– Para mi primer castillo -dice Roger- conseguí financiación. Era mil novecientos ochenta, cuando los tipos de interés eran del dieciocho por ciento, así que fuimos a los bancos locales y nadie estaba dando préstamos. Alguien mencionó a los de Citicorp, así que fui y me dijeron: «Claro… al dieciocho por ciento».
Con todo, Citicorp no sabía qué estaban financiando con su dinero.
– Ni siquiera sabían que iba a ser un castillo -dice Roger-. Solo querían seguridad, así que usamos otra propiedad como aval. Para el segundo castillo usamos nuestros ahorros. Para el tercer castillo usamos ahorros y cuando las obras estaban más avanzadas hicimos que vinieran del banco a echarle un vistazo y refinanciarlo.
»El primer castillo era en realidad un castillo de cemento prefabricado. Moldeamos la forma de las paredes en la arena, pusimos las barras de refuerzo del cemento armado, echamos el hormigón, las levantamos y las sacamos del molde. Fue un castillo muy barato y lo terminé en cinco semanas. Yo lo hice todo de principio a fin.
Roger dibujó sus propios planos, basándose en los castillos de Disneyland y los castillos de las películas.
– En el estado de Washington -dice- tienes que llevar tus planos a un ingeniero de estructuras y él te los sella. Después de eso ya no hay problemas.
»Soy licenciado en química y física, pero he estado haciendo un montón de arquitectura e ingeniería -explica Roger-. Y estoy especializado en castillos.
»El primero tenía una sola torre -dice-. Ochenta metros cuadrados en dos pisos. Estaba construida básicamente como un sótano, con paredes de cemento prefabricadas. Luego la aislamos recubriéndola de tablones y poniendo placas de yeso Sheetrock en el interior. Mucha gente de todo el país empieza así a construir sus castillos, pero yo he descubierto que no funciona muy bien. Además, todo el mundo venía y me preguntaba: “¿Es piedra de verdad?”. Y me cansé de que me lo preguntaran.
Añade:
– Lo construimos en un solo día, así que para todo el vecindario fue una sorpresa. Apareció así, paf, de la nada.
»A los niños les encantaba entrar en la propiedad y ver hasta dónde podían llegar antes de tener demasiado miedo. A la gente le gustaba pararse en la carretera y sacar fotos.
El primer castillo solo costó catorce mil dólares y tardaron en hacerlo un total de cinco semanas. Todavía ocupa cinco acres junto a la orilla del río Pilchuk. Tiene calefacción eléctrica, pero lo que Roger ganó en velocidad y coste, la familia DeClements lo perdió en comodidad.
– Recubrir las paredes de aislante -dice Roger- no funciona muy bien. El frío traspasa el cemento. Llega a donde está el aislante. Luego el aire caliente del interior se filtra a través del aislamiento y entra en contacto con la superficie fría del cemento o de los bloques. Entonces el agua se condensa. En cuanto una molécula de agua se condensa, llega otra para ocupar su sitio. Así que terminas con una condensación continua en la pared fría de detrás del aislante. Y eso es un problema, porque hace que salga moho y que todo huela a sótano.
A fin de volver a la universidad y sacarse la licenciatura, Roger les vendió aquel castillo a unos artistas para que lo usaran como estudio.
– Antes de construir mi segundo castillo, volví a la universidad y aprendí un montón -dice-. Fui contratista desde mil novecientos setenta y cinco hasta mil novecientos ochenta y siete, construí casas y edificios comerciales, usando los métodos tradicionales. En la universidad aprendí mucho más sobre el proceso físico de cómo funciona la transferencia de calor y humedad.
Dice:
– Así que para el segundo castillo que construimos, usamos piedra de verdad.
El segundo castillo está construido sobre roca encima de una cascada en Sedro-Woolley (Washington). Está apostado sobre un precipicio de piedra, por encima de un estanque natural donde nadan en verano los chavales del lugar. En vez de calefacción eléctrica, el segundo castillo tenía una chimenea de leña.
Dice:
– El segundo lo diseñamos para que tuviera aspecto de castillo y para que la gente no supiera cuándo había sido construido. Usamos solo piedra e incorporamos también un nuevo método de construcción, empezando por fabricar una pared doble que tenía piedra por fuera, luego una capa de poliestireno rígido y extrudido, luego hormigón armado y por fin piedra otra vez, de forma que no se veían ni el cemento ni el aislamiento del interior. Lo único que se veía era la piedra.
Paso a paso, explica Roger:
– Lo primero que hay que levantar son las barras de refuerzo del hormigón armado, luego los tablones de aislamiento. Después extendemos los conductos y las tuberías, los cables de internet a alta velocidad, lo que uno quiera. Luego se construye una pared doble de piedra, en el interior y en el exterior. Cuando has levantado dos metros y medio rellenas el espacio intermedio de cemento. Luego continúas. Las dos paredes de piedra, que se aguantan con postes de acero inoxidable, forman una estructura de hormigón permanente. Es como lo hacían los romanos en la Antigüedad. Lo hacían así mismo. No usaban refuerzos de metal, sino piedras muy largas que conectaban las dos paredes de piedra.
»Intentamos encontrar una cantera de donde las piedras salieran con forma rectangular, a modo de sillares, para no tener que vernos con un montón de piedras redondas. Se pueden usar rocas de río, pero se tarda mucho más tiempo y el resultado no es tan fuerte.
En lugar de cinco acres, el segundo castillo ocupa veinte. En lugar de cinco semanas, Roger se pasó desde 1992 hasta 1995 construyéndolo.
– El segundo castillo no se podía ver desde la carretera como el primero -dice-. Estaba un poco más escondido. Conseguí el terreno a buen precio porque la única forma que había de llegar hasta allí era cruzar un desfiladero de treinta metros de profundidad. Así que construí un puente de metal y luego transportamos todos los materiales con una carretilla. A veces vuelvo allí y no me puedo creer todo lo que hice.
Con todo, Roger DeClements dice que le encanta su trabajo.
– Mucha gente viene y dice: «Oh, no me puedo creer esto. Yo nunca podría hacerlo». Para mí, todo es muy simple y sencillo. Y es un trabajo muy relajante. Resulta muy relajante y tranquilo estar al aire libre entre las colinas y los árboles… amontonando piedras.
Es interesante señalar aquí que Carl Jung empezó a explorar su subconsciente jugando a un juego de construcción con piedras. Al juntarlas, sintió que era lanzado al espacio exterior, donde tuvo visiones que guiarían el resto de su vida.
– Es como montar un rompecabezas -dice Roger DeClements-. Juntar todas estas piezas. Pero no te agobia ni hace que te salga humo de la cabeza. Y además, puedes dar rienda suelta a tu creatividad, porque puedes dedicarte a hacer curvas y torres y formas distintas.
¿Y vivir en un castillo?
– Vivir en un castillo es distinto a vivir en una casa -dice-. Es más tranquilo. No lo hace temblar el viento. No sube ni baja la temperatura cuando cambia la de afuera. La piedra la mantiene constante -añade-. Aun así, no he podido hacer la transición a caballero medieval ni nada de eso. Sigo siendo la misma persona.
Aquel castillo tenía catorce metros de altura, ventanas en arco y cuatrocientos metros cuadrados de espacio habitable repartido en tres plantas. Con todo, cuando llegó la hora de venderlo y mudarse, los dos primeros agentes inmobiliarios se mostraron reacios. Dijeron que no había ventas como aquella en la zona. Los agentes que vinieron después dijeron que no había nada de que preocuparse e inmediatamente consiguieron tres ofertas y vendieron aquel castillo en 1995 por 425.000 dólares.
Y empezó la búsqueda de nuevos «terrenos para castillos». Buscaron en Utah, pero el terreno era demasiado caro y no había agua disponible.