En realidad, solamente existían dos clases de niños prodigio: los matemáticos y los músicos. Algunos psicólogos sostenían que sólo había una clase, porque la música tenía una estrechísima relación con las matemáticas. Aunque existían niños precoces muy dotados en otras áreas, como la literatura, la pintura y el atletismo, los únicos campos en los que un chico podía situarse al mismo nivel que un adulto eran los de las matemáticas y la música. Desde el punto de vista psicológico, estos niños eran complejos: a menudo solitarios, aislados de sus pares, y hasta de su familia, como consecuencia de los dones que tenían, por los cuales eran tanto admirados como envidiados. Con frecuencia, las aptitudes de trato social se hallaban atrasadas, lo que hacía que las interacciones con un grupo fuesen incómodas. Y era probable que, por su condición de niño procedente de un barrio bajo, los problemas de Harry se hubieran visto aumentados. En una ocasión le había contado a Norman que, cuando él estaba aprendiendo las transformaciones de Fourier, los demás chicos aprendían a copular. Así que, a lo mejor, ahora Harry se estaba sintiendo incómodo en el grupo.
Pero parecía haber algo más… Daba la impresión de hallarse casi iracundo.
– Esperen un poco -dijo Adams-. Dentro de una semana van a tener que reconocer que todo esto no fue otra cosa que una tremenda falsa alarma. Nada más.
«Eso es lo que tú esperas», pensó Norman y, una vez más, se preguntó por qué.
– Bueno, yo creo que es emocionante -opinó Beth Halpern sonriendo con jovialidad-. En lo que a mí concierne, aun la más remota posibilidad de hallar una nueva forma de vida resulta emocionante.
– Es cierto -dijo Ted-. Después de todo, Harry, existen más cosas entre el cielo y la Tierra de las que puede soñar tu filosofía.
Norman miró al último miembro del equipo, Arthur Levine, el biólogo marino, que estaba en el otro extremo de la sala. Se trataba de la única persona a la que Norman no conocía. Era un hombre regordete, pálido e inquieto, sumido en sus propios pensamientos. Norman estaba a punto de preguntarle qué pensaba, cuando el capitán Barnes entró dando zancadas y con una pila de carpetas debajo del brazo.
– Bienvenidos a en medio de ninguna parte -dijo-, y ni siquiera pueden ir al baño. -Todos rieron con nerviosismo-. Les pido disculpas por haberles tenido esperando, pero no disponemos de mucho tiempo, así que vayamos derechos al grano. Si apagan las luces, podremos empezar.
La primera diapositiva mostraba un barco de gran tamaño, con una complicada superestructura en la popa.
– El Rose Sealady -dijo Barnes-. Es un buque tendedor de cables submarinos, contratado por Transpac Communications para establecer una línea telefónica submarina desde Honolulú hasta Sidney, Australia. El Rose zarpó de Hawai el veintinueve de mayo de este año y, para el dieciséis de junio, ya había alcanzado la parte occidental de las Samoa, en medio del Pacífico. Estaba tendiendo un nuevo cable de fibra óptica, que tiene una capacidad de conducción de veinte mil transmisiones telefónicas simultáneas y está cubierto por un denso entretejido de metal y plástico, de una excepcional resistencia a las roturas. El barco ya había tendido más de cuarenta y seis mil millas náuticas de cable, a través del Pacífico, sin que se produjeran contratiempos de ninguna índole. La siguiente.
Era un mapa del Pacífico, con un gran punto rojo.
– A las diez de la noche del diecisiete de junio la nave estaba situada aquí, a mitad de camino entre Pago Pago, en la Samoa norteamericana, y Viti Levu, en las Fidji, cuando un tremendo tirón hizo que la nave se estremeciera. Sonaron las alarmas y la tripulación se dio cuenta de que el cable se había desgarrado y roto por efecto del choque contra un obstáculo sumergido. De inmediato consultaron las cartas de navegación en busca de un escollo submarino, pero no hallaron obstáculo alguno. La tripulación izó el cable suelto, lo cual requirió varias horas, ya que, en el momento del accidente, había más de un kilómetro de cable arriado detrás del barco. Cuando examinaron el extremo cortado vieron que estaba limpiamente seccionado o, para decirlo con las palabras de un tripulante, «como si hubiera sido cortado con unas enormes tijeras». La siguiente.
Ésta mostraba una sección del cable de fibra, sostenido ante la cámara por la curtida mano de un marinero.
– Como pueden apreciar, la naturaleza de la rotura sugiere la existencia de alguna clase de obstrucción artificial. El Rose salió a todo vapor hacia el norte, de vuelta al escenario del hecho. La siguiente.
En esta diapositiva, se veía una serie de líneas blanquinegras desgarradas, con una región de picos pequeños.
– Éste es el barrido de sonar que el barco hizo originariamente. Si no saben leer barridos sonáricos les será difícil interpretarlo; pero aquí pueden ver la delgada obstrucción, en forma de filo de cuchillo, lo que es compatible con la idea de que un barco o un avión hundidos hayan producido el corte del cable.
»La compañía fletadora, la Transpac Communications, notificó lo ocurrido a la Armada y nos solicitó cualquier información que tuviésemos sobre esa obstrucción. Esto es un trámite de rutina: siempre que se produce la rotura de un cable submarino se le notifica a la Armada, por si tenemos conocimiento de algún obstáculo. Si se trata de un buque hundido que contiene explosivos, la compañía que tiende el cable necesita saberlo antes de comenzar las reparaciones. Pero, en este caso, la obstrucción no figuraba en los archivos de la Armada… y la Armada se interesó en el asunto. De inmediato destacamos la nave exploradora que teníamos más próxima al sitio del incidente, el Ocean Explorer, que salió de Melbourne y llegó al lugar el veintiuno de junio de este año. La razón del interés de la Armada era la posibilidad de que esa obstrucción fuera un submarino atómico chino, de la clase «Uujan», equipado con misiles SY-2, pues sabíamos que los chinos habían perdido uno de ese tipo, más o menos en esta zona, en mayo de mil novecientos ochenta y cuatro. El Ocean Explorer barrió el fondo del mar en ese lugar, para lo cual utilizó un complejo sonar de emisión lateral, que produjo esta imagen del fondo.
La imagen en colores tenía tal claridad que parecía tridimensional.
– Como pueden ver, el fondo del mar aparece plano, con excepción de esta sola aleta triangular, que sobresale unos ochenta y cuatro metros sobre el suelo oceánico. La ven aquí -dijo Barnes, señalando-. Ahora bien: la dimensión de esta aleta es mayor que la de cualquier aeronave conocida, ya sea de Estados Unidos o de la Unión Soviética. Todo esto resultó muy enigmático al principio. La siguiente.
Vieron un robot sumergible al que hacían descender, mediante una grúa, por el costado de un barco. El robot consistía en una serie de tubos horizontales, con cámaras y luces alojadas en el centro.
– Antes del veinticuatro de junio, la Armada había emplazado el transporte de VOD Neptune IV, y el Vehículo Operado a Distancia Scorpion, que ustedes ven aquí; se hizo descender para que fotografiara el ala. La imagen que devolvió mostraba, con claridad, algún tipo de plano de control. Aquí está.
En el grupo se oyeron murmullos: la imagen en colores, iluminada con crudeza, mostraba un fondo coralino plano, del que sobresalía una afilada aleta gris, de bordes agudos y apariencia aeronáutica y, sin duda alguna, artificial.
– Ustedes notarán que, en esta región, el fondo del mar consiste en masas achaparradas de coral muerto. El ala, o la aleta, desaparece dentro del coral, lo que sugiere que el resto de la nave podría estar sepultado debajo de ese coral. Se practicó una exploración del fondo con SLS[ [11]] de resolución ultraalta para determinar cuál era la forma de lo que había debajo del coral. La siguiente.