En la zona de mecánicos los equipos ganadores y los perdedores reparan sus cosechadoras para la ronda final. Las soldadoras, los sopletes y las pulidoras arrojan una lluvia de chispas sobre la hierba seca y la gente se dedica a perseguir los pequeños incendios espontáneos y a apagarlos con latas de cerveza. Las barbacoas asan perritos calientes y hamburguesas. Los niños y los perros corretean alrededor de las cosechadoras volcadas y apoyadas en gatos hidráulicos.
Cerca de la número 17, la Hombrecillos verdes, un grupo de chicas bebe cerveza y mira disimuladamente al conductor Kevin Cochrane.
Cochrane, de veinte años de edad, dice:
– Sí, existen grupis de los combates de cosechadoras. No creo que haya grupis del mismo Lind, pero sí de otros pueblos. Creo que van siguiendo el circuito. Solamente hay dos combates, así que es un circuito pequeño.
Cochrane mira a las chicas mientras una de ellas deja atrás a sus amigas y se acerca.
– ¿Que cómo son las grupis? -dice-. Pues en primer lugar son un poco palurdas. Llevan botas de cowboy y cosas así. Un poco al estilo campesino, pero no como esa. -Señala con la cabeza mientras la chica se acerca.
La chica se llama Megan Wills. Cuando le pregunto por qué no hay mujeres conductoras, dice:
– ¡Porque es muy jodío! ¡A Josh le han dao una buena!
– Antes había mujeres conductoras -dice Cochrane.
– ¡Una! ¡Y hace mucho tiempo! -grita Wills, que tiene a su hermano en el equipo de mecánicos de la número 14, la Patrulla coñil-, ¡No hay mujeres conductoras porque es una cosa muy jodía! ¡Yo ahí no me meto ni loca! ¡La menda prefiere emborracharse y tirarse a todos los tíos buenos que conducir esa mierda! ¡Anda que nooo!
Cochrane da un trago de su cerveza y dice:
– Creo que si uno no bebe nada se pone demasiado nervioso. Te metes ahí y estás todo tenso. Hay que relajarse un poco.
Antes de la ronda de consolación, los jueces recorren la zona de mecánicos diciéndole a la gente que sus treinta minutos de reparaciones han terminado hace rato. Solo la Ratón Mickey y la Invento de J y M están listas y esperando en la arena. El sol está por debajo del horizonte y oscurece deprisa. Los jueces anuncian por los altavoces:
– Necesitamos nueve cosechadoras en el ruedo. Solamente tenemos dos. Nos faltan siete.
Frank Bren, conductor de la Espíritu de América, llega corriendo, con la camiseta y las manos embadurnadas de aceite de motor, sudor y sangre seca:
– No vamos a llegar a tiempo -les dice a los jueces-. No conseguimos cambiar un cable hidráulico.
Un juez lee los nombres de las cosechadoras a las que todavía se espera en la arena.
– Estáis pasándoos del límite de tiempo -dice-. Y poniendo a prueba la paciencia de los jueces.
La Rambulancia entra en el ruedo, arrastrando una rueda trasera pinchada. La Rayo rojo consigue llegar. La Bala de plata llega cojeando. Nada más empezar la ronda, la Rayo rojo embiste a la Rambulancia y del choque saltan chispas. La Bala de plata clava el morro en los neumáticos delanteros de la Invento de J y M. La Rambulancia pierde el eje trasero. La Ratón Mickey pierde una rueda de atrás. La Invento de J y M embiste frontalmente a la Rayo rojo. Luego la Rambulancia hace chocar su morro con el de la Invento tan fuerte que las traseras de ambas cosechadoras se levantan un metro del suelo. La Ratón Mickey se engancha a la Rayo rojo tan fuerte que le arranca las dos ruedas de atrás y le revienta un neumático delantero. El golpe le arranca el morro a la Ratón Mickey y Davis baja la bandera. Se queda sentado, despatarrado en el asiento y con la cara levantada en dirección al cielo a oscuras. La Rambulancia se arrastra por un campo lleno de tornillos y trozos de metal. La Bala de plata y la Invento de J y M embisten tan fuerte a la Rayo rojo que el golpe mata a la Bala de plata. Luego la Invento baja la bandera.
Mientras esperamos a que las grúas limpien y los ganadores se presenten a la confrontación final, Thompson tira más camisetas a las tribunas. Una luna naranja y enorme asciende y parece pararse, flotando en el horizonte.
Los ganadores de las tres primeras eliminatorias y cualquier cosechadora superviviente entran en la arena. Está completamente oscuro y las banderas rojas que los conductores tienen al lado parecen negras al recortarse sobre el fondo de humo y polvo. A la Máquina antediluviana se le está cayendo el radiador y la pequeña cosechadora Massey 510 está desaparecida en medio de una nube de vapor blanco. Los motores de las nueve cosechadoras rugen al unísono y empieza la ronda final.
Nada más empezar la Hombrecillos verdes pierde la parte trasera y se queda tirada en una esquina. La Tiburón embiste el trasero de la Patrulla coñil y la mata al instante. La Máquina antediluviana corre a toda pastilla por el ruedo, llenando la arena del vapor que le sale del radiador hecho un colador. Mientras un tren de carga de la Burlington Northern pasa a toda velocidad, haciendo sonar su silbato por encima del ruido del combate, la Tiburón se queda atascada, con el morro enganchado debajo del trasero de la Patrulla coñil. La Cerdo de matanza exprés aplasta el culo de la Gangrena de la mala. La Tortuga permanece escondida, con las ruedas traseras apoyadas en el borde del ruedo, donde ninguna cosechadora pueda golpearla sin empujarla contra el público apelotonado. La Cerdo de matanza exprés se detiene, muerta. La Tortuga se aventura a golpear a la Rambulancia , que ya no tiene eje trasero. En una esquina yace muerta la Hombrecillos verdes, con la antena de radar plateada de Cochrane todavía dando vueltas.