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Empezando en 1988, construyó su castillo de cuatrocientos ochenta metros cuadrados con bloques de cemento sin pulimentar. Con cuatro pisos de altura más sótano, las paredes tienen medio metro de grosor y se componen de dos hileras de bloques de veinte centímetros de grosor con un espacio de unos diez centímetros entre ambas. A modo de apoyo, una reja de dos centímetros de barras de refuerzo de acero sostiene ambas paredes y una de cada tres hileras de bloques es una tira de hormigón sólido. A modo de aislamiento, el interior hueco de las paredes está lleno de vermiculita. El hueco de diez centímetros también alberga los conductos para los cables eléctricos y las tuberías.

Igual que el castillo de Roger DeClements, el calor viene de agua que hierve en una caldera en el sótano y es conducida por tuberías bajo el suelo de cemento.

El primer piso se sostiene con vigas de acero. Los pisos superiores están soportados por vigas de veinte por treinta, muy juntas entre sí.

Bob te cuenta:

– Compré todas las vigas en unos saldos en Salem, Oregón, después de que quebrara una empresa. Fui, les eché un vistazo y compré dos camiones enteros. Pensé… Ya las usaré para algo. Y fue entonces cuando se me ocurrió construir el castillo.

Añade:

– Nunca tendría que haber encontrado aquellas vigas.

Gran parte de los materiales de construcción de Bob llegaron aquí -como el mismo Bob- tras haber tenido una vida previa en otra parte.

– Yo siempre leía los anuncios clasificados -dice-. Mucho de lo que hay aquí son planchas y tablones viejos que pasamos por el desbastador aquí mismo.

Las vigas proceden de unos saldos por quiebra. El tejado de acero, de un viejo edificio de Standard Oil que había sido derribado. Los lavamanos son antiguos tocadores con un agujero tallado en la parte superior para hacerlos servir de pileta. La barra del bar procede de la antigua East Avenue Tavern de Portland (Oregón). Todo el aislamiento lo consiguió gratis en un supermercado Safeway que se estaba remodelando.

Igual que en el castillo de Roger, las ventanas y las puertas tienen arcos ojivales góticos, incluyendo una enorme vidriera mural en el hueco de la escalera de caracol. No hay cortinas, pero tampoco hay vecinos. Los suelos son de piedra: losas procedentes de China o de las inmediaciones del monte Adams.

Para levantarlas paredes de bloques de cemento trabajó con un viejo mampostero que llevó a cabo un trabajo casi perfecto.

– Era lento -recuerda Bob-, pero conocía su oficio. Cuando llegamos al piso de arriba, el tejado solamente estaba desviado un centímetro. El lugar era un cuadrado perfecto.

A diferencia de lo que le pasó a Jerry Bjorklund, la altura no fue problema para los urbanistas locales del condado de Klickitat.

– No me molestaron con la altura -dice Bob-. Aunque ahora sí me molestarían. Ahora son muy puñeteros. Y como tengo tantas violaciones de la normativa dentro de la casa, como el hueco de la escalera, que no se ajusta a los requisitos, cuando vinieron para llevar a cabo la inspección final me dijeron: «Bob, casi sería mejor que no tuvieras inspección final». Y lo dejamos así.

Aunque no haya un permiso oficial final, confía en no estar violando la ley:

– Mi permiso original es muy antiguo -dice Bob-. Desde entonces han cambiado las leyes, así que por lo que respecta a las inspecciones del condado me ampara una disposición anterior.

Pero llegar hasta veinte metros le complicó algunos detalles.

– Los cables -dice- van todos por conductos internos. Tenía que ser así. Cuando llegué al sitio donde tenía que dar de alta la electricidad, el inspector me dijo que era un edificio comercial porque tenía más de tres pisos, así que todo tenía que ir por conductos. De no ser así, es probable que no los usara, pero ahora me alegro de haberlo hecho.

Igual que pasa con el castillo de los DeClements, hay árboles de hoja perenne tan cerca de los muros que hace falta limpiar los canalones de hojas. Es un trabajo aterrador de tan alto que hay que subir, pero con la amenaza de los incendios forestales hay que hacerlo. Aun así, con el río tan cerca y un flujo constante y abundante de agua del pozo artesiano natural, Bob no está preocupado.

– El peligro de incendios va de escaso a moderado debido a que estamos junto al río -dice-. Por aquí no acampa nadie porque el gobierno posee la mayor parte de la tierra de los alrededores. Pero el fuego es una de las razones de que me decidiera por el cemento y el acero.

Durante todo el día, cuando hace buen tiempo, la gente pasa en balsas y canoas por el lado oeste del castillo. El murmullo de los rápidos es el ruido de fondo aquí durante todo el día.

– ¿Ves esa roca de ahí? -dice Bob señalando los abruptos acantilados de la orilla opuesta del río White Salmon-, A este lado hay el mismo tipo de roca. Así que cuando hice los cimientos, fue sobre lecho de roca. Cuando vino el tipo a inspeccionar los cimientos, dijo: «¿Qué demonios esperas que pase? ¿Vas a construir un refugio antiaéreo?». Y yo le dije: «Si alguna vez el río tiene una crecida, no se va a llevar mi casa por delante».

Y Bob Nippolt se alegra de haberlo hecho.

– En mil novecientos noventa y cinco hubo aquí la peor inundación en cien años -dice-. El río subió un metro y medio desde donde estamos. La corriente se llevó troncos, sillas y todo lo que uno pueda imaginar.

Con su sótano parecido a un refugio antiaéreo y sus enormes vigas, Bob admite que la mayor parte de su casa es una exageración. Construirla le llevó siete u ocho años de trabajo casi continuado.

– En los inviernos tenía que parar -dice Bob-, o me quedaba sin dinero.

A diferencia de Jerry, Bob sí encontró a banqueros que le prestaran dinero para su sueño.

– La financiación no me parece un problema -dice-. Tengo un préstamo de Countrywide: les encantó financiarme. Y antes de eso, tenía un préstamo de un banco local. Por aquella época, la casa era muy conocida. Por lo que respecta a incendios y desastres naturales, es a prueba de casi todo.

Dichos «desastres» incluyen las fiestas.

– Tengo la sensación de que mi casa también es a prueba de gente -dice Bob-, He estado aquí con trescientas personas, todos bailando en la sala de estar.

Y también hay siempre quien viene sin ser invitado. Bob señala una mancha de humedad en la pared de color blanco y dice:

– Un roedor se metió por el extremo inferior del canalón de bajada e hizo que la tubería se llenara y se rompiera, y que el agua se fuera para el piso de arriba, que yo tenía sin acabar. De forma que me quedé sin agua en toda la casa.

En lugar de verse los bloques de cemento, las paredes interiores están acabadas con yeso sin pulimentar pintado de blanco.

– Para que pareciera adobe -dice Bob-, primero pusimos yeso con paja mezclada, pero no funcionó. Luego descubrimos que si cortábamos la paja en trozos de quince a veinte centímetros, después añadíamos el yeso y por fin apisonábamos la paja sobre el yeso húmedo conseguíamos un efecto bastante parecido a lo que queríamos.

Señala las tres chimeneas -dos son para calentar las habitaciones y la tercera para la caldera de petróleo del sótano- y dice:

– El pasado invierno, a mi regreso del río Hood, me encontré un animal de gran tamaño detrás de la tele, moviéndose. Lo que había pasado es que un pato había bajado volando por el tiro. Llegó al hogar y entró en la casa. Anda que no me costó sacarlo.

Y tal como les pasa a Jerry y a Roger, no paran las visitas de los curiosos. Bob dice:

– De vez en cuando viene alguien en verano. Sobre todo porque hay muchos vecinos en la zona. Y todos dicen: «Oh, bueno, a Bob no le importa. Vamos a ver a Bob».

Añade:

– Y va bien. Siempre y cuando traigan whisky.

Es una extraña coincidencia que la MTV se pusiera en contacto tanto con Bob Nippolt como con Roger DeClements para alquilar sus castillos y filmar un episodio del programa Reel World. Roger les dijo que no. A Bob le gustó la idea, pero la temporada ya estaba demasiado avanzada para que la gente de la cadena pudiera encontrar habitaciones de motel para las cincuenta personas de su equipo de producción.