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«Después de haber aprendido algo de su historia desde que salieron del Sistema Solar, pudimos comprender el porqué. Nunca habían tenido un gobierno estable y digno que durara más de un siglo. Encontramos evidencia histórica de todas las formas de gobierno, desde el control del agua al neoconfucionismo. Cuando descubrieron Thule se estaban recuperando de los efectos de una larga dictadura. Su recelo era considerable. Incluso los más racionales tenían dificultades para creer que nuestras intenciones eran completamente inocentes, nada más que una curiosidad por saber cómo se las componía otra cultura sin ningún tipo de hogar planetario. No nos quisieron permitir que visitáramos su colonia en Thule. Para decirlo con suavidad, no se fiaban de nuestras intenciones.

Olivia Ferranti meneó lentamente la cabeza.

—Y, por supuesto, tenían toda la razón para hacerlo. Ni siquiera en el espacio-L se está a salvo de los accidentes o de la enfermedad. Inevitablemente habría muertes, y sin posibilidad de reproducción, veíamos a nuestra sociedad camino de su extinción, no inmediatamente, sino dentro de muchos miles de años terrestres. Vimos una posible respuesta en Melissa y las otras naves coloniales.

»Éramos desorbitadamente estúpidos o simplemente ingenuos. Para que los melissanos nos creyeran y para demostrarles que podíamos recordar la guerra exterminadora de la Tierra, les revelamos el espacio-L.

»Se volvieron locos. Desearon el espacio-L más que ninguna otra cosa del Universo. Nuestras propias experiencias nos habían confundido. Habíamos sido lentos en aceptar el espacio-L y trasladarnos a él. No nos dimos cuenta de que nuestra reticencia no podía aplicarse a ellos. No habían estado presentes en los primeros experimentos, los peligrosos. Para ellos, nuestra sola existencia probaba que el espacio-L era un lugar seguro. Así que pensaron que les estábamos engañando deliberadamente, atormentándoles al dejarles ver la inmortalidad, mientras rehusábamos compartir con ellos nuestros secretos.

»La mayor parte de la tripulación de nuestra nave había subido a bordo de Melissa. Eran ocho hombres y seis mujeres. Les apresaron y trataron de sacarles el secreto del espacio-L por la fuerza. Fue inútil. El equipo necesario para la conversión estaba en la nave, como está en ésta, y la tripulación lo había utilizado para pasar del espacio-L al tiempo de percepción de los melissanos. Pero no sabían la teoría, como tampoco la saben el capitán Rinker o Garao.

»Los inquisidores les torturaron hasta la muerte. Sólo dos que se habían quedado en la nave pudieron escapar y regresar para contarnos lo que había sucedido.

«Entonces adoptamos nuestra primera regla para relacionarnos con todas las arcologías y los mundos colonizados. Tendríamos un contacto limitado que sería llevado a cabo con gran cuidado y siguiendo unas reglas fijas. Nunca saldríamos al espacio normal para establecer contacto como se había hecho con Melissa. El contacto se haría a través de robots intermediarios; y nunca, nunca, bajo ninguna circunstancia, nos permitiríamos caer en manos de los colonos.»

Olivia Ferranti se encogió de hombros. —Ésta es otra regla que hemos roto en esta nave. Bien, saltémonos unos miles de años. Entonces, otra de las arcologías, Helena, encontró por fin un planeta habitable. Lo llamaron Mundo Faro, lo colonizaron y se trasladaron a él. Entonces aprendimos otra lección. Mundo Faro fue colonizado mucho antes de que enviáramos una nave a visitarlo. Cuando nuestra nave lo alcanzó, descubrimos que la población se había incrementado de los pocos miles del principio a cuarenta millones. Pero, mientras tanto, gran parte del conocimiento científico se había perdido, o había degenerado hasta convertirse en leyendas.

«Intentamos ayudar. Reintroducimos las bases para una tecnología más avanzada. Estaban ansiosos por recibir información nuestra, pero la aplicaron al desarrollo de armas. Entonces empezaron una guerra entre los dos principales asentamientos. Nuestra tripulación contempló cómo se masacraban mutuamente sin poder hacer nada. Pero nos dimos cuenta de que teníamos que hacer algo. Era imposible quedarse cruzado de brazos, cuando sabíamos que la información que les habíamos proporcionado había sido la causa del conflicto. La tripulación de nuestra nave intentó una táctica desesperada: a través de nuestros robots, ordenaron a las partes beligerantes que cesaran la lucha, sin decir lo que pasaría si se desobedecía la orden. «Funcionó. La guerra terminó.

«Habíamos aprendido otra verdad importante. Al ser «Inmortales», con una tecnología y un modo de vida incomprensible para los colonos, podíamos tener enorme influencia.

»Eso nos proporcionó nuestra siguiente regla: permanecer lo más distantes y misteriosos que fuera posible. Y si reclutábamos a alguien para que se uniera a nosotros en el espacio-L (sólo queríamos especímenes extraordinarios), les introduciríamos gradualmente en nuestra sociedad a través de un adoctrinamiento largo e intensivo.

«Nuestras reglas funcionaron muy bien. Se nos unió gente de Maremar y de Jade (otros dos planetas colonizados por Helena) y llevamos trabajando en esos sistemas y en el Mando desde hace miles de años Tierra.

»Por fin, llegó su mundo. Probablemente no lo saben, pero Pentecostés es una adición muy reciente a nuestras visitas planetarias. Les descubrimos hace sólo unos meses, según percibimos el tiempo en el espacio L, y el hecho fue un pequeño milagro.

«Verán, Eleanora fue la más desafortunada de las naves coloniales. Las otras dos arcologías encontraron varios planetas adecuados para establecerse en ellos. Pero sus antepasados tuvieron que vagabundear por las inmensidades interestelares durante más de quince mil años, sin aproximarse nunca a un mundo habitable. Ahora sabemos por qué. Durante los últimos cuatro mil años Tierra hemos podido predecir bastante bien los sistemas estelares y los planetas donde es probable que pueda darse la vida. Y Eleanora, simplemente, se dirigió a los sistemas estelares erróneos, en términos de nuestro conocimiento. Desgraciadamente, ese mismo conocimiento nos hizo tardar en seguir a Eleanora. Resulta que el sistema Cass normalmente no está dispuesto para la vida. La existencia de Pentecostés, Gimperstán, Mata de Pelo y Glug es un accidente, un producto secundario de las ondas de resonancia entre las órbitas planetarias.

«Podríamos haberles encontrado en Pentecostés hace cuatro mil años si se nos hubiera ocurrido mirar allí. Sólo detectamos sus emisiones de radio hace unos pocos cientos de años. Y finalmente entablamos contacto con ustedes.

«Seguimos nuestras reglas habituales. Contacto lento y limitado, y no intentar cambiar el gobierno del mundo contactado. Resultó que Pentecostés tenía un régimen totalitario: un gobierno más preocupado por mantenerse en el poder que por ninguna otra cosa, y que no tenía ningún interés en los asuntos interestelares. Desde nuestro punto de vista aquello era perfecto. Todo salió según el plan durante cuatrocientos años, hasta esta Planetfiesta, cuando el Mando fue informado de que era probable que se diera un grupo poco común de ganadores. Ustedes no saben quienes serán los ganadores por adelantado, pero nuestra gente en Pentecostés tiene una idea bastante aproximada. Esperábamos problemas, pero no sabíamos de qué tipo. Personalmente, pienso que algo habría sucedido aunque Wilmer no hubiera llevado a cabo la acción que realizó en Remolino. Sus perfiles están demasiado alejados de las pautas habituales. Pero eso es una especulación mía. Lo principal es que algo pasó. Y… —Olivia Ferranti miró las caras de los atentos jóvenes que la rodeaban y sacudió la cabeza—, aquí estamos. Tenemos que decidir qué va a pasar a continuación.