L, creí que me estaba volviendo loco. Esas máquinas eran parte de la razón. Las demás personas a bordo de la nave podían hacer que las cosas sucedieran por arte de magia. Pedían que se hiciera algo, o pedían que se llevaran alguna otra cosa, y se cumplía al instante. —Peron chasqueó los dedos—. Así de fácil. Intenté hacer lo mismo, pero conmigo no funcionaba. Cuando llegué aquí y vi a los robots, comprendí por fin qué era lo que había estado pasando. Las máquinas responden a las órdenes que da la gente que está en el espacio-L. El ordenador de la nave debe estar codificado según las voces. Cuando alguien cuya voz está registrada da una orden y ésta es reconocida, el ordenador moviliza a los robots para que ejecuten las instrucciones. No se mueven muy rápido, pero no les hace falta hacerlo. Son suficientemente rápidos para ser invisibles en el espacio-L. Aunque los robots tarden diez minutos en servirte una bebida, o en llevarte de una parte de la nave a otra, tú no te das cuenta. Tal como tú lo percibes, es sólo una fracción de segundo.
Los otros se habían acercado a las filas de robots y los observaban con curiosidad.
—Parecen bastante comunes —dijo Sy—. Nunca he visto este diseño antes, pero están controlados por ordenador. Deberíamos comprender cómo darles instrucciones.
—¿Pero por qué? —preguntó Rosanne—. Aunque lo comprendiéramos, ¿qué se supone que podemos hacer?
—Averiguar el código —contestó Peron—. Cambiarlo. Hacer que también nuestras voces puedan dar órdenes aceptables. Y tal vez que el sistema no responda al capitán Rinker y a los otros del espacio-L.
—Pero ¿para qué servirá esto? —preguntó Elissa. Parecía aturdida.
Lum le sonrió.
—¿No está claro? —Se volvió hacia Peron—, Tengo razón, ¿no? Rinker no se equivoca, Peron. Eres un creaproblemas. Intentas hacerte con el mando de esta nave. Entonces podremos ir a visitar el Mando de los Inmortales, esté donde esté, y en nuestros propios términos.
21
Olivia Ferranti parpadeó. La textura de la iluminación parecía un poco diferente, no era como la recordaba de la última vez que salió del espacio-L. Su cuerpo era ligero, flotante, como si dejara parte de ella en el suelo acolchado del contenedor.
Tembló y se enderezó lentamente, frotándose los brazos helados. Entonces cobró plena conciencia. La estaban observando. Cinco caras la miraban a través de la tapa transparente del tanque de suspensión. Se dirigió a la puerta del sarcófago y la abrió. Peron estaba allí, esperando nerviosamente.