—Tuvimos naves flotando a la deriva durante meses, desprovistas de toda energía, hasta que aprendimos a hacer esto —dijo Ferranti—. Incluso intentamos agredirles, pero nada afectaba a los gosámeros. Ahora hemos aprendido a vivir con ellos.
—¿Puede hacer que vuelvan? —preguntó Sy.
—Nunca hemos descubierto un medio para hacerlo. Aparecen al azar. Y ahora les encontramos con menos frecuencia que al principio. Pensamos que el fallo de la central energética de Helena, cuando partieron las arcologías, fue probablemente un encuentro con un gosámero. Cuando los colonos desconectaron la central para repararla, no encontraron nada malo. Eso es típico en la succión de un gosámero. Parece que no necesitan nuestra energía, pero les gusta. Los científicos del sector Jade argumentan que somos una amenaza para los pipistrellas, pues somos una fuente de energía compacta cuando están acostumbrados a una muy diluida. Somos un caramelo para ellos, y tal vez han aprendido que demasiados caramelos no son buenos.
Desconectó la pantalla y se incorporó.
—Quédense aquí si quieren y jueguen con el enlace comunicador. Tal vez puedan encontrar un medio para hacer que vuelvan. Es lo que le gustaría a nuestros exobiólogos y expertos en comunicación. Quería que vieran esto y captaran mi mensaje: no se puede conocer el Universo quedándose cerca de una estrella. Hay que saber qué es lo que ocurre en el espacio profundo.
—¿Qué otras cosas ocurren? —preguntó Elissa. Aún contemplaba las profundidades lechosas del espacio-L, observando cómo la estela de los pipistrellas se perdía lentamente de vista.
—¿Aquí? —dijo Ferranti—. Nada más. No estamos en el espacio profundo. El Sol está a menos de tres años luz, llegaremos allí en menos de una semana. Ahora bien, si estuviéramos en el espacio profundo, a más de diez años luz de una estrella…
Olivia Ferranti se detuvo bruscamente. Parecía haber estado a punto de decir algo más, pero lo había pensado mejor. Hizo a los otros un gesto con la cabeza, dio la vuelta y se marchó de la sala de control.
—¿Qué es lo que deducís de eso? —dijo Elissa.
Sy sacudió la cabeza y no hizo ningún comentario.
—Nos está diciendo que habrá más sorpresas durante el viaje —dijo Peron—. Me gusta Olivia, y creo que está haciendo por nosotros todo lo que puede. Sabe que aún hay cosas que no puede revelarnos, así que nos da pistas y nos deja que las descubramos por nuestra cuenta. Ésa fue otra, pero no sé cómo interpretarla. Maldición, ojalá los otros estuvieran aquí. ¿Creéis que hemos cometido un error al dividirnos así?
Peron había estado preguntándose eso mismo desde que salieron del Mando del Sector. Entonces había parecido una pequeñez. Con la experiencia que había adquirido desde que salieron de Remolino, las reuniones con los Inmortales habían sido más aburridas que apasionantes. Habían aprendido el espacio-L solos, por las buenas, y lo que debería haber sido una serie de revelaciones resultó simplemente la confirmación de hechos conocidos. El personal en el Mando del Sector era mínimo, poco más que un grupo administrativo de comunicaciones, y casi toda la información fue proporcionada a través de robots educadores y cursos de ordenador, ninguno de los cuales había sido programado con el interés como factor dominante. Después de una larga y tediosa serie de avisos faltos de humor sobre los peligros de trasladarse continuamente del espacio-L al espacio normal, Rosanne había dicho:
—¿Nos han tenido que hacer recorrer todo un año luz para esto? Tal vez cuando se es un Inmortal no se vive más tiempo, sólo lo parece.
Una de las condiciones negociadas con el capitán Rinker, para devolverle el mando de la nave, había sido la libertad para viajar después de recibir entrenamiento. Al principio, el capitán había rehusado indignado a considerar una cosa semejante. ¡Sin precedentes! Por fin había claudicado después de que Kallen enviara varios miles de robots de servicio a su camarote. Los robots ocupaban cada centímetro de espacio disponible, se movían al azar, rehusaban obedecer ninguna de sus órdenes y hacían imposible comer, caminar e incluso dormir.
Cuando el adoctrinamiento terminó por fin, todos estaban aburridos y exhaustos. Y cuando supieron que dos naves llegarían al Mando del Sector con dos días-L de diferencia, una con rumbo a la Tierra y la otra procedente de allí con destino a Paraíso, se dividieron en dos grupos. Kallen quería visitar al grupo de investigadores Inmortales que orbitaban Paraíso, mientras que Lum y Rosanne sentían curiosidad por bajar a la superficie del planeta. El ordenador había hecho una breve descripción de los hechos que habían conducido a la extinción de la colonia en Paraíso, pero como había señalado Lum, la simple enumeración de hechos era insatisfactoria. Una población de más de un millón de seres humanos había muerto en unos pocos días, sin dejar ningún registro escrito o natural que mostrara cómo o por qué. Si podía pasar tan fácilmente en Paraíso, ¿por qué no podía pasar en Pentecostés, o en cualquier otro lugar?
Ya que todo el viaje no requeriría más que de una semana de viaje en el espacio-L, Elisa, Peron y Sy habían tomado la nave que se dirigía al Sistema Sol. Kallen, Rosanne y Lum fueron a Paraíso. Y como Lum había recalcado alegremente, no estarían a más de un día-L de distancia a través de las comunicaciones radiofónicas. Podrían hablarse cuando quisieran. Excepto que el equipo de su nave parecía estar en continuo uso de alta prioridad.
Ahora, al menos Peron, lamentaba la decisión de separarse. Y Sy parecía inusitadamente pensativo y alejado, incluso para él.
—Tal vez lo hago todo al revés —dijo por fin—. Cuando dije que quería visitar el centro galáctico, suponía que sería el lugar donde podía encontrar nuevos misterios. Tal vez no. Tal vez lo verdaderamente desconocido está en todas partes. ¿Debería estar mirando la nada, las regiones entre las galaxias?
Se levantó bruscamente y salió, como Olivia Ferranti, de la sala de control. Peron y Elissa se quedaron solos, mirándose inseguros.
—Más preguntas —dijo Elissa.
—Lo sé. Y nadie quiere darnos respuestas. Te diré el mayor misterio de todos. La sociedad de los Inmortales tiene una estructura complicada. Tienen una cadena de naves que enlaza con todos los mundos habitados, tienen un elaborado sistema de reclutamiento para hacer que gente como nosotros se traslade al espacio-L, y tienen reglas definidas para sus encuentros con otras sociedades, incluso las humanas. Dios sabe qué harían si encontraran alienígenas que fueran inteligentes y vivieran cerca de las estrellas. Pero con todo eso, nunca parece que nos acerquemos a los Inmortales que están al mando de toda la organización.
—Tal vez su sociedad no funciona así. Quizá sea una auténtica democracia.
—No lo creo. —Peron se inclinó hacia delante y pasó el brazo por encima de los hombros de Elissa—. Piénsalo un momento. Alguien tiene que desarrollar las reglas y los procedimientos. Alguien tiene que comprobarlos. Alguien tiene que ocuparse de los suministros de alimento, de la energía, de los viajes, y de la construcción. Tiene que haber líderes. Sin eso no hay democracia, hay anarquía y caos. ¿Dónde está su gobierno?
Elissa acariciaba ausente la mano que Peron había colocado sobre su hombro.
—¿No llegamos a la conclusión de que está en la Tierra o, al menos, en órbita en algún lugar del Sistema Solar?