Pagó a un amigo quinientos dólares y al final consiguió un permiso que legitimaba oficialmente el castillo como remodelación de un edificio agrícola existente: un viejo cobertizo que hacía mucho tiempo que ya no estaba en la propiedad.
Jerry se enciende otro cigarrillo, se ríe y dice:
– Básicamente los puse en un aprieto.
Desde entonces, el castillo de Jerry se ha hecho famoso.
– Los pilotos con los que hablo, de Alaska Airlines -dice Jerry-, giran cuando vienen de Seattle y toman una ruta que los lleva justo por encima del castillo. Se lo anuncian a los pasajeros y todo ese rollo. He hablado con un par de pilotos y me dijeron: «Lo llamamos la “curva del castillo” para entrar en el aeropuerto de Portland».
El momento álgido del castillo fue en 1993, cuando la mujer de un amigo cosió unos estandartes enormes para el lugar. Había cuatro estandartes colgados en la torre del homenaje y inedia docena más en las almenas del patio y las torres de los parapetos. La puerta de ciento veinticinco kilos de la torre del homenaje tenía pintado el emblema del castillo, un león, parecido al emblema de Noruega. Y todo para un acontecimiento muy especial.
– Mi hija se casó aquí hace diez años. Montamos una gran boda. Había, no sé, trescientas personas -dice Jerry-. Emperifollé este sitio de una manera que no te imaginas. Con estandartes gigantes y chorradas por el estilo. Su marido se vistió de Robin Hood y ella se vistió de doncella Marion. E hicimos venir tres días a la gente de la Sociedad para el Anacronismo Creativo. Instalé duchas y retretes portátiles. Dios santo. Pistas de baile, de todo…
Desde entonces los fans del Medievo han hablado de comprar el castillo como sede permanente para sus ferias renacentistas. Otra pareja intentó comprar el castillo con la idea de alquilarlo para bodas. Tenían planeado alquilar trajes de época y ofrecer servicios de catering, pero Jerry se retiró del proyecto cuando todo empezó a acelerarse demasiado.
Una de las ironías es que una fortaleza construida para excluir a desconocidos parece atraer ahora un flujo continuo de curiosos.
Jerry se enciende otro cigarrillo Delicados y dice:
– Antes tenía muchos problemas con la gente que entraba todo el tiempo con el coche. Dios, una mañana estaba sentado en el castillo tomando una taza de café y de pronto oigo un ruido y mi mujer entra en la cocina y me dice: «¿Qué demonios pasa?». Se asomó al ventanuco de la planta baja y había un tío con una autocaravana de doce metros intentando girar en la entrada. Le costó media hora.
Me dice:
– Pusimos un montón de letreros de «prohibida la entrada», pero debía de haber mucha gente analfabeta, porque parece que no lo entendían.
Una compañía de cine independiente ha usado el castillo como escenario para una película ambientada en la Edad Media. La madre y el hermano de Jerry viven en las dos casas más cercanas. La State Farm Insurance ha pedido la dirección para venir a ver qué es lo que han asegurado, pero de momento ningún agente se ha molestado en hacer el viaje.
– Se rumorea que hay una mazmorra subterránea debajo de la torre -dice Jerry-. Y yo dejo que la gente se lo crea.
Añade:
– Es probable que en Camas me consideren un loco, pero me importa un carajo lo que piensen.
Su castillo se levanta junto a un pequeño lago bordeado de aneas y césped. Se trata de la cantera inundada de la que Jerry sacó la piedra para su construcción original. La primera de aquellas torres que tanto les costó construir era tan sólida que tardaron dos días en derribarla con un bulldozer. Ahora sus ruinas de piedra se elevan al fondo de la cantera inundada. Cerca de las ruinas, el puente levadizo del castillo se extiende sobre el lago. El puente levadizo podía levantarse y bajarse hasta que llegó el hermano de Jerry, Ken.
– Ahí arriba hay una maquinaria con un motor y una serie de enganches, e hice bajar cables -dice Jerry- y que un tipo me conectara un interruptor. Fue mi hermano el que lo rompió. Vino aquí con un par de amigotes, cuando yo no estaba, iban borrachos y se pusieron a trastear con el puñetero puente. Me jodieron el interruptor. Siempre que venían se ponían a hacerlo funcionar. Todo el mundo que venía tenía que accionar el puto puente.
Como Jerry se pasa todos los inviernos pescando en México, el castillo está un poco desmejorado. Dentro de la torre del homenaje hay partes de placas de yeso y de aislante que se han caído y dejan al descubierto manchas oscuras y daños causados por la humedad en el interior de las paredes. El aire está rancio y huele a moho.
– Usé un sistema de canalones de bajada que iban por dentro de las paredes y me funcionó bien. Hechos de plástico ABS -dice-. Cuando hice los canalones del tejado, usé un sistema parecido a un abrevadero. Luego tuve que hacer un empalme de bajada a través del metal galvanizado que conectara con los tubos de ABS. Hicimos unos cuantos y funcionaban bien. Usamos un tejado prefabricado de fibra de vidrio y aguantó muy bien, pero luego empezaron a salir goteras. De eso debe de hacer unos cuatro años. Y, mira por dónde, la salida galvanizada de los canalones se ha oxidado.
El estucado ya no es tan blanco como antes. En algunas partes está agrietado y descascarillado, y en otras se ve el listón metálico de debajo.
– Lo peor es el estucado exterior -dice Jerry-, Lo he remozado dos veces: primero le di una capa y luego otra hace unos doce años. Tendría que ponerme a limpiarlo. Uso agua y lejía y una pistola pulverizadora. Luego es cuestión de trabajar por zonas. Coges una mezcladora, una pistola de aire comprimido y todo el material y te pones a mezclar y a rociar y todo va bastante deprisa.
»Este sitio está un poco estropeado, comparado con como estaba antes -añade-, Pero se puede arreglar.
Y resulta que este es el año indicado para arreglar el castillo. Entre otros proyectos. En el garaje hay el casco de una barca de pesca StarCraft de seis metros y treinta años de antigüedad. Jerry está instalando un dragón de metal que se erguirá encabritado en la proa con un ojo rojo a un lado y uno verde al otro. El dragón estará arreglado por dentro para lanzar fuego por la boca. Va a añadir treinta centímetros para levantar la proa y así conseguir que la barca de proa plana aguante mejor cuando la mar está picada.
– La voy a usar en México, y por las tardes la mar se pica un poco -dice-. Se levanta viento y tenemos que navegar con olas de tres y cuatro metros. Y eso te preocupa cuando tienes una proa abierta.
Mirando hacia atrás, dice:
– Mi consejo sería: no lo hagáis. Es obvio, mirando el exterior, que el estucado no es apropiado para esta zona. Ahora han inventado un material nuevo para estucados exteriores que voy a usar y que es mucho mejor. Pero he vivido aquí con mujeres y no les gusta esto, y no les gusta aquello, y no les gusta subir ni bajar escaleras. -Y vuelve a reírse.
Jerry Bjorklund se ríe un montón. Desde arriba se oye el rugido apagado de un avión a reacción doblando la «curva del castillo» para entrar en el aeropuerto internacional de Portland.
Y todo se remonta a aquella lejana noche, bebiendo Black Velvet…
– El problema es que le dije a alguien que iba a hacerlo -dice Jerry-, Aquella fue probablemente mi perdición total. Porque si digo que voy a hacer algo, me importa un huevo lo que me cueste.
Pero eso no quiere decir que Jerry Bjorklund se arrepienta de nada.
– Yo creo que hay demasiada gente que hace las cosas como todo el mundo, y yo no voy a ser así. Nunca he sido así. -Y vuelve a encenderse otro cigarrillo mexicano y suelta otra risotada rasposa.
Para Roger DeClements -que ha construido tres castillos-, el primero fue más bien cuestión de rapidez y de ahorrar dinero. Nacido en Edmonds (Washington), Roger trabajó como contratista durante la década de 1970. Roger tiene mujer y tres hijos, y como a su mujer le dan miedo los médicos, todos los niños nacieron en sus castillos. Los dos primeros hijos en un castillo que construyó en Machias (Washington), a ocho kilómetros al norte de Snohomish, que está al este de Everett, que está al norte de Seattle. Se trata de un pueblecito que toma su nombre de un pueblo de Maine, con una pequeña iglesia blanca con campanario construida en 1902, situado en un valle del río Pilchuk.