—T MENOS SESENTA SEGUNDOS.
Todas las contingencias habían sido verificadas. Ahora era el momento de meterse en sus cámaras de hibernación junto a las de los miembros de la tripulación.
—Estos tanques están preparados para despertarnos un minuto-L antes de nuestra llegada a Gulf City —dijo Peron—. Ellos estarán aún dormidos. Sy, ¿estás seguro de que cambiaste el perfil de deceleración para que estemos en caída libre cuando nos despertemos?
—Confía en mí.
Peron se tumbó en el tanque de suspensión. Por enésima vez, su mente reconstruyó la misma secuencia de hechos. Los tres la habían revisado juntos hasta que les resultó completamente familiar.
Tiempo de llegada menos un minuto-L. Despertarían en el espacio normal durante la aproximación final de la nave a Gulf City. Un minuto-L les daría algo más de un día normal para hacer algún posible cambio en los planes finales. Los Inmortales de Gulf City estarían en el espacio-L, incapaces de formular una respuesta a tiempo.
Llegada a Gulf City. A continuación venía el control de los robots de servicio. Seguiría el control de la propia Gulf City…
Los vapores del proceso de hibernación siseaban a su alrededor y pudo sentir el contacto frío y desagradable de las sondas en sus brazos y en su pecho. No había nada más que hacer ahora, excepto dormir y despertar en Gulf City.
Peron cerró los ojos…
27
… y los abrió, sabiendo de inmediato que algo había salido terriblemente mal.
Tendría que encontrarse en espacio normal. No lo estaba. Los contornos difusos de los objetos a su alrededor y sus colores mutados le dijeron inmediatamente que estaba en el espacio-L. Y ya no se encontraba en los tanques de suspensión de Manta.
Intentó sentarse, pero no pudo hacerlo. Anchas cintas le aseguraban a la cama en la que se encontraba. Aún peor, no notaba ninguna sensación ni control muscular alguno por debajo del cuello. Giró la cabeza desesperadamente de un lado a otro y vio a Elissa a su derecha, con Sy al lado. Sy ya estaba plenamente conciente y le miraba pensativo. Los ojos de Elissa empezaban a abrirse.
¡En nombre del cielo! ¿Dónde se encontraban? Meneó la cabeza hacia arriba y, al hacerlo, hubo un suave rumor de maquinaria. La cama en la que se encontraba empezó a levantarse y pudo ver, gradualmente, lo que le rodeaba.
Se encontraba en una habitación grande, de paredes grises, donde no había ventanas. En las paredes había estanterías vacías y el único mobiliario eran tres sillas dispuestas frente a las camas. Toda la habitación tenía el aspecto triste de una zona pobremente mantenida. En las sillas, observándole con curiosidad, había tres personas: un hombre bajo y fornido, de ojos soñadores, y dos mujeres; una de ellas de piel negra, alta y angulosa pero, al mismo tiempo, graciosa; la otra pequeña, regordeta y rubia. Peron supuso que las mujeres tenían poco más de treinta años y que el hombre era algo más joven.
—Muy bien —dijo de pronto la mujer más baja—. Todo presente y correcto. Creo que podemos empezar.
Peron la miró por primera vez a los ojos y fue como si se sumergiera en agua fría. Los ojos eran marrones y despejados, y había en ellos un poder y una intensidad desconcertantes. Sintió como si ella pudiera atravesarle con la mirada. La frente mostraba una débil pero intensa señal de cicatrices blancas que llegaban hasta el nacimiento del pelo.
—Probablemente se sienten muy sorprendidos —continuó la mujer. Dirigió su atención a Sy y le miró fijamente. Él devolvió la mirada con su expresión usual de cínica abstracción en la cara.
—O tal vez no —dijo ella por fin—. Pero tal vez estén un poco desorientados. Así que déjenme empezar diciéndoles que están exactamente donde querían estar. Esto es Gulf City, su «Punto de Convergencia», que es un nombre tan bueno como otro cualquiera. Esto es también nuestro Cuartel General principal. Han llegado. Ya no necesitan imaginar otras puertas por las que pasar.
Peron miró a Sy, pero éste permaneció en silencio. Estaría ejecutando su propia evaluación, y hasta que no la completara era poco probable que dijera nada.
—¿Qué sucedió? —preguntó Peron finalmente. Como era habitual en el espacio-L, hablar era un problema. Y había algo en el tono de suprema confianza de la mujer que resultaba irritante—. ¿Cómo llegamos aquí?
—Encontraron su propio medio de llegar a Gulf City —contestó la mujer—. Todo lo demás no tiene importancia. Jan De Vries nos habló de ustedes tres, y dijo que tenían potencial; pero nos sorprendimos, y nos deleitamos, por su rapidez. Sólo una o dos personas consiguen llegar a Gulf City cada año terrestre. Tres a la vez es una maravilla.
—¿Quiere decir que deseaban ustedes que viniéramos?
—Todo el que es capaz de encontrar el camino a Gulf City es bienvenido. Hay un proceso de selección natural en funcionamiento, si carecen de las cualidades necesarias, nunca sobrepasarán las barreras físicas e intelectuales, y nunca llegarán a este lugar.
—Han estado jugando con nosotros —dijo Peron amargamente. Se sintió enfermo al comprobar su fracaso—. Han vigilado todos nuestros movimientos. Pensábamos que éramos muy listos al introducirnos en Manta, pero sabían lo que estábamos haciendo.
—No. —La voz de la mujer era firme—. La tripulación de Manta permanece aún en estado de hibernación. No tienen idea de su presencia a bordo de la nave. Su partida del Sistema Sol también pasó inadvertida. E hicieron que un equipo de técnicos tuviera que trabajar durante semanas eliminando los defectos en los sistemas de datos que ustedes descubrieron y explotaron ingeniosamente. Atravesaron los controles de Sol. Jan De Vries quedó sorprendido de lo inadecuados que los hicieron parecer. No deben sentir vergüenza. Pero tenemos nuestro propio sistema de seguridad, aquí, en Gulf City. Y estoy seguro de que saben que los habitantes del espacio-L son altamente vulnerables a las acciones en el espacio ordinario. Inspeccionamos todas las naves que se aproximan, durante la fase de deceleración, mucho antes de que se les permita atracar.
Peron advirtió que Elissa había recobrado la conciencia por completo y escuchaba a su lado atentamente.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó—. ¿Y qué significa eso de que querían que viniéramos? ¿Por qué nos quieren?
—Sólo una pregunta cada vez. —La mujer sonrió, y al hacerlo su cara se transformó y dejó de parecer austera y antipática—. Primero las presentaciones: ustedes son Peron de Turcanta, Elissa Morimar y Sy Day de Burgon. —Sus ojos se dirigieron de nuevo a Sy y otra vez hubo un largo instante de miradas sostenidas—. Los creaproblemas de Pentecostés, y también los primeros habitantes de su planeta en llegar a Gulf City. Mi enhorabuena. En cuanto a nosotros —tocó ligeramente en el hombro al hombre rechoncho que estaba junto a ella—, éste es Wolfgang Gibbs, Encargado de Gulf City. Ella es Charlene Bloom, mi ayudante personal. Y yo soy Judith Niles. —Sonrió de nuevo—. Soy la Directora General de Gulf City y de todas las operaciones Inmortales. Quédense quietos un poco más.
Avanzó y les miró a la cara. Luego estudió los diales dispuestos en la cabecera de las camas durante un par de segundos y asintió.
—Creo que podemos devolverles su movilidad. Las precauciones eran tanto por su propio bien como por el nuestro. Orden: Liberad a estos tres.
Las bandas alrededor de Peron se soltaron de inmediato y, un instante después, sintió una punzada en sus miembros y el regreso de las sensaciones. Se incorporó y se puso en pie, asegurándose de su equilibrio.