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La misma representación visual se repitió en la pantalla de cristal líquido que había en la parte superior del casco de Norman.

Tardó unos segundos en hacer que las piezas encajaran. Con la mirada fija en el cono, leyó las letras amarillas una vez más: exclusivamente PARA USO EN CONSTRUCCIONES/DEMOLICIONES DE LA USN.

¡Por supuesto! Los explosivos Tevac no eran armas, sino que estaban hechos para ser usados en construcciones y demoliciones, y tenían cronómetros de seguridad incorporados, con una demora programada de veinte minutos, antes de que estallaran, para permitir que los operarios se alejasen.

«Tengo veinte minutos para huir de aquí», pensó Norman. Disponía de tiempo más que suficiente.

Se dio vuelta y empezó a dar rápidas zancadas en dirección al DH-7 y al submarino.

0140 HORAS

Caminaba con ritmo parejo, continuo. No tenía que esforzarse, y respiraba normalmente. Estaba cómodo dentro de su traje. Todos los sistemas funcionaban sin problema alguno.

Estaba yéndose de ese lugar…

– Norman, por favor…

Ahora Beth le estaba implorando: otro cambio que mostraba lo inconstante que era su carácter. No le hizo caso y siguió su marcha hacia el submarino. La profunda voz grabada decía:

– Atención, por favor. Todo el personal de la Armada debe abandonar la zona de explosión. Diecinueve minutos, y contando.

Norman experimentaba una enorme sensación de seguridad, de poder. Ya no albergaba más ilusiones. No tenía preguntas para plantearse. Sabía lo que tenía que hacer.

Tenía que salvarse a sí mismo.

– No puedo creer que estés haciendo esto, Norman. No puedo creer que nos estés abandonando.

«Pues créelo», pensó. Después de todo, ¿qué opción tenía? Beth había perdido el control y era peligrosa. Ya se había hecho muy tarde para salvarla. Además, sería una locura acercarse a ella. Tenía tendencias homicidas: ya había intentado matarlo, y casi lo consiguió.

Y Harry había estado drogado durante trece horas, de modo que era probable que ya se encontrase clínicamente muerto. No existía razón alguna para que Norman se quedara. No había nada que pudiera hacer.

El submarino amarillo estaba ya cerca. Podía ver los accesorios que tenía en el exterior.

– Norman…, por favor… Te necesito.

«Lo siento -pensó-. Me largo de aquí.»

Rodeó el submarino, por debajo de las dos hélices gemelas, y vio el nombre pintado en el casco curvo: Deepstar III. Trepó por los escalones hechos en el metal, y llegó al interior de la cúpula.

– Norman…

Ahora Norman ya no mantenía contacto con el intercomunicador: estaba librado a sí mismo. Abrió la escotilla y trepó al interior de la pequeña nave. Se destrabó el casco y se lo quitó.

– Atención, por favor: dieciocho minutos, y contando.

Norman se sentó en el acolchado asiento del timonel y miró los controles. Los instrumentos centellearon al encenderse y la pantalla que Norman tenía frente a él se iluminó:

DEEPSTAR III – MÓDULO DE COMANDO

¿Necesita ayuda?

Sí No Cancelar

Apretó «Sí» y aguardó a que apareciera la pantalla siguiente.

Era muy lamentable lo ocurrido con Harry y Beth; le daba pena dejarlos, pero ambos, cada uno a su manera, habían fracasado en la exploración de su yo interior, con lo cual se volvieron vulnerables a la esfera y al poder que ella tenía. Era un clásico error científico: el llamado «triunfo del pensamiento racional sobre el pensamiento irracional». Los científicos se negaban a admitir su lado irracional; rehusaban considerarlo importante; sólo trataban con lo racional. Todo poseía un sentido para un científico y, si carecía de él, se desdeñaba en virtud de lo que Einstein denominaba lo «meramente personal».

«Lo meramente personal…», pensó Norman, y sintió una oleada de desprecio. La gente se mataba entre sí por motivos que eran «meramente personales».

DEEPSTAR III – OPCIONES DE LISTA DE COMPROBACIÓN

Descenso Ascenso Afianzar Detención Monitor Cancelación

Norman apretó «Ascenso». La pantalla cambió, y mostró el diagrama del panel de instrumentos, en el que se veía el punto centelleante. Aguardó la instrucción siguiente.

Norman pensó que los científicos se negaban a habérselas con lo irracional; pero el lado irracional no desaparecería por el hecho de que una persona se negara a aceptarlo. La irracionalidad no se atrofia por la falta de uso: por el contrario, al no prestársele atención, el lado irracional del hombre aumenta su poder y su alcance.

Y quejarse de ello no ayudaba tampoco. En los suplementos periodísticos dominicales esos científicos alzaban las manos al cielo y gimoteaban por la innata capacidad destructiva del hombre y su propensión a la violencia. Pero eso no era tratar con el lado irracional. Eso no era más que una admisión formal de que los científicos de marras se daban por vencidos ante ese lado irracional.

La imagen volvió a cambiar:

DEEPSTAR III – COMPROBACIÓN PARA ASCENSO

1. Poner los lanzadores de lastre en «Encendido» Pasar al paso siguiente Cancelar

Norman apretó varias teclas del panel para ajustar los lanzadores de lastre, y aguardó a que apareciera la siguiente imagen.

Después de todo, ¿cómo se enfrentaban los científicos a sus propias investigaciones? Todos ellos estaban de acuerdo: «La investigación científica no se puede detener. Si no construimos la bomba, otro lo hará.» Pero de esa manera, muy pronto la bomba estuvo en manos de nueva gente, que dijo: «Si no usamos la bomba, otro lo hará.»

Una vez que se llegó a ese punto, los científicos afirmaron que esa gente era terrible, que era irracional e irresponsable. Los científicos sostenían que ellos estaban bien, pero que esa otra gente era un verdadero problema.

Sin embargo, lo cierto era que la responsabilidad empezaba con cada ser humano, y con las opciones que elegía. Toda persona tenía alguna opción.

«Bueno -pensó Norman-, ya no hay nada que pueda hacer por Harry ni por Beth.» Él tenía que salvarse a sí mismo.

Cuando los generadores se encendieron, oyó un zumbido profundo y la pulsación de las hélices. En la pantalla apareció:

DEEPSTAR III – INSTRUMENTOS DE TIMONEL ACTIVO

«Ahí vamos», pensó, al tiempo que, seguro de sí mismo, apoyaba las manos sobre los controles. Sintió que el submarino le respondía.

– Atención, por favor. Diecisiete minutos, y contando.

El sedimento lodoso se agitó en torno de la cabina plástica, cuando las hélices embragaron y el pequeño submarino se deslizó desde debajo de la cúpula. Norman pensó que era exactamente como manejar un coche. No le pareció nada extraordinario.

El submarino describió un arco lento, se alejó del DH-7 y enfiló hacia el DH-8. Se desplazaba a seis metros del fondo: altura suficiente para que las hélices estuvieran apartadas del fango.

Quedaban diecisiete minutos. A una velocidad máxima de ascenso de un metro noventa y ocho centímetros por segundo (hizo el cálculo mental rápidamente y sin esfuerzo), llegaría a la superficie al cabo de dos minutos y medio.

Disponía de tiempo más que suficiente.

Hizo que el submarino se acercara al DH-8. Los poderosos reflectores externos del habitáculo emitían ahora una luz pálida y amarillenta; la energía eléctrica debía de estar disminuyendo. Pudo ver el daño que habían sufrido los cilindros: columnas de burbujas surgían de los debilitados Cilindros A y B; contempló las abolladuras del D y el agujero, parecido a una gran boca abierta del E, totalmente inundado. El habitáculo se hallaba abatido, y estaba muriendo.

¿Por qué Norman se había acercado tanto? Entornó los ojos y miró las portillas. En ese momento se dio cuenta de que tenía la esperanza de poder ver a Harry y a Beth, por última vez. Quería ver a Harry, aún inconsciente. Quería ver a Beth, de pie detrás de la portilla, agitando los puños hacia él, presa de una ira maniática. Norman quería la confirmación de que era correcto abandonar a sus dos compañeros.