—¿Has comprobado otros períodos? —preguntó Peron.
Sy le miró con el ceño fruncido.
—¿Tú qué crees? Continuemos. Esto es sugerente, pero no concluyente. La cadena de navegación alrededor del Sistema Solar está controlada por ordenador, y está autoadaptándose continuamente para los cambios que se requieran. Hablando generalmente, las rutas de aproximación al Sol más concurridas son las que tienen más radares monitores y controles de navegación. La información sobre el emplazamiento de los radares está disponible en los bancos de datos, así que se puede utilizar a la inversa: dada la posición del equipo, ¿qué dirección en el espacio es la ruta de aproximación más transitada hacia Sol y hacia afuera? Planteé el problema y dejé que los ordenadores lo resolvieran. Cuando obtuve la respuesta, me quedé sorprendido durante días. La solución indicaba un vector saliendo de Sol que parecía conducir a ninguna parte, no a una estrella concreta o algún objeto significativo. Señalaba la nada. Me quedé bloqueado.
»Lo descarté todo y lo miré desde otro punto de vista. Supongamos que hay un Cuartel General oculto en algún lugar del espacio. Se comunicaría con el Sistema Sol no sólo por medio de las naves, que sólo viajan a una décima parte de la velocidad de la luz, sino también con señales de radio. Hay miles de grandes antenas y dispositivos de fase dispuestos por todo el sistema, y los ordenadores rastrean su señalización instantánea. Así que accedí a esa base de datos señalada y le hice al ordenador una pregunta: de todos los lugares a los que las antenas y dispositivos señalan, ¿cuál es la dirección en que lo hacen con mayor frecuencia? ¿Imagináis la respuesta?
—La misma que obtuviste de la solución del sistema de navegación —dijo Peron—. Es increíble. Pero maldita sea, ¿de qué nos sirve? Seguimos con el mismo misterio.
—No del todo. —Sy parecía inusitadamente satisfecho consigo mismo. Por primera vez, Peron advirtió que incluso a Sy le gustaba tener público que apreciara sus deducciones.
—Tienes razón en una cosa —dijo Sy—. Obtuve la misma respuesta que para el sistema de navegación. Tenía un vector que señalaba la nada. Pero hay otra cosa relacionada con las antenas. Los ordenadores las detectaban ordenadamente, pero por supuesto estaban distribuidas por todo el Sistema Solar, desde el interior de la órbita de Mercurio hasta más allá de Saturno. Así que, si se quiere enviar un mensaje a un punto preciso del espacio más que a una dirección específica, cada antena debe estar apuntando hacia un vector ligeramente diferente. En otras palabras, las señales del ordenador deben permitir un paralaje con el blanco. Así que di el paso siguiente. Pregunté si había paralajes en la solución previa y si era así cuál era el punto de convergencia. La respuesta fue sorprendente. Hay paralaje, es pequeño, sólo un segundo de arco, y el punto de convergencia está a veintiocho años luz de Sol, en la dirección que había determinado antes. Pero cuando se verifican las cartas estelares y las posiciones de los núcleos y los cuerpos colapsados calientes, no hay nada. Nada. Las antenas apuntan a la nada. Llamé a ese sitio el Punto de Convergencia, a falta de un nombre mejor. Pero la pregunta era: ¿qué lugar es ese? Y ahí es donde me quedé otra vez atascado por bastante tiempo. ¿Sabéis qué es lo que me dio finalmente la respuesta?
—Olivia Ferranti —contestó Elissa, que estaba sentada en la cama con expresión soñadora. Recordad lo que nos dijo: «No se puede aprender todo sobre el universo quedándose cerca de una sola estrella.» Y tú, Sy, dijiste que tal vez deberías mirar la nada para encontrar nuevos misterios, en vez del centro de la Galaxia. El Punto de Convergencia es un punto en la nada.
Sy la miró, lleno de sorpresa.
—Elissa, estaba haciendo una interrogación retórica. Se supone que no puedes darme la respuesta adecuada. ¿Cómo demonios lo has averiguado?
Elissa sonrió.
—No lo he hecho. Tú mismo lo has dicho. Nunca serás un buen mentiroso, Sy, aunque tu cara no te traicione. Fue lo que dijiste. Incluso antes de que supieras la distancia, los veintiocho años luz, dijiste varias veces que las antenas estaban señalando la nada. Pero no podías saber que no había ningún objeto opaco allí si fueras lo bastante lejos. Y por tu voz, era la «nada» lo que era importante, no las coordenadas del punto de destino.
Sy miró a Peron.
—Es una bruja. Si lee en ti de esa manera, nunca podrás tener secretos para ella. De acuerdo, Elissa, da un paso más. ¿Puedes decirme qué es tan especial en esa nada particular?
Elissa pensó unos instantes y luego sacudió la cabeza.
—Ni idea.
—Eso es lo que pensé yo también. ¿Cómo puede la nada ser especial? Pero entonces recordé lo que había dicho Olivia Ferranti: «Tenéis que saber lo que pasa en el espacio profundo.» Así que me pregunté: ¿qué es el espacio profundo? Volví a las cartas estelares y a las coordenadas centrales y le pregunté al ordenador las coordenadas del punto de espacio abierto en un radio de cien años luz del sol que está más lejos de todos los cuerpos materiales conocidos. La respuesta fue ligeramente ambigua, dada la incertidumbre de nuestro conocimiento de las distancias, pero el ordenador sólo dio dos candidatos. Uno está a noventa y un años luz; medio año de viaje, incluso en el espacio-L. El otro lugar está (no hay premio por averiguarlo) sólo a veintiocho años luz de Sol, en la dirección adecuada. El Punto de Convergencia es realmente un punto de nada. Tiempo de comunicación; cinco días-L.
Sy hizo aparecer la holografía de un paisaje estelar en el espacio ante ellos. Movió el señalizador 3-D a un lugar vacío en el interior del campo estelar.
—¿Os gustaría visitar el centro del poder auténtico de los Inmortales? Entonces aquí es. Estación Ningún Sitio. Tiempo de viaje: menos de dos meses-L.
Elissa parecía sorprendida.
—Pero Sy, ¿por qué querrían construir un Cuartel General en mitad de ninguna parte?
Sy sacudió la cabeza.
—No puedo responder a eso.
Peron aún contemplaba el holograma.
—Tal vez tengamos que llegar hasta allí para averiguarlo. Y no será fácil. Podéis estar seguros de que los Inmortales no nos quieren allí, ni siquiera quieren que sepamos que el lugar existe. Has resuelto el problema del dónde, Sy, estoy seguro. Pero ahora nos queda un problema mayor: ¿cómo podemos encontrar un medio para hacer el viaje, cuando todo el sistema está dispuesto para evitarlo?
Sy parecía engreído.
—Te he dicho que he estado trabajando duro. He identificado los problemas principales que tendremos que resolver si queremos llegar al Punto de Convergencia. Resolverlos es otro asunto, y necesitaré ayuda.
Pidió una lista numerada a la pantalla.
—Primero, tenemos que encontrar la hora y el lugar de partida de la próxima nave con destino al Punto de Convergencia. Segundo, tenemos que encontrar un medio de introducirnos en esa nave, preferiblemente sin que nadie nos detecte. Tercero, tenemos que explicar nuestra ausencia, para que nadie se pregunte adonde hemos ido. Cuarto, tendremos que hacer algo con la tripulación de la nave. Quinto, antes de que lleguemos allí necesitaremos un plan de acción para saber qué es lo que vamos a hacer. ¿Por dónde queréis empezar?
—¿No podemos hibernar a la tripulación y llevarles con nosotros? —preguntó Elissa.