»Por entonces ya sabíamos que estábamos viendo algo diferente de los gosámeros y los pipistrellas. Las nuevas fuentes eran débiles y distantes, y las imágenes reconstruidas mostraban indicios de una estructura en espiral, no como esos paneles de poliedros. Pero aún disponíamos de muy poca información. Parecía un misterio científico fascinante, pero no mucho más. Entonces fue cuando Otto Kermel propuso una serie de misiones para estudiar e investigar esos objetos.
»No tengo ningún mérito que atribuirme en lo que sucedió a continuación. Pensé que su idea no conduciría a ninguna parte, y le di apoyo y recursos mínimos. Kermel hizo todo el trabajo inicial por su cuenta. Le dimos una nave de una plaza y le enviamos a un tranquilo emplazamiento a unos siete años luz del Sistema Solar. El argumentó que la ausencia de campos magnéticos y gravitacionales eran esenciales para estudiar los objetos. Aunque su primer objetivo era comunicarse con ellos, descubrió que un mensaje enviado al más cercano de ellos requería dos años-L. Eso le limitaba, pero durante sus estudios descubrió un montón de cosas más.
«Primero, descubrió muchos Objetos Kermel por toda la galaxia. Las señales que interceptábamos no estaban dirigidas a nosotros. Estábamos asistiendo a transmisiones entre los Kermel, y estas señales eran numerosas. Basándose en la longitud de esas transmisiones, Otto concluyó que los Objetos Kermel son inmensamente viejos, con un promedio de vida tan lento que el espacio-L es inadecuado para estudiarlos. En miles de años terrestres, estaba recibiendo sólo señales parciales. Otto dijo que podía decodificar parcialmente sus mensajes, y que creía que existían desde la formación del universo, desde antes del Big Bang, según uno de sus informes más descabellados. También sugirió que se reproducían, no por el intercambio de material genético, sino por el intercambio radiado de información genética. No hemos podido verificar ninguna de esas conjeturas, y Otto no pudo proporcionar datos suficientes para dar pruebas convincentes. Lo que necesitaba era el estado-T, y la oportunidad de estudiar los Objetos Kermel en unos períodos de tiempo más apropiados. Por desgracia, marchó a una segunda expedición justo antes de que se descubriera el estado-T. Y no ha regresado.
«Para cuando marchó, sin embargo, habíamos cambiado de opinión sobre la importancia práctica del estudio de los Objetos Kermel. Decidimos que era básico para el futuro de la especie humana. Hemos continuado su trabajo, pero sin gran parte de su base de datos. Eche un vistazo a esto.
Judith Niles proyectó otra escena en la pantalla.
—¿Le parece familiar?
Sy la estudió un par de segundos y luego se encogió de hombros.
—Es la imagen de una galaxia en espiral, invertida. No tengo idea de cuál.
—Correcto. No hay manera de que la reconozca, pero es esta galaxia, vista desde el exterior. Esta señal fue registrada por Otto Kermel procedente de uno de los objetos que se encuentran sobre el plano galáctico. Como parte de la misma señal, vino también esta imagen.
Tras teclear otra orden, apareció otra imagen junto a la primera. Era la misma galaxia, pero ahora las estrellas aparecían de color diferente.
—Siga observando con atención. Voy a acercar el zoom.
Los campos estelares se expandieron a medida que el ángulo de visión se acercaba para enfocar uno de los brazos de la espiral. Pronto pudieron distinguir estrellas individuales en la pantalla.
Judith Niles detuvo el zoom.
—En cuanto se miran las estrellas individuales, se puede ver lo que pasa. Las estrellas a la derecha han sido coloreadas de acuerdo con su tipo espectral. Y, al mirar las estrellas de nuestro alrededor, fue fácil para nosotros leer el código. Por ejemplo, el Sol es una estrella G-2 V, y las de tipo G aparecen en verde pálido. Las gigantes rojas son magenta, las supergigantes tipo O están en púrpura y las enanas rojas son amarillo anaranjadas. Había un fragmento de información importante en la imagen. Al mirar la distribución de las estrellas en algunos de los conjuntos estelares principales, pudimos determinar la fecha. Toda la evidencia era consistente y nos dijo que la imagen representaba la situación hace setenta mil años terrestres. Cuando Otto Kermel recibió otra señal del mismo tipo, pensó al principio que sólo era una copia. Pero no lo era. Aquí está.
Produjo otra imagen en la pantalla, sobreimpresa en la primera.
—La distribución estelar indica una fecha diferente, Esta imagen muestra el brazo de nuestra galaxia como será dentro de cuarenta mil años terrestres. Eche un buen vistazo. Es la imagen más importante de la historia humana.
Sy contempló la pantalla en silencio durante un par de minutos.
—¿Puede ajustar la pauta de color según el tipo espectral? —dijo por fin.
Judith Niles, sin decir palabra, introdujo un código de colores en la pantalla. Sy guardó de nuevo silencio.
—¿Dónde está el Sol? —preguntó finalmente.
Judith Niles sonrió torvamente y movió el cursor para indicar una estrella.
—Éste es el Sol, tal como será dentro de cuarenta mil años. Ahora ve por qué estamos aquí en Gulf City.
—Una enana roja. Tipo espectral equivocado. Todo el brazo de la espiral está lleno de enanas rojas, en una proporción demasiado elevada. —Sy volvió a prestar atención a la primera imagen—. Es imposible. Según la imagen, no fue así hace setenta mil años. Y no hay modo de que los tipos estelares cambien tanto y en tan poco tiempo. Deben estar ustedes interpretando mal los datos.
—Eso es lo que pensamos al principio. Entonces empezamos a comparar catálogos estelares recientes con los hechos en los primeros días de la astronomía. No hay ningún error. La secuencia principal de estrellas centradas en esta región del brazo en espiral ha estado cambiando. —Movió el cursor a unos tres mil años luz más cerca del centro galáctico—. Lo que solían ser clases espectrales G y K se están conviniendo en clase M.
—¡Imposible! —Sy sacudió la cabeza vigorosamente—. A menos que toda la astrofísica que aprendimos en Pentecostés estuviera equivocada. Hacen falta cientos de millones de años, como mínimo, para cambiar de un tipo espectral a otro, si es que no se produce un cataclismo como una nova.
—Su astrofísica es la misma que la nuestra. Y sólo podemos pensar en un mecanismo de cambio. Las estrellas de clase G y clase K tienen temperaturas en la superficie entre cuatro mil y seis mil grados. Las de clase M están entre los dos mil y los tres mil. Se podrían lograr esos cambios en el tipo estelar si, de alguna manera, se consiguiera amortiguar artificialmente la reacción de fusión en las estrellas. Reduzca la producción de energía interna y reducirá la temperatura general.
Sy parecía frustrado.
—Tal vez. Pero ¿puede sugerir algún proceso para conseguirlo? No conozco ninguno.
—Nosotros tampoco. No existe proceso natural alguno. Esto me lleva a una conclusión desagradable. La información que hemos recibido de los Objetos Kermel es cierta. Hemos verificado otros cambios en los tipos estelares. Y no hay ningún medio natural para que sucedan estos cambios. Así que, o bien los Objetos Kermel inducen los cambios, o alguna otra entidad que vive en nuestro brazo de la galaxia prefiere estrellas de luminosidad y temperatura más baja.
—¿Quiere decir que algo o alguien está induciendo una reducción de reacciones de fusión a través del brazo de la espiral… intencionadamente?
—Exacto. —La frente de Judith Niles se llenó de arrugas, y de repente pareció diez años más vieja—. Es una conclusión aterradora, pero es la única. No creo que los Objetos Kermel lo estén haciendo, aunque parecen saber mucho al respecto. Tenemos algunas evidencias que sugieren que comprenden todo el proceso y parecen capaces de predecir los cambios. Pero creo que ellos no originan la acción. Lo que estamos viendo es el trabajo de otra especie, más parecida a nosotros. Una especie para la que el espacio profundo, preferido por los gosámeros o los Objetos Kermel, no tiene ninguna utilidad. Estas otras criaturas quieren vivir cerca de una estrella. Una estrella roja y de baja luminosidad. —Apagó la pantalla, se echó hacia atrás y cerró los ojos—. Hace muchos años, los humanos hablamos de dar a Marte y a Venus características semejantes a las de la Tierra, pero nunca lo hicimos. Estábamos demasiado ocupados haciéndonos volar mutuamente por los aires como para intentarlo. Ahora tal vez hemos encontrado a alguien más racional y más ambicioso. Lo que estamos viendo es una modificación inducida en las estrellas, una estrellaformación. Si continúa, y si no la comprendemos ni encontramos un medio de detenerla, dentro de otros cien mil años no habrá ninguna estrella tipo G en esta parte de la espiral. Y eso será el fin de las colonias planetarias humanas. El final.