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»Natural para nosotros, los de la Estación Salter. Pero los otros no lo veían de la misma forma.

»Las arcologías habían sido preparadas para que fueran autosuficientes en la medida de lo posible, con centrales energéticas independientes y sistemas de reciclaje seis-nueve. Las otras instalaciones espaciales eran diferentes, dependían de suministros enviados por la Tierra, o de los recursos espaciales proporcionados por las industrias mineras.

»La primera sesión para discutir la posibilidad de compartir los recursos salió bien. Todo el mundo participó. Pero cuando llegó el momento de actuar, tres de las arcologías se echaron atrás. Creo que cada una operó independientemente, sin consultarlo con otras. Tenían miedo. Temían que el grupo total no pudiera autoabastecerse, aunque no tenían ninguna duda sobre su propia capacidad para sobrevivir. También había otras razones. Desde el principio las arcologías habían estado desarrollando sus propias preferencias y diferencias políticas y sociales. Los iguales se agrupan. Los colonos tendían a dirigirse al mismo lugar que sus amigos, y evitar una colonia donde sus puntos de vista fueran ridiculizados o estuvieran en minoría. La última cosa que Helena, Melissa y Eleonora querían era una fusión con la Estación Salter y las otras arcologías. Ni siquiera admitieron que no iban a cooperar. Simplemente cortaron el contacto por radio y se alejaron de la Tierra.

»Los demás estábamos furiosos, pero no le dimos tanta importancia como pueden pensar. Teníamos que hacer muchas cosas sin ellos durante los primeros años: teníamos que establecer nuestro propio sistema, todo lo autosuficiente y seguro que pudiéramos. Eso requería el noventa y nueve por ciento de nuestras energías. Y el resto se dedicaba a trabajar en la supervivencia con el metabolismo reducido, lo que finalmente llamamos existencia en el espacio-L. Como médico aquello me interesaba de modo natural, y después de una temporada empecé a trabajar en ese tema exclusivamente. Tras pasar un par de meses con los primeros experimentos con sujetos humanos, quedó claro que teníamos algo absolutamente revolucionario, algo que cambiaba nuestras ideas sobre la percepción y sobre la conciencia humana. Pero pasaron varios años más antes de que viéramos las otras implicaciones. Con nuestro trabajo, la humanidad había encontrado el camino fácil a las estrellas.

»No era necesario utilizar arcologías multigeneracionales, ni naves más rápidas que la luz…

—…que parecen ser imposibles —murmuró suavemente Sy.

—Que pueden ser imposibles —dijo Ferranti—. Conserve una mentalidad abierta. De todas formas, no las necesitábamos. Las investigaciones sobre el sistema impulsor de la Estación Salter nos permitieron acelerar una nave hasta la décima parte de la velocidad de la luz, y eso era suficiente. En la conciencia de Modo Dos (el espacio-L), un ser humano podía permanecer completamente consciente, experimentar una vida subjetiva más amplia y viajar por toda la Galaxia, en sólo una vida.

»Eso abrió una nueva crisis. A todos les encantó la idea de vivir más tiempo. Si era seguro. Pero todos temíamos los posibles efectos colaterales.

»Nos dividimos en dos grupos. Algunos quisimos trasladarnos al espacio-L y esperar allí al menos hasta que la Tierra fuera de nuevo habitable. Nadie sabía cuándo sería, pero en el espacio-L podíamos permitirnos esperar siglos y percibirlos sólo como semanas. Otros tuvieron miedo. Argumentaron que había demasiadas incertidumbres y demasiados riesgos en el espacio-L; hasta que no se redujeran, sería mejor permanecer en nuestra percepción normal.

Olivia Ferranti sonrió tristemente.

—Los dos grupos tenían razón, como se descubrió luego. La Tierra se recuperaba lentamente. Pasaron más de mil años antes de que se desarrollaran nuevas plantas estables y comunidades de animales. Ninguno de nosotros había imaginado que sería tanto tiempo. Y al mismo tiempo, empezamos a descubrir serias consecuencias físicas tras vivir en el espacio-L.

«Afortunadamente no peleamos por nuestras diferencias de opinión sobre el traslado al espacio-L. Tal vez la destrucción de la Tierra nos había enseñado a resolver pacíficamente los conflictos. Estuvimos de acuerdo en emprender ambas acciones. La mayoría eligió quedarse tal como estaba, creando una sociedad decente en un entorno espacial. Tras unas pocas generaciones, quedó claro que la vida en el espacio era tan satisfactoria como la mayoría había esperado. Pero unos pocos centenares nos habíamos trasladado al espacio-L, utilizándonos a nosotros mismos como sujetos para el experimento que podría reducir el riesgo de aquellos que nos siguieran. Mientras lo hacíamos, descubrimos un nuevo modo de cambio metabólico, éste era una auténtica animación suspendida. Cinco de ustedes han experimentado ese tipo de hibernación aquí en la nave. Aún no sabemos cuánto tiempo se puede permanecer a salvo e inconsciente de esa manera, pero desde luego es bastante, como mínimo miles de años.

»El traslado al espacio-L tuvo dos consecuencias importantes. Primero, nos dimos cuenta de que no podíamos volver a vivir en la Tierra, ni en ninguna parte que tuviera un campo gravitatorio sustancial, aunque quisiéramos. Eso se dedujo a partir de los experimentos que hacíamos con animales, y fue una razón de peso para mantener las investigaciones de trabajo en órbita, lejos de la Tierra. Verán, las aceleraciones percibidas…».

—Lo comprendemos —dijo Peron—. Kallen y Sy lo dedujeron.

—Muy listos. —Olivia Ferranti miró al grupo con aprecio—. Cuando acabe, tal vez puedan hablarme un poco sobre ustedes. Todo lo que sé, hasta ahora, es lo que me han contado Peron y el capitán Rinker.

—¿No se estará preguntando qué es lo que pasa? —dijo Rosanne. Entonces se calló y se llevó la mano a la boca.

—Lo hará, dentro de unos cuantos días. —Ferranti sonrió y Rosanne le devolvió la sonrisa. La tensión inicial estaba desapareciendo. Todos iban quedando absortos por el relato en primera persona de la historia remota.

Olivia Ferranti se apoyó contra la pared y se quitó el capuchón azul de la cabeza, dejando ver una mata de rizos negros.

—Tenemos mucho tiempo. En este momento, el capitán Rinker y los otros apenas saben que me he marchado.

—¡Pero si tiene pelo! —señaló Lum.

Olivia Ferranti enarcó las cejas.

—Me alegra oír que lo cree.

—Se lo dije —explicó Peron—. Creía que el espacio-L te deja calvo.

—Es cierto. ¿No han oído hablar en Pentecostés de las pelucas? La mayoría de los hombres en el espacio-L no le dan importancia, pero no me atrevo a enfrentarme al mundo con la cabeza calva. Decidí qué aspecto me gustaba tener, mucho antes de soñar con el espacio-L. Además, tengo un cráneo abultado que no me gusta mostrar a nadie. —Se palpó los rizos—. Lo prefiero así. Lo bueno que tiene es que jamás se volverá gris.

—¿Qué más provoca el espacio-L? —preguntó Sy. Más que ningún otro, a excepción de Kallen, que como siempre no hablaba, Sy parecía reservado y frío ante los cálidos modales de Olivia Ferranti.

—A eso voy —respondió ella—. Concédame unos pocos minutos antes de referirme a ello. Quiero hacer esto en orden lógico y explicar qué le sucedió a la Tierra después de su destrucción. Es importante que lo sepan para que puedan comprender por qué nos comportamos de la manera en que lo hacemos en el sistema Cass.