Norman sintió un escalofrío, hizo una bola con la foto y la arrojó al cesto de los papeles: no necesitaba recordatorios. Recordaba ese desastre demasiado bien. Sabía que no lo olvidaría mientras viviera.
Volvió a echar un vistazo a Beth y a Harry, quienes parecían cansados. Beth tenía la mirada perdida, como si estuviera preocupada por sus propios asuntos; pero su rostro estaba sereno; a pesar de los sufrimientos padecidos durante el tiempo que estuvieron bajo el mar, Norman pensaba que Beth parecía casi bella.
– ¿Sabes, Beth? -le dijo-. Estás encantadora.
Beth no pareció oírlo, pero después se volvió lentamente hacia él.
– Bueno, gracias, Norman -repuso.
Y sonrió.
Michael Crichton
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