Kallen hizo una pausa.
—Veis, yo también he cambiado. Hace treinta años, el discurso que acabo de dirigiros me habría costado un mes de esfuerzo. Pero ya he acabado. Os dije que no sintierais lástima por Lum y Rosanne. Era sincero. Si alguna vez tenéis la satisfacción de encontrar un problema tan grande como el que ellos encontraron y lo resolvéis, habréis respondido a la vieja pregunta sobre el significado de nuestras vidas.
La cara de Kallen adquirió un tono solemne y miró a la pantalla largo rato sin hablar.
—Me gustaría veros de nuevo —dijo finalmente—, pero lo extraño es que sé exactamente qué aspecto tenéis. No habéis cambiado ni un ápice desde que nos despedimos en el Mando del Sector del Sistema Cass. Mientras que yo… —Se encogió de hombros y se pasó la mano por la cabeza calva—.
Adiós, viejos amigos, y buena suerte. Y buscad lo más difícil, hagáis lo que hagáis.
La imagen desapareció de la pantalla y se convirtió en una masa informe de color blanco que desapareció por fin, dejando la habitación a oscuras.
—Benditos sean —dijo suavemente Judith Niles—. No he llegado a conocer a Lum y a Rosanne, pero lamento como ustedes que hayan muerto. Eran las mentes y los espíritus que necesitamos para enfrentar nuestros problemas. Buscar lo más difícil, lo más duro, lo más frustrante. Si quieren una descripción simple de los Objetos Kermel y la estrellaformación, esa es la adecuada. Ojalá tuviéramos con nosotros a Rosanne y Lum. Tal vez Kallen encuentre el medio de llegar hasta aquí. Por lo que he oído sobre él desde la Estación Paraíso, será difícil detenerle una vez que decida venir.
—Es imposible de detener —dijo Peron suavemente—. Ojalá estuviera aquí con nosotros ahora.
—Pero no lo está. —Las luces de la sala de conferencias volvieron a adquirir lentamente su intensidad normal, y Judith Niles prestó toda su atención a Peron y Elissa. Les miró directamente a los ojos—. Han oído a sus amigos. No creo que puedan resistirse a ese mensaje. Salvaron un mundo. Tienen ustedes la oportunidad de salvar todos los planetas que pueden albergar vida humana. ¿No sienten como si les hubieran estado hablando del problema exacto que tenemos aquí y les dijeran que aceptaran ese reto?
Elissa miró a su alrededor. Sy asentía. Advirtió que había tomado su decisión antes de oír el mensaje de Kallen, tal vez antes de que empezara la reunión. Se volvió a Peron. Éste dudaba, medio persuadido, pero aún incómodo. Elissa estaba sola.
—¡NO! —La palabra pareció salir despedida, sorprendiéndola con su fuerza y su intensidad—. No, ésa no es la respuesta. Están ustedes equivocando el tema.
Hubo un denso silencio. Todos la miraron sorprendidos, incluso Peron, a pesar de que ella había esperado que él la comprendería fácilmente.
—¿No lo ven? —continuó diciendo—. Han pasado ustedes por alto el significado real de su mensaje.
—Lo dudo —dijo Judith Niles, cortante. Su cara estaba tranquila, pero las cicatrices se destacaban en su frente—. Estaba bastante claro. Trabajar con los problemas más importantes, y no distraernos con lo trivial.
—Sí, ciertamente… tomándolo en conjunto, no hay duda sobre eso. Pero mire más allá del mensaje, los hechos. El problema de Paraíso se conoció durante cinco mil años terrestres, y nadie pudo aventurar una solución. Hasta que nuestros amigos llegaron, la gente lo estudiaba desde el espacio-L, y eso sólo significaba un par de años-L de esfuerzo. Ahora mire nuestra situación. Tenemos cincuenta mil años terrestres para aprender a controlar los cambios en los tipos estelares. Tal vez cien mil años si tenemos suerte. Con tanto tiempo disponible, la raza humana debería ser capaz de resolver cualquier cosa, cualquier problema que quiera usted mencionar. Pero no es así si se trabaja en el espacio-L. Con eso nos movemos a ritmo de tortuga… y necesitamos actuar con rapidez.
—Pero los mensajes de los Objetos Kermel son absolutamente vitales. —Judith Niles se echó hacia atrás. En su cara había una mirada perpleja—. Son inaccesibles desde el espacio normal.
—Naturalmente… y alguien tiene que estar en el espacio-L o en estado-T para recibirlos. Pero el análisis de esos mensajes debe ser lo más rápido posible. Eso significa que tenemos que estar en espacio normal. Tiene usted que cambiar su sistema, cambiarlo por completo. Explíqueles el problema a los habitantes de los planetas, y haga que busquen la clave para su solución. Ése es el resto del mensaje de Kallen y los otros, la parte que ha ignorado.
Elissa se echó hacia delante, concentrando toda su atención en Judith Niles.
—¿Quiere que trabajemos en el problema central? Me encantaría hacerlo. No hay nada en el Universo que me atraiga más. Pero en espacio normal. Sé que puede que nunca vea la solución si lo hacemos de esta forma. Pero aceptaré el riesgo, porque estoy segura de que mis descendientes encontrarán la respuesta, tal vez mil años después de mi muerte. Eso es suficiente para que crea que merece la pena.
Miró a Peron y vio que éste asentía vigorosamente, desaparecida ya su incertidumbre.
—Estoy completamente de acuerdo con Elissa —dijo—. Aunque no lo he visto hasta que ella nos lo ha señalado. Continuemos con esto como usted sugiere, y preparemos una segunda instalación. Pero en espacio normal. Nos pueden ustedes ir dando la mejor información que vayan consiguiendo aquí en Gulf City. Nosotros las convertiremos en teorías, dos mil veces más rápido de lo que ustedes podrían hacerlo en el espacio-L.
Judith Niles había escuchado con atención, pero ahora tenía el ceño fruncido y sacudía la cabeza.
—Me parece apropiado. Pero nunca saldrá bien. Hagan caso a lo que ha dicho su amigo Kallen: «Carecéis de experiencia.» Tardarán ustedes muchos años en adquirirla. Necesitan relacionarse con nosotros, aquí en Gulf City. Y nunca podrían servirse de nuestra experiencia si se encuentran en espacio normal mientras nosotros permanecemos en el espacio-L. Los problemas de intercambio de información son enormes. Dije antes que les permitiría libertad de llevar a cabo experimentos en la segunda instalación, pero deben seguir teniendo acceso a nosotros, para hablar e intercambiar ideas. No. —Sacudió la cabeza—. Parece bien, pero no funcionará.
—Estoy de acuerdo con Elissa —dijo de repente Wolfgang Gibbs al otro lado de la mesa. Se detuvo, como si se hubiera sorprendido por su propio estallido. Cuando continuó, dirigió sus palabras a Judith Niles, pero continuó mirando a Peron y Elissa, como si obtuviera apoyo de ellos—. Tiene razón. Progresaremos mil veces más rápido en el espacio normal que en el espacio-L. Por no mencionar el estado-T, y sabes que ese tema es mi niño mimado. He reflexionado sobre esto durante meses y años, preguntándome cómo hacer mejores progresos. Pero nunca pensé en dos instalaciones, una en el espacio-L y otra en espacio normal. Para nosotros, acostumbrados a la forma en que son las cosas aquí, el espacio normal es casi impensable. Vida más corta, fijos en un planeta, probablemente sin ver nunca una solución. Pero apuesto a que funcionará. Se detuvo, dudó, miró a Charlene y a Elissa y luego a Judith Niles. Su cara estaba pálida, pero había convicción en su voz cuando continuó.
—Tu razonamiento sobre la experiencia es válido. No hay sustituto para los años de experiencia práctica de nuestro trabajo aquí. Pero yo la tengo. Si continuamos y preparamos una segunda instalación, en espacio normal, entonces me presento voluntario para ir a esa instalación.
—¡Wolfgang! —dijo Charlene Bloom. La palabra salió de su boca sin quererlo. Se mordió el labio y bajó la cabeza. Estaban revelando demasiado, había demasiada esperanza en la voz de él y demasiado dolor puro en la suya.