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—Lo hicimos. Pero ya no lo creo. Le dije a Olivia Ferranti que queremos conocer a los líderes de los Inmortales. Ella no quiso decir nada al respecto, pero insiste en que nos gustará visitar la Tierra. ¿Cómo puede decir eso, si podríamos tener una confrontación allí?

Elissa sacudió la cabeza. No habló, y después de un par de minutos se zafó del abrazo de Peron y salió en silencio de la cabina de control.

Peron se quedo solo, mirando sobriamente la blancura del cielo del espacio-L. Le parecía que sólo habían pasado semanas desde que caminara por los pegajosos pantanos de Glug, o analizara los peligros de aterrizar en Remolino. Para él, y para Sy y Elissa, eran semanas.

Pero en Pentecostés nuevas generaciones de contendientes habían ganado y perdido la Planetfiesta. Ahora, el nombre de Peron, como el de Kallen, Lum y los otros, no era más que una nota al pie de un antiguo libro de registros. Y Wilmer, o algún otro Inmortal entrenado, estaría en la superficie del planeta, observando a los nuevos participantes e informando de su conducta.

Y todos cuantos había conocido en Pentecostés, a excepción de Wilmer, estaban ya muertos. Peron se preguntó qué habría sido del largo proyecto de siglos para rescatar los pantanos septentrionales de la provincia de Turcanta. ¿Se habría terminado ya y habría desarrollos agrícolas reales, reemplazando los diseños futuristas que habían ilustrado una lección de geografía cuando aún estaba en la escuela? ¿Y qué otros proyectos se habrían desarrollado desde entonces?

Elissa y él habían discutido su decisión, y no hubo lamentaciones. Con lo que habían descubierto, no podría haber ningún regreso a una vida «normal» en Pentecostés. La idea de visitar la Tierra les había llenado de energía y entusiasmo; y ambos eran ridículamente felices juntos. Sin embargo…

Peron presentía que le esperaban otros viajes y otros problemas antes de que el verdadero secreto de los Inmortales fuera por fin revelado.

24

Deceleración: procedimientos, primera parte.

La fase de deceleración de un viaje interestelar se efectúa normalmente en hibernación. Mientras los pasajeros humanos están inconscientes, los ordenadores de a bordo ejecutan las tareas de ajustar la velocidad y la posición con el blanco. Despiertan a los durmientes sólo después de la llegada a destino.

Las alternativas a la hibernación son limitadas: trasladarse al espacio normal, seguido por la plena conciencia durante las largas maniobras de deceleración y atraque; o un viaje inmovilizado y mareante en el espacio-L. No se recomienda ninguna de las dos alternativas.

Sin discusión, Sy había elegido la hibernación durante su acercamiento al Sistema Sol. Planeaba usar las técnicas de animación suspendida intensivamente en sus viajes futuros, y estaba ansioso por ganar experiencia al respecto lo más pronto posible.

Peron y Elissa habían tenido más dificultades a la hora de decidirse. Después de soñar tanto tiempo con ir al Sistema Solar y la Tierra, la idea de que cerrarían los ojos y descubrirían de repente que estaban allí no les parecía tan atractiva. Se perdía todo el sentido del viaje. La Tierra era una leyenda, y todas las experiencias conectadas con ella tenían que ser saboreadas. Habían estudiado el Sistema Solar durante el viaje desde el Mando del Sector, y ahora querían ser testigos de toda la aproximación. Pero eso significaba más de un mes de tiempo de viaje subjetivo durante la deceleración, o una hora de mareo durante la deceleración y el ajuste de la órbita, firmemente atados e incapaces de mover un músculo.

Lo habían discutido una y otra vez y por fin habían tomado una decisión. Ahora estaban tumbados codo con codo, fuertemente alojados en nidos protectores. Olivia Ferranti, como favor especial, les había colocado unas pantallas para que pudieran tener una visión adecuada de la parte delantera y trasera de la nave a medida que ésta entraba en el Sistema. Se habían introducido en los nidos antes de que empezara la deceleración, cuando aún estaban casi a cincuenta mil millones de kilómetros del Sistema y el Sol no era más que una estrella excepcionalmente brillante en las pantallas.

Al principio, los dos creyeron que todos sus estudios habían sido una pérdida de tiempo. El Sol se había ido haciendo más grande y más brillante, girando en el cielo a medida que su trayectoria respondía al método de control de navegación del sistema. Pero se parecía a cualquier otra estrella, y eso les decepcionó. Durante los últimos cinco minutos vieron brevemente a Saturno y la estructura del anillo; pero estaba muy lejos y no se podían apreciar muchos detalles de la superficie de los planetas ni de los satélites. Todos los otros planetas permanecían invisibles.

No podían hablar entre sí, pero, cada uno por su lado, decidieron que la náusea y la incomodidad no merecían la pena. Hasta que, de repente, la Tierra apareció en un lado de la pantalla. El planeta se asomó con rapidez frente a ellos, en las últimas etapas de su aproximación.

Y sus sufrimientos dejaron de contar.

Las cintas de la nave les habían condicionado para esperar una canica verdiazul rodeada de nubes y una sola luna en el espacio. En cambio, la esfera completa de la Tierra brillaba rodeada por un rosario de brillantes puntos de luz como los electrones sobre el núcleo central. Había tantos que creaban la ilusión de una nube brillante y continua, un halo resplandeciente sobre el ecuador del planeta. Mientras observaban, unidades más pequeñas corrían como polillas entre la Tierra y las estructuras en órbita.

Había estaciones espaciales de todo tipo, algunas de ellas casi rozando la atmósfera, como un anillo uniforme flotando a una altitud sincronizada, otras gravitando más allá de la Luna. Y, para ser visibles a esa distancia, muchas de ellas deberían tener kilómetros de diámetro. Peron y Elissa estaban contemplando el resultado de veinticinco mil años de desarrollo continuo en la órbita terrestre. Las operaciones mineras en los asteroides, que habían dado comienzo al principio de la era espacial, habían florecido en una rica cosecha.

Peron y Elissa no tuvieron más de un minuto para asimilar la escena, pues en seguida se dirigieron hacia una de las estructuras más grandes. Estaba en órbita sincrónica, gravitando sobre una masa de tierra en forma de cabeza de flecha. Un brillante filamento se extendía desde la estación hacia la Tierra, hasta perderse de vista dentro de la atmósfera.

Su acercamiento final fue reducido a unos pocos segundos-L de movimientos difusos mientras atravesaban un laberinto móvil de naves, túneles y cables de conexión. Atracaron de inmediato y la nave permaneció inmóvil. Estaban intentando salir de los nidos cuando un hombre se materializó en la cabina y se quedó mirándoles.

Era bajo, regordete, con el pelo gris, e iba vestido con gran afectación, con anillos y joyas en la mayoría de los dedos. Llevaba una flor en la solapa, la primera que veían desde que salieron de Pentecostés. La seria expresión de su cara se contradecía con las líneas que se marcaban alrededor de sus ojos y su boca.

—Bien —dijo después de inspeccionar a Peron y Elissa—. Parecen bastante normales. He estado esperando su llegada con interés. Ninguno parece ser el monstruo degenerado que el informe del Sector sugiere, y Olivia Ferranti habla bien de ustedes. Así que continuemos aceptando esa idea. Orden: Retirad los nidos.

Éstos desaparecieron, y el hombrecito extendió una mano para ayudar a ponerse en pie a Elissa.

—Me llamo Jan De Vries —dijo—. Es mi deber aprobar (o vetar) todos los viajes a la Tierra y desde la Tierra de ciertas personas que viven en el espacio-L. Supongo que aún quieren visitar la Tierra, como solicitaron.