—Supongamos que tienes razón —dijo Elissa—. Y que me has convencido. ¿Qué podemos hacer al respecto?
Peron la apretó contra sí, compartiendo su calor. Pero cuando habló su voz era fría como el viento.
—Cariño, estoy harto de que me manipulen. Estoy harto de hacer suposiciones a ciegas. Tenemos que volver a la órbita. Tenemos que dejar de aceptar las dulces y blandas respuestas de Olivia, o de Jan De Vries, o de quien sea. Y tenemos que presionar para que nos den las respuestas reales sobre la civilización del espacio-L: quién, cómo y por qué.
26
A instancias de Elissa, decidieron que su primera prioridad cuando regresaran a la órbita y al espacio-L era tener una reunión con Sy. Elissa estaba de acuerdo con las ideas de Peron, pero quería comprobar también las especiales perspectivas de Sy sobre ellas.
Su viaje de regreso al Árbol de las Habichuelas tuvo lugar en un ambiente totalmente diferente al de ida. El vehículo estaba tan abarrotado como siempre, pero los viajeros estaban cabizbajos y sombríos. Después de unos cuantos días en la superficie, todos habían sentido que, en algún nivel profundo, la Tierra ahora era alienígena, un mundo tan afectado por las guerras del Hombre y los cambios climatológicos que era impensable volver a ella de modo permanente. La humanidad había abandonado su hogar original. No habría posibilidad de regresar. Los viajeros miraban las brillantes nubes del planeta y el manto de nieve y se despedían mentalmente.
Olivia Ferranti había mencionado que pocas personas hacían más de una visita a la Tierra. Ahora, Peron y Elissa sabían por qué.
Cuando llegaron al conjunto de estaciones que formaban el punto de desembarco superior del Árbol de las Habichuelas, Elissa preguntó al sistema de información la localización de Sy. Mientras lo hacía, Peron se preparó para la transferencia al espacio-L, lo que resultó ser sorprendentemente fácil. Ya que casi todo el mundo que regresaba de una visita a la Tierra se trasladaba de inmediato al espacio-L, el procedimiento había sido sistematizado para convertirse en una completa rutina. Peron dio sus códigos de identificación y rápidamente se le ofreció acceso a un par de tanques de suspensión.
—¿Preparada? —le preguntó a Elissa.
Ella estaba aún sentada ante el terminal de información. Sacudió la cabeza. Parecía sorprendida.
—No. En absoluto. Espera antes de introducirnos en los tanques.
—¿Cuál es el problema? ¿No puedes encontrar a Sy?
—Lo he encontrado. Pero ya no está en el espacio-L. Se trasladó al espacio normal antes incluso que nosotros.
—¿Quieres decir que también ha bajado a la Tierra?
—Según el servicio de información, no. Ha estado aquí todo el tiempo que nosotros hemos estado en la Tierra. Salió del espacio-L un cuarto de hora antes que nosotros, ¡lo que significa que lleva en el espacio normal más de veinte días!
—¿Qué ha estado haciendo?
Elissa volvió a sacudir la cabeza.
—¡Dios sabe! Esta información no aparece en el banco de datos. Pero la última vez que se le localizó estaba en una de las estaciones del complejo sincrónico. Si queremos estar juntos en esto, no tiene sentido trasladarnos al espacio-L todavía.
Peron canceló la petición de los tanques de suspensión.
—Vamos entonces. No sé cómo hacerlo, pero tenemos que encontrar algún medio de localizarle.
El trabajo resultó mucho más fácil de lo que Peron había supuesto. Sy no había hecho ningún intento por ocultar su paradero. Había vivido en el mismo sitio todo el tiempo, manteniendo un enlace casi continuo con los bancos de datos orbitales y la cadena central de ordenadores. Estaba sentado tranquilamente ante su terminal, cuando Elissa y Peron abrieron su puerta.
Sy apartó los ojos de la pantalla un segundo y les hizo con la cabeza un gesto indiferente.
—Llevo unos cuantos días esperándoos. Dadme un momento para que termine lo que estoy haciendo.
Elissa observó la pequeña habitación. Era una cámara de un quinto de g, con pocos signos materiales de la presencia de Sy. Los robots de servicio habían retirado toda la comida y los platos y no había ningún artículo de lujo o de diversión. La cama parecía no haber sido usada, y la superficie de la mesa estaba vacía. Sy parecía perfectamente acicalado, afeitado y vestido con ropas oscuras y ajustadas.
—No hay prisa —dijo Elissa. Y se sentó tranquilamente en la cama.
—Llegó un mensaje de Kallen —informó Sy, sin apartar los ojos de la pantalla—. Lum y Rosanne se han retrasado y no estarán aquí tan pronto como pensaban. ¿Qué tal la Tierra?
—Intrigante —dijo Peron. Se sentó junto a Elissa y esperó hasta que Sy terminó el almacenamiento de datos, desconectó el terminal y se giró para verles—. Deberías visitarla, Sy. Es algo que nunca olvidarás.
—Lo pensé. Pero luego decidí que tenía otras cosas que hacer antes. Ya habrá tiempo para visitar la Tierra después, no se va a marchar de donde está.
—Pero ¿qué estás haciendo aquí, en espacio normal? —preguntó Elissa—. Según el servicio de información, llevas aquí una eternidad.
—Veintiséis días —sonrió Sy—. ¿Sabes qué es lo malo del espacio-L? No se puede hacer nada deprisa. Había cosas que quería hacer y cosas que quería saber rápidamente, y no estaba seguro de que nuestros amigos Inmortales fueran a darme permiso. Por eso vine aquí. Llevo sólo diecinueve minutos-L. Para cuando registren el hecho de que me he marchado, habré terminado.
—Tengo la misma sensación —dijo Peron—. Somos demasiado lentos en el espacio-L. Tenemos mucho menos control sobre lo que nos sucede. ¿Pero qué es lo que habrás terminado de hacer?
—Varias cosas. Primero, he estado comprobando la Ley de Kallen, el nombre es mío, no de él. ¿Recordáis lo que dijo? «Todo lo que puede ser introducido en un banco de datos por una persona puede ser sacado por otra, si es lo suficientemente inteligente y tiene tiempo de sobra.» Eso es un problema en una sociedad basada en los ordenadores, y una dé las razones por las que éstos estaban tan férreamente controlados en Pentecostés: es casi imposible impedir el acceso a la información almacenada en los ordenadores. Decidí que si había otro Cuartel General para los Inmortales, uno del que preferían no hablar, tenía que haber pistas para su localización en algún lugar de los bancos de datos. Bien ocultas, claro, pero tenían que estar allí. ¿Hay una instalación secreta? Y, si es así, ¿dónde está? Me puse a investigar sobre esas dos preguntas. Y había otra cosa que me preocupaba. Cuando encontramos a los gosámeros y los pipistrellas, Ferranti dijo que los Inmortales no podían comunicar realmente con ellos. Pero ella sí se comunicó con ellos, aunque no le enviaran un mensaje de respuesta. Y tampoco estaba seguro de que eso fuera cierto. ¿Y si enviaron un mensaje? No sabemos qué estaba recibiendo la nave. Temo que todavía no tengo respuesta para eso. He estado trabajando intensamente aquí, pero eso requiere tiempo.
—¿Quieres decir que has hallado contestación a las otras dos preguntas?
—Eso creo. —Sy apoyó pensativamente su codo izquierdo en su mano derecha—. No fue fácil. Hay colocada una protección bastante fuerte. Nada de lo que está disponible para las bibliotecas de las naves dirá una palabra. Tuve que entrar a través de verificaciones de consistencia internas. ¿Qué es lo que se saca de esos hechos? Primero, los manifiestos de los vuelos oficiales muestran ciento sesenta y dos viajes iniciados desde el Sol el último mes-L pasado. La capacidad de combustible máxima de cualquier nave es de cuatro mil cuatrocientos millones de toneladas. Y el combustible suministrado en el Sistema Solar el mes-L pasado es de ochocientos setenta y un mil millones de toneladas. ¿Veis el problema? Os ahorraré la molestia de hacer cálculos. Se está usando demasiado combustible, el suficiente para hacer veintiséis vuelos que no aparecen en los manifiestos.