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—Yo también. Pero queda una pregunta por hacer. ¿Por qué existe Gulf City?

—Ya has oído lo que ha dicho Wolfgang: para estudiar los Objetos Kermel.

—Claro, pero eso no tiene sentido. —Peron se giró para ver a Elissa—. Mira, puedo imaginar a un grupo de científicos puros discutiendo el hecho de si merece la pena el enorme esfuerzo de instalar una estación de investigación aquí, en el golfo, para decidir la naturaleza de los Objetos Kermel. Pero ya has visto a Judith Niles. ¿Te la imaginas tragándose ese argumento? Les habría echado de su despacho en dos minutos. Creo que Sy le hará la pregunta principal. Y espero que sea él. Si no lo hace, tendremos que hacerla tú y yo.

Peron parecía preocupado pero decidido. Elissa no dijo nada más. Se arrimó a él y le abrazó.

Casi a medio kilómetro de distancia, en un área privada al otro lado de Gulf City, Wolfgang Gibbs sostenía su propia reunión privada con Charlene Bloom. Los dos se encentraban tumbados uno al lado del otro en una habitación vacía, en la oscuridad, con todos los monitores desconectados.

—Has notado la diferencia, ¿verdad? —dijo él suavemente—. Creo que esta vez hemos cogido un tipo de peces diferentes. Tiburones, tal vez, y no simples sardinas.

—Estoy de acuerdo. JN, desde luego, también piensa lo mismo. Pudiste sentir la tensión entre los cuatro. Especialmente con el muchacho de pelo oscuro. Sy. No cedió ni una pulgada ante ella. No estoy segura de querer estar delante en el próximo encuentro. JN tendrá trabajo de sobras.

—Eso espero. —Wolfgang Gibbs sonrió amargamente en la oscuridad—. ¿Sabes cuál es el problema con nosotros dos, Charlene? Estamos atascados. JN es el jefe, y lo sabemos, los tres. No podemos discutir con ella, aunque tengamos razón, porque ella es demasiado enérgica. Estoy cansado de este sitio, y estoy empezando a odiar la vida en el espacio-L, pero aún no puedo decirle que quiero marcharme.

—¿Marcharte? ¿Dejar Gulf City y a JN por completo? —Charlene Bloom se separó de él—. No podemos hacerlo. Llevamos juntos desde el principio.

—Sí. Y es demasiado. Más de quince años, la mayoría de ellos en el espacio-L. Dios, Charlene, ¿no te parece que necesitamos una nueva perspectiva de las cosas? No creo que seamos nosotros quienes podamos proporcionarla. Tal vez esos tres muchachos puedan. Tú y yo deberíamos marcharnos a descansar, a dirigir un grupo de contacto planetario o un Mando de Sector. Tal vez podríamos ir a Pentecostés, de donde vienen ellos.

—¿Les dijiste lo de sus tres amigos?

Gibbs hizo una mueca y sacudió la cabeza.

—Todavía no. No pude hacerlo. Están esperando que vengan a Gulf City. Voy a dejar que JN les de la noticia. Va a ser duro para ellos.

Hubo un largo silencio.

—¿Wolfgang? —dijo Charlene por fin.

—¿Sí?

—Lamento que te sientas así. —Su voz sonaba preocupada, llena de dudas—. Sé que a veces es frustrante. Pero he sido feliz aquí todos estos años. Conozco mis limitaciones. No podría haber hecho lo que ha hecho Judith. Ella nos reunió a los tres y ha hecho que permaneciéramos juntos. Ni tú podrías haberlo hecho. Y puedes decir lo que quieras sobre vivir en el espacio-L, pero nos enfrentamos con el mayor problema de la humanidad. Si no encontramos una solución, creo que será el final del camino para el homo sapiens. Y si tú estás haciendo un sacrificio, JN lo hace también.

—Lo sé. Pero ¿y si estamos equivocados? JN piensa que estamos haciendo progresos, pero por lo que a mí respecta nos encontramos en la misma situación que cuando se creó Gulf City, hace más de quince mil años terrestres. ¿Qué hemos conseguido en todo ese tiempo? ¿Y cuánto tendremos que esperar hasta que se acabe?

Charlene no respondió. Wolfgang había hablado en ocasiones de marcharse de Gulf City, pero nunca en términos tan fuertes. Si se iba, ¿qué haría ella? No podría soportar la pérdida de Wolfgang, pero tampoco podía abandonar su trabajo ni a Judith Niles.

Se alegró de estar a oscuras. Temía, más que nunca, los resultados de la reunión inminente.

28

Sy dudó durante un minuto después de dejar a Peron y Elissa. Entonces se movió con rapidez. Durante su paseo por Gulf City habían visto una docena de cámaras de suspensión para entrar y salir del espacio-L. Se dirigió a la más cercana y, sin dudarlo, se introdujo en uno de los tanques. Verificó los monitores para confirmar que se encontraba solo y no le observaban, y entonces se tumbó en uno de los sarcófagos e inició el proceso que le llevaría al espacio normal. Cerró los ojos…

… y los abrió para encontrar a Judith Niles mirándole tranquilamente a través de la cubierta transparente del tanque. En su cara había una sonrisa que no pudo descifrar, y cuando estuvo completamente despierto, ella abrió la puerta y le ayudó a salir. La miró atónito.

—Vamos —dijo ella—. Tenemos que hablar a solas los dos. Creo que mi despacho será mucho más cómodo que esta cámara.

Sin mirarle, se dio la vuelta y empezó a caminar. Le condujo a los laboratorios principales de Gulf City, en el centro mismo de la estación. Sy pronto se encontró en una serie de habitaciones donde había cuadros en las paredes, estanterías de libros auténticos y filas alineadas de monitores. Ella le hizo un gesto con la mano.

—Primera lección. Le voy a dar muchas. No suponga, nunca, que no se le observa. Aprendí el arte de la observación de un maestro, el único maestro que he conocido. Desde aquí se puede observar todo.

Ajustó la gravedad para que ésta fuera la mitad de la terrestre y luego se hundió en un sillón. Hizo una seña a Sy para que la imitara. Hubo un largo silencio, durante el cual los dos se observaron con firmeza.

—¿Quiere que empiece a hablar? —dijo ella por fin.

Sy sacudió la cabeza.

—Usted primero, yo segundo. Sabe que tengo preguntas.

—Naturalmente. —JN se echó hacia atrás y suspiró—. No me interesaría por usted si no lo hiciera. Y creo que tengo algunas respuestas. Pero tiene que ser un intercambio recíproco.

—¿Qué quiere de mí?

—Todo. Cooperación, comprensión, inteligencia, nuevas ideas. Tal vez hasta camaradería. —Le observaba con una intensidad peculiar, con los ojos completamente abiertos y sin parpadear bajo las cicatrices de la frente—. Es algo que no he tenido desde que salimos de la Tierra. Creo que puede ser un buen colega. Dios sabe cuánto lo necesitamos. Nos faltan ideas frescas. Cada vez que se ha producido una nueva llegada a Gulf City he sentido esa esperanza. Creo que es usted diferente. Podemos leernos mutuamente. Eso es más raro de lo que cree. Quiero que me ayude a reclutar a sus compañeros, porque no estoy segura de poder hacerlo. Son una pareja testaruda. Pero usted piensa de la misma forma que yo. Sospeché que vendría aquí, al espacio normal, porque es exactamente lo mismo que yo hago cuando necesito tiempo para pensar. ¿No ha oído que es malo pasar con mucha frecuencia del espacio normal al espacio-L?

Sy asintió.

—Eso es lo que nos dijo Olivia Ferranti. Ella lo cree así, pero yo no estoy tan seguro. No he visto ninguna evidencia.

—No creo que lo haga. Si hay efectos nocivos, son muy sutiles. —Judith Niles volvió a sonreír, una sonrisa abierta que iluminó su cara—. Pero un sistema en el que la gente entra y sale del espacio normal para pensar es difícil de controlar. No acepta la palabra de los otros con facilidad, ¿verdad?

—¿Tendría que hacerlo? —La cara de Sy continuaba inexpresiva—. Mire, si esto va a ser algo más que una pérdida de tiempo, vayamos a lo específico. Tiene razón. Vine aquí para pensar antes de reunimos con usted otra vez. Necesitaba tiempo. Gulf City parece una gran charada. Un lugar sin ningún propósito plausible. Si quiere mi cooperación, y la cooperación de Peron y Elissa, empiece diciéndome qué es lo que pasa aquí. Dígame por qué existe Gulf City.