– Intentar construir juguetes hoy es duro -dice-. La Administración para la Seguridad de los Productos de Consumo es increíblemente quisquillosa sobre los malos usos que se pueden dar a las cosas. En los viejos tiempos se podían construir juguetes con los que era posible perder un ojo o un dedo si los usabas mal.
Hay una camilla con techo de lona que diseñó para el ejército. Hay un kart del tamaño de una maleta. Te enseña los fracasos, cientos de prototipos de plástico y madera almacenados en cajas, y dice:
– Quiero crear una línea que se llame «Juguetes para un Futuro Mejor». Y estarán diseñados para que si el coeficiente intelectual de un niño no alcanza un nivel determinado, no sobreviva al juguete. Así que a una edad temprana ya se va depurando la reserva genética. Los niños estúpidos no son ni de lejos tan peligrosos como los adultos estúpidos, así que es mejor eliminarlos antes de que crezcan. Sé que parece una idea cruel, pero es una expectativa razonable.
Se ríe y dice:
– Claro que es una broma. Igual que la línea de juguetes que quería hacer para niños ciegos y que se llamaba «Juguetes Fuera de mi Vista».
En el extremo inferior del camión lanzacohetes está instalando un tanque de acero. De ese tanque salen cuatro largos tubos que entran dentro del cohete. En el lanzamiento, el aire a alta presión procedente del tanque subirá por los cuatro tubos y dará al cohete el empuje inicial.
– La explosión de aire le da el empuje -dice Brian-. Si tengo un motor de propulsión de seis toneladas y un cohete de media tonelada con cuatro toneladas y media de combustible, entonces tengo un peso de despegue de cinco toneladas y seis toneladas de empuje. Si el aire a presión me da un impulso adicional, entonces consigo un peso equivalente a cero, así que las seis toneladas de empuje se destinan de inmediato al empuje. De esa forma despego del suelo con una actitud más positiva y un lanzamiento mucho más estable.
En resumidas cuentas, el funcionamiento científico de un cohete. Por lo menos en el primer vuelo de prueba. Dentro del cohete no hay controles, así que no hay posibilidad de error humano. Así de fácil.
– No soy un científico espacial -dice Brian-. Todo lo que hago es de dominio público. Uso información cosechada durante cincuenta años de programa espacial. Mi cohete viene a ser un juguete gigante. Es un juguete que ha tomado esteroides.
Dice:
– En cuanto uno abre la válvula del motor, hay que liberar el aire. Quiero el motor a toda máquina antes de liberar la presión del aire. Si por alguna razón el motor no se encendiera en el momento del lanzamiento, me haría subir quince metros y luego bajaría otra vez. El paracaídas no ayudaría a parar la caída, y el peso sería tan grande que no me permitiría desprenderme de la cápsula del tanque de combustible. En el momento en que se abre la válvula reguladora del motor, sale el aire comprimido.
Peróxido de hidrógeno que se convierte en vapor… Aire a presión… Es igual que uno de los juguetes de Brian, el Lanzacohetes Pop-It, que se puede comprar en Target y en Disneyland… Y Brian en persona va de pie en el morro del cohete de nueve metros.
– Cuando despegue, ¡buuum! Allá voy -dice-. Y cuando llegue al apogeo, al punto más alto, el cono del morro se suelta y sale un paracaídas. Luego, mientras desciendo, dos portezuelas se abren y hay un resorte debajo del asiento que me catapultará al exterior. Y me tiro con el paracaídas en caída libre.
Así de fácil.
Estará viajando a velocidad Mach 4 cuando al motor principal se le acabe el combustible. Su cápsula se separará del tanque de combustible y se deslizará durante cuatro minutos y medio, hasta que llegue a la altura máxima a unos seis minutos del lanzamiento.
– La fase de aceleración es de nueve segundos -dice-. Y el vuelo entero tiene que durar unos quince minutos desde el despegue hasta tocar tierra.
Unas aletas hechas de espuma de poliestireno moldeado ayudarán a estabilizar el cohete, luego se soltarán en dos fases, haciéndose más y más pequeñas a medida que el cohete gane velocidad. Su primer cohete tripulado de prueba viajará a cuatro mil quinientos kilómetros en línea recta y luego bajarán también en línea recta, más o menos.
– Tampoco voy a dejar caer muchas cosas -dice-. Voy a soltar ocho piezas de las aletas, que caerán revoloteando como hojas. Y el tanque de combustible. Y tengo planeado recuperar el tanque de combustible para la posteridad, porque pienso exponer mi cápsula y el tanque y el cohete entero en el museo Smithsonian o en algún otro museo importante de la aviación y el espacio. Hablé con la gente del Smithsonian y me dijeron que sí, que si construyo y lanzo mi propio cohete privado, y si es el primero, seguro que me lo exponen.
Ese es el plan, quince minutos de fama y luego directo a los libros de historia.
Y todo esto tendrá lugar en el desierto de Black Rock, en Nevada, donde tiene lugar el festival anual Burning Man. El único lugar donde cabe el cuarto de millón de personas que Brian espera que asistan.
Este ha sido el sueño de Brian Walker desde que tenía nueve años. Su padre lo llevó a su primera exhibición aérea cuando tenía doce años. Dos semanas después de cumplir dieciséis años tuvo su primera experiencia con el paracaidismo de caída libre. En 1974, cuando tenía dieciocho años, el aire lo arrastró a la cola del avión mientras hacía un salto con línea estática.
Se congeló, las manos se le quedaron pegadas al ala y el avión tuvo que aterrizar con él todavía allí. Tardó diecisiete años en volver a tirarse.
Sobre su educación, Brian cuenta:
– Soy disléxico, tengo TDAH, y la escuela fue una tortura para mí. Fui dos trimestres a la universidad, para estudiar ingeniería y en mayor o menor medida para apaciguar a mi padre. Hice dos trimestres de la licenciatura de ingeniería mecánica en el Instituto de Tecnología de Oregón y decidí: «Esto no es lo que quiero». Las fiestas casi acabaron conmigo. Lo único que podía hacer para mantener la cordura era estar tan colocado como pudiera.
Es propenso a las verrugas plantares y usa un soldador de plasma para quemárselas.
– Va genial para quitar verrugas -dice-, Pero te deja un cratercito en el pie. Aprieto y suelto el gatillo tan deprisa como puedo y el soldador me envía una ráfaga de plasma que vaporiza la piel. Duele como un demonio.
Para Brian, dormir cinco horas es un lujo. A pesar de las nuevas almohadas y de una colcha de plumón, sufre insomnio, igual que su padre. No tiene otros hobbies que inventar cosas. No usa el nombre del Señor en vano y dice que un concierto de Britney Spears no es más que un espectáculo erótico. No aprueba los libros de Harry Potter por la brujería. No tiene animales domésticos, al menos no ahora en 2001, pero sí tuvo una ardilla voladora llamada Benny que murió de aneurisma después de nueve años. Después tuvo un petauro y lo explica así:
– Es el equivalente marsupial de una ardilla voladora.
Si hiciera una adaptación cinematográfica de su vida, dice que pondría de protagonista a Mel Gibson o a Heath Ledger.
– Cuando era chaval -dice- no estaba muy puesto en deportes. Me daba la impresión de que me consideraban menos hombre porque no sabía nada de estadísticas sobre jugadores. La verdad es que estoy bastante harto y considero que los deportes se han elevado de forma artificial a un nivel de importancia que no deberían tener. Parece que están intentando que el análisis de los partidos y los jugadores se convierta en un arte y en un estilo de vida. Cualquier bar de América en el que entres tiene una pantalla que lo único que pone son deportes y programas sobre deportes. Y yo tengo que ser sincero: nunca he visto un partido de baloncesto en el que viera nada nuevo, y la verdad es que he visto unos cuantos. Y me preocupa un poco el hecho de que si uno no es un fanático recalcitrante de los deportes y conoce todos los aspectos del juego, de alguna forma no es un hombre de verdad.