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Sus antepasados eran noruegos y él nació en Dakota del Norte, aunque se crió aquí en el estado de Washington. En 1980 se jubiló y se construyó una casita con tejado a dos aguas. En 1983 inició el castillo de sus sueños.

– Lo iba a construir de piedra -dice Jerry-, Por aquí tenemos mucha piedra. Y me pasé seis meses intentando hacerlo así. Con piedras. Y argamasa. Dios.

Sacando la piedra de una cantera que había en sus cinco acres y medio, Jerry construyó una torre de siete metros. Dice:

– Tenía hecha parte de una torre y me di cuenta de que aquello iba a ser una aventura increíblemente ardua.

Se ríe y dice:

– Y pensé que tenía que haber una forma mejor.

Así que llamó a su tío, que había sido maestro yesero durante cincuenta años, y le pidió información sobre el estucado. En julio de 1983 estaba construyendo su castillo con madera y cubriéndolo de estuco.

Dice:

– Eso representa un montón de tablones y un montón de planchas de contrachapado y un montón de grapas.

El armazón es de tablones colocados cada setenta centímetros y cubiertos con planchas de contrachapado de un centímetro y medio. Grapado a la plancha hay cartón alquitranado de ocho kilos y luego alambre de estucado, que se parece al alambre normal pero que está un poco separado de la madera para permitir que el yeso se meta por detrás del alambre y se endurezca alrededor del mismo.

– Se pone la primera capa -dice Jerry- y luego encima la capa marrón. Esta se alisa. Luego volvemos con una pistola de aire comprimido de las que se usan para extender techos acústicos y usamos arena blanca y aislante de vermiculita Zonolite. Lo mezclamos todo en el depósito de la pistola y lo aplicamos con aire comprimido.

Dice:

– Solo en el exterior hay ciento noventa toneladas de arena y cemento que acarreé con mis propias manos. Además, yo tengo mucho vértigo, y la tarea se convirtió en un infierno porque mi último andamio estaba a diez metros del suelo. Ah, Dios, fue una tarea terrible, y tardé tres días enteros en hacer el parapeto.

El castillo consiste en una «torre del homenaje» de tres plantas en el extremo oriental. Desde la torre del homenaje se extienden hacia el oeste dos alas que rodean un patio central. El extremo oeste del patio está cerrado y es un garaje. La torre del homenaje tiene unos ciento cincuenta metros cuadrados, a razón de unos cincuenta en cada planta. Cada una de las alas tiene unos cien metros cuadrados, una termina en un apartamento y la otra en un almacén. El garaje tiene unos cincuenta metros cuadrados.

Pensando en la construcción, Jerry enciende otro cigarrillo. Se ríe y dice:

– Hay algunas historias fantásticas.

Para terminar las paredes de doce metros de altura de la torre del homenaje, Jerry construyó un trípode sobre el tejado, usando los enganches que se fabrican para remolcar caravanas, que son básicamente vigas de acero de veinticinco centímetros en forma de I, y un trozo de revestimiento para pozos a modo de brazo. Me cuenta:

– Aquello daba mucho miedo. Construí una cesta de metro y medio por dos y medio. Era lo bastante alta como para estar de pie dentro y estaba cerrada con alambre por tres lados para poder trabajar directamente en la superficie del edificio. Luego me hice con un cabrestante eléctrico de una tonelada y doce voltios, con cable de ocho milímetros, y eso lo monté encima de la jaula con un control remoto. Imagínate esto: dos tíos que se meten en esa cosa con un rollo de alambre o de papel o de lo que sea que van a aplicar. Nos metemos ahí dentro y nos elevamos hasta donde queremos trabajar. Pues bueno, resultó que yo había cortado demasiado la tubería de revestimiento para pozos cuando lo fabriqué, de modo que la cesta no subía lo bastante como para trabajar en el parapeto.

Ahí, donde la parte superior de la torre se proyecta hacia fuera, justo delante de la cúspide almenada, Jerry tuvo que aplicar el estucado inclinado hacia atrás sin nada debajo más que doce metros de vacío.

– Se podía trabajar más o menos hasta la mitad de la parte que sobresalía, pero por encima de esa altura era una gran putada -dice-. Estábamos allí arriba colgando de aquel cable de ocho milímetros y yo tenía a dos personas en el suelo con cuerdas intentando mantener estable aquella cesta. Al día siguiente fui al pueblo, compré un montón de madera y construimos andamios.

Tardaron solo cuatro días en montar el andamio.

Reunir el dinero fue todavía más duro.

– Los putos banqueros -dice Jerry-, Hablé con ellos una vez mientras el castillo estaba en construcción y dijeron que no había ninguna garantía de que yo fuera a terminarlo nunca. Así que los mandé a la mierda.

Añade:

– Del banco no se puede conseguir un préstamo. Me han venido tasadores tres veces distintas. Y la conclusión final que han sacado es que es una estructura que «no se ajusta a ninguna categoría». -Y se ríe-. Ahí sí que la han clavado. Que no se ajusta… Me encanta.

»Así que reuní algo de dinero y avancé un poco -dice-. Entonces se me acabó el dinero y tuve que dejarlo y hacer otra cosa para sacarme algo más de pasta. Luego volví y trabajé un poco más. Al final uno aprende a hacer instalaciones eléctricas y fontanería. Se aprende sobre la marcha. Y no puedo decir que me disgustara. Gracias a Dios, me estoy haciendo demasiado viejo.

Los suelos interiores de la torre del homenaje se apoyan en postes verticales de veinte por veinte que sostienen vigas de veinte por treinta, cortadas a ojo por un amigo a partir de corazones de troncos.

– Los primeros dos pisos no fueron demasiado mal -dice Jerry-. Pero el tercero fue una putada enorme. Por la altura. Tuvieron que venir a apuntalar los de Evergreen Truss con su camión y el tipo tuvo que ponerle la extensión a su brazo y aun así apenas llegaba para ponerme las vigas. Aquello dio un miedo que te cagas.

La cocina del primer piso incluye una cocina de leña de 1923 y un lavabo pequeño. La sala de estar está en el segundo piso. El dormitorio y el baño completo están en la planta superior.

– Cuando vas al lavabo aquí -dice Jerry-, estás a nueve metros del suelo.

Ahora está divorciado, pero en la época en que construyó la torre Jerry Bjorklund estaba casado.

– Cuando hay mujeres de por medio, siempre están: «Necesito esto. Y necesito aquello. Y necesito un comedor aquí. Y necesito un lavavajillas» -dice Jerry-, Uno empieza a ponérselo todo y el resultado final acaba por no parecerse en nada a lo que tenías en mente originalmente.

Una vez dentro, la torre del homenaje parece una casa, con moqueta y arañas de cristal.

– Es como vivir en cualquier otro sitio -dice-. Te olvidas de dónde estás.

Cuando empezó a construir, Jerry no tenía ningún permiso oficial de nadie.

– En aquel momento yo estaba totalmente en contra del gobierno -dice-. Por supuesto que no tenía permisos, ni nada, y mi hermano me dijo: «Será mejor que pidas permiso para hacer lo que estás haciendo». Así que construí un modelo a escala, lo llevé al departamento de vivienda y les dije: «Esto es lo que quiero construir». El viejo se lo quedó mirando y me dijo: «¿Cuánto mide de altura?». Le dije que iba a medir doce metros. Y él me dijo: «No puede medir doce metros. Solamente puede medir once, por ley».

La razón era que tradicionalmente la escalera más larga que puede llevar un camión de bomberos mide once metros. Así que Jerry solicitó una excepción, demostrando que su piso superior solo tenía once metros de altura.

– Al final llegaron a la conclusión de que las cúpulas, los chapiteles y los parapetos no estaban incluidos en la ordenanza -dice-. Así que pude construirlo de doce metros de alto. Aquello solucionó el problema.

Jerry puso la primera capa de yeso en las paredes y se fue a pescar a Canadá.

– Primero lo construimos y luego hicimos los planos.