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– En tal caso -sugirió Beth-, a lo mejor no es una máquina: la esfera puede ser una forma de vida. Puede estar viva.

– Es posible -admitió Harry, asintiendo con la cabeza.

– ¿Y si es así, si la esfera está viva, tenemos la obligación de mantenerla viva? -preguntó Beth.

– No sabemos si está viva.

Norman volvió a sentarse y dijo:

– Todas estas especulaciones son interesantes, pero cuando se va al fondo de la cuestión vemos que, en realidad, no sabemos nada de la esfera. En verdad, ni siquiera deberíamos estar llamándole la esfera: es probable que tan sólo la debamos llamar «esfera», porque no sabemos lo que es. Ignoramos de dónde vino. Desconocemos si es algo vivo o si está muerta. No tenemos ni idea de cómo llegó al interior de esa nave espacial. Nada sabemos de ella; salvo lo que imaginamos… y lo que imaginamos dice más sobre nosotros que sobre la esfera.

– Exacto -aprobó Harry.

– Literalmente, es una especie de espejo para nosotros -agregó Norman.

– Y existe otra posibilidad -dijo Harry-: es posible que no sea de otro planeta en absoluto. Puede haber sido elaborada por seres humanos.

Esa idea sorprendió a Norman. Harry explicó:

– Reflexionemos: una nave procedente de nuestro propio futuro pasó a través de un agujero negro y entró en otro Universo, o en otra parte de nuestro Universo. No podemos imaginar lo que ocurriría como resultado de eso. Pero supongamos que se produjo una distorsión de importancia en el tiempo. Supongamos que esa nave, que partió con una tripulación humana en el año 2043, realmente estuvo en tránsito durante miles y miles de años. ¿No podría ser que la tripulación humana hubiese inventado la esfera durante ese tiempo?

– No lo estimo probable -dijo Beth.

– Bueno, pues meditémoslo un instante -propuso Harry con suavidad.

Norman observó que Harry ya no se comportaba con arrogancia.

«Los tres nos hallamos juntos en esto -pensó Norman-. Y estamos trabajando unidos como nunca lo habíamos hecho.» Durante todo el tiempo que estuvieron bajo el mar se llevaron mal, pero ahora alcanzaban acuerdos sin discusiones. Colaboraban. Formaban un equipo.

– Existe un verdadero problema respecto al futuro -estaba diciendo Harry-, y no lo admitimos; damos por sentado que podemos ver lo futuro mejor de lo que en realidad es. Leonardo da Vinci trató de hacer un helicóptero hace quinientos años, y Julio Verne predijo un submarino hace cien. A partir de ejemplos como éstos, nos inclinamos a creer que el futuro es predecible, cuando en realidad no es así. Porque ni Leonardo ni Julio Verne pudieron haber imaginado jamás un ordenador, por ejemplo; porque el concepto mismo de ordenador entraña demasiados conocimientos que, en la época en que vivieron esos hombres, resultaban inconcebibles. Era una información que llegó de la nada, tiempo después. Y nosotros no somos más eruditos que ellos, sentados aquí ahora: no habríamos podido suponer que los hombres enviaran una nave a través de un agujero negro, pues hasta hace unos pocos años ni siquiera sospechábamos la existencia de los agujeros negros, y menos aún podemos predecir qué es lo que los hombres lograrán dentro de miles de años.

– Suponiendo que la esfera haya sido hecha por seres humanos.

– Sí. Suponiendo eso.

– ¿Y si no fuera así? ¿Y si realmente se trata de una nave procedente de una civilización extra-terrestre? ¿Tenemos justificación para borrar todo conocimiento humano sobre esta forma de vida extra-terrestre?

– No lo sé -dijo Harry moviendo la cabeza-. Si decidimos olvidar la esfera…

– … entonces habrá desaparecido -completó Norman.

Beth clavó la mirada en la mesa y por fin dijo:

– Ojalá pudiéramos consultar con alguien.

– No hay nadie a quien consultar -sentenció Norman.

– Pero ¿podemos olvidarla realmente? ¿Dará resultado? -preguntó Beth.

Se produjo un prolongado silencio.

– Sí -dijo Harry al fin-. No cabe duda al respecto. Y creo que ya contamos con pruebas de que podemos olvidarnos de la esfera. Eso resuelve un problema lógico que me molestó desde el comienzo, cuando exploramos la nave por primera vez, porque algo muy importante faltaba en esa nave.

– ¿Sí? ¿El qué?

– Un indicio cualquiera de que los constructores de la nave supieran que el viaje a través de un agujero negro era posible.

– No te entiendo -confesó Norman.

– Bueno -dijo Harry-, nosotros tres ya hemos visto una nave espacial que pasó a través de un agujero negro. Hemos caminado por ella. De modo que sabemos que un viaje así es posible.

– Sí…

– No obstante, dentro de cincuenta años los seres humanos van a construir una nave de modo experimental, aparentemente sin tener conocimiento de que esa nave ya fue encontrada medio siglo antes, en el pasado de esos seres humanos. En la nave no hay señal alguna de que los constructores sepan de esa existencia anterior.

– Quizá se trate de una de esas paradojas del tiempo -dijo Beth-. Como no puedes retroceder en el tiempo y encontrarte contigo mismo en el pasado…

Harry negó con la cabeza.

– No creo que sea una paradoja. Creo que todo el conocimiento referido a esa nave se va a perder.

– Lo que quieres decir es que vamos a olvidarla.

– Sí -dijo Harry-. Y, con franqueza, opino que es la mejor solución. Durante mucho tiempo, mientras nos hallábamos allí abajo, supuse que ninguno de nosotros lograría volver con vida. Ésa fue la única explicación que se me ocurrió. Y ése fue el motivo por el que quise hacer mi testamento…

– Pero si decidimos olvidar…

– Exacto -dijo Harry-. Si decidimos olvidar, eso producirá el mismo resultado.

– El conocimiento se habrá perdido para siempre -dijo Norman en voz baja.

Se dio cuenta de que estaba dudando. Ahora que habían llegado a esa decisión se sentía remiso a seguir adelante. Pasó los dedos sobre las raspaduras hechas en la mesa; tocaba la superficie como si ésta le pudiera brindar una respuesta vital en aquel momento.

«En cierto sentido -pensó-, no estamos integrados más que por recuerdos. Nuestra personalidad se estructura a partir de recuerdos, nuestra vida está organizada en torno a recuerdos, nuestras culturas se erigen sobre los cimientos de los recuerdos compartidos, a los que denominamos "historia" y "ciencia". Y desistir de un recuerdo, desistir del conocimiento, desistir de lo pasado…»

– No es fácil -reconoció Harry meneando la cabeza.

– No -ratificó Norman-. No lo es.

En verdad lo encontraba tan difícil que se preguntaba si estaba experimentando una característica humana tan fundamental como el deseo sexuaclass="underline" sencillamente no podía renunciar a este conocimiento; la información le parecía tan importante, las inferencias, tan fascinantes… Todo su ser se rebelaba a la idea de olvidar.

– Bueno -concluyó Harry-, creo que tenemos que hacerlo.

– Estaba pensando en Ted -dijo Beth-. Y en Barnes, y en los demás… Somos los únicos que saben cómo murieron, para qué dieron su vida. Y si olvidamos…

– Cuando olvidemos -rectificó Norman con firmeza.

– Beth acaba de exponer un punto esencial -dijo Harry-. Si olvidamos, ¿cómo nos arreglaremos con todos los detalles, con todos los cabos que quedarán sueltos?

– No creo que sea problema -dijo Norman-. El subconsciente tiene un enorme poder creativo, como ya hemos visto. Los detalles se arreglarán de forma subconsciente. Es igual a lo que ocurre cuando nos vestimos por la mañana. En el momento de vestirnos no vamos pensando en cada detalle, en el cinturón, los calcetines y demás prendas. Simplemente tomamos una decisión básica general relativa a qué apariencia debemos tener, y, después, nos vestimos.

– Aun así -arguyó Harry-, considero que será mejor que tomemos la decisión general, porque todos tenemos el poder y, si imaginamos relatos diferentes, generaremos confusión.