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—Lo estás haciendo difícil —dijo suavemente Sy—. Piensa en lo más simple.

—¿Quieres decir que el Mando del Sector es el único?

—No. Piensa en el Sol.

Los otros le miraron y luego lo hicieron entre sí.

—Tiene razón, como de costumbre —dijo Peron—. Todas las naves salieron de la Tierra. Fue el centro de la esfera de expansión, así que es aún el núcleo natural para coordinar las colonias y los Mandos de los sectores. El Mando Supremo debe de estar en la Tierra.

—¡La Tierra! —exclamó Rosanne tras un paréntesis de silencio. Su voz era un susurro y las palabras salieron de sus labios como una bendición—. Si el Mando Supremo está en la Tierra, tal vez podamos ir allí…

—No estará en la Tierra —dijo Lum—. Sabemos que no se puede bajar a la superficie de ningún planeta si se vive en el espacio-L.

Kallen sacudió la cabeza.

—No. No pueden vivir en el planeta. Pero podríamos visitarlo —Parecía muy excitado.

—Tiene razón —dijo Sy—. Todos estamos de acuerdo, en que en el espacio-L no se puede mantener el equilibrio más que en un campo microgravitacional. Pero la percepción y la tolerancia física no tienen nada que ver. Tu cuerpo podría soportar la gravedad perfectamente… Deberías estar sostenido y te sentirías más lento pero podrías visitar la superficie de la Tierra, o de Pentecostés, viviendo en el espacio-L.

—Eso sería suficiente —dijo Rosanne de repente—. Aunque sea una visita corta, en el espacio-L o en el normal. Quiero ir a la Tierra, ver donde todo empezó. ¡Hemos hablado tanto sobre ello! ¿Os imagináis poder atravesar la atmósfera y caminar sobre la superficie de la Tierra?

—Tranquila —dijo Peron—. No te precipites. El Sol está a dieciocho años luz. Sé que apenas son unas pocas semanas en el espacio-L, pero pasarán casi dos siglos en Pentecostés. Todas las personas que conocemos habrán muerto cuando lleguemos a la Tierra, por no contar el regreso al sistema Cass.

Rosanne se encogió de hombros.

—No puedo hablar por ti, pero ya me despedí de todos mis mejores amigos. Es curioso, pero creo que estábamos preparados para esto. Nos despedimos antes de salir de Pentecostés. Recordad que nos animaron a hacerlo, y pensamos que era por si acaso moríamos en las pruebas extraplanetarias. Pero tiene sentido. Si los ganadores son adoctrinados y se trasladan al espacio-L, no volverán a ver a sus contemporáneos de Pentecostés, tras sólo unas pocas semanas en el espacio L. ¿Os dais cuenta de que la gente que dejamos en casa ya han envejecido cinco años desde la última vez que les vimos?

—He estado pensando en eso —dijo Lum—. No soy como tú, Rosanne, realmente añoro a algunos de los amigos que dejé y me gustaría verles de nuevo. Ésa es otra cosa que tenemos que tener en cuenta. Hemos estado tratando con Olivia Ferranti sobre la base de que estamos unidos, como si todos tuviéramos objetivos idénticos y quisiéramos las mismas cosas. Pero no es así. Os conozco lo suficientemente como para saber que eso no es cierto. Deberíamos poner nuestras preferencias personales sobre la mesa para que sepamos qué es lo que vamos a negociar con los Inmortales.

—¿Pero cuáles son nuestras opciones? —dijo Elissa—. Supongo que podemos ir al Mando y vivir allí en el espacio-L. O podríamos regresar a Cass y vivir en la Nave y trabajar con el gobierno de Pentecostés. Pero estoy segura de que no nos dejarán volver a pisar la superficie de nuestro planeta y vivir de la forma en que solíamos hacerlo, aunque quisiéramos. Sabemos demasiado. Tal vez nos dejen ir a otra colonia. O tal vez podamos ir a la Tierra.

—Por eso mismo me gustaría saber qué es lo que queremos —insistió Lum—. Todos tenemos nuestros propios deseos y prioridades, pero ¿cuáles son?

—¿Por qué no empiezas tú? —dijo Rosanne—. Es tu pregunta, y así nos darás más tiempo, al resto, para pensarlo.

—Muy bien. —Lum inspiró profundamente—. Sé lo que quiero desde el momento en que descubrimos que hay otros planetas y colonias, y que hay un medio de alcanzarlos en un tiempo razonable. Quiero trasladarme al espacio-L y verlo todo. Me gustaría visitar todos los planetas, todas las arcologías y todos los cuarteles generales. Si pudiera, me gustaría ver todos los planetas de la Galaxia, aunque la mayoría sean como Glug.

Rosanne asintió.

—No sé si todo eso es posible, pero al menos estás votando a favor de trasladarte al espacio-L. De otra forma, llevarías muchísimo tiempo muerto, antes de que alcanzaras la primera colonia. ¿Sy? ¿Qué opinas tú?

—No me va vagabundear eternamente. —Sy sonreía, pero había algo en su mirada que sugería su desdén por los planes de Lum—. Quiero visitar el Mando de los Inmortales, el que tenga la tecnología más desarrollada. Lo que hemos aprendido en Pentecostés está anticuado, posiblemente en varias generaciones. Después, me gustaría visitar el centro de la galaxia.

—¡Eso está a treinta mil años luz! —dijo Peron.

—Lo sé. No me importa. Si tengo que volver al estado de hibernación para llegar allí, lo haré. No es una mala experiencia.

Rosanne le miraba y sacudía la cabeza.

—Sy, he trabajado contigo en las pruebas de la Planetfiesta y sé que eres bastante listo. Pero, ¡vaya si eres raro! ¡El centro de la galaxia!

Él le sonrió.

—¿Y bien? Oigamos entonces a alguien normal. ¿Adonde quieres ir?

—Bien… —Ella dudó—. Me gusta el sistema Cass, y me gusta Pentecostés. Pero estoy de acuerdo con Elissa. No nos dejarán regresar en mucho tiempo. Así que olvidémoslo. Y desde luego me gustaría ver la Tierra, ¿a quién no? Aparte de eso, supongo que soy como Lum. Quiero ver montones de sitios, vagar por las colonias y los planetas habituales, ver cómo son.

Elissa le hizo un guiño a Peron. Te lo dije, decía su mirada, te gané la apuesta. Rosanne está mucho más interesada en Lum de lo que quiere admitir.

—¿Y tú, Peron? —dijo en voz alta.

Peron parecía confuso.

—No estoy seguro. Ojalá lo supiera. Lo quiero todo: volver a Pentecostés, viajar, y observar bien de cerca a esos Inmortales.

—¡No eres de mucha ayuda!

—Lo sé. Supongo que la mejor respuesta es que no puedo tomar decisiones a largo plazo. Pero de momento quiero saber más sobre el espacio-L. Y la única manera es trasladarme allí durante una temporada. Olivia Ferranti hace que me sienta como un niño de pecho. No lo dijo así exactamente, pero tiene que pensar que somos como niños con una rabieta. Cuando pienso en todo lo que ha visto y hecho, y en las cosas que nos ha contado…

—Por no mencionar todas las cosas que ha visto y hecho y que no nos ha mencionado —dijo Sy secamente—. Kallen, es tu turno.

El joven alto asintió. Permaneció en silencio un instante, como si organizara sus pensamientos.

—Rosanne ha dicho que Sy es raro —dijo por fin. Sonrió tímidamente—. Me temo que dirá que yo soy aún peor. —Se aclaró la garganta y habló en un tono de voz más alto de lo que ninguno de ellos le había oído jamás—. En Pentecostés, me pasaba las noches despierto, embebido en mis propios sueños. Me preguntaba qué somos, como especie, y en qué podremos convertirnos con el tiempo. Siempre me ha parecido que los humanos somos un estadio de transición, algo entre los animales y lo que puede venir después. Especulaba sobre cuál sería la siguiente fase. La pregunta siempre quedaba sin respuesta. Ya no. Quiero ver el futuro, el futuro lejano. Y como Sy, no me importaría volver a la hibernación para conseguirlo. —Sonrió otra vez—. Después de haberle echado un buen vistazo al espacio-L, pero no antes.