—No lo he hecho por ti. Ni por tu bandera.
—Lo se.
—De hecho, creía que eras tú quien estaba detrás de esto.
—También lo se, y no te culpo.
Los tres guardaron silencio durante unos minutos. Finalmente fue Cirin quien volvió a hablar.
—¿Hay alguna posibilidad de que vuelvas con nosotros?
—Ninguna, Camilo. Ya me engañaste una vez. No volverá a ocurrir.
—Una última vez. Por los viejos tiempos.
Fowler meditó unos segundos.
—Con una condición. Ya sabes cuál es.
Cirin asintió.
—Tienes mi palabra. Nadie se acercará a ella.
—Tampoco a la otra. A la española.
—Eso no te lo puedo garantizar. Aún no estamos seguros de que no tenga una copia del disco.
—He hablado con ella. No la tiene, y no hablará.
—Está bien. Sin el disco, no puede probar nada.
Hubo un nuevo silencio, aún más largo, interrumpido sólo por el pitido intermitente del electrocardiograma que el sacerdote tenía conectado en el pecho. Fowler se fue relajando, poco a poco. Entre nieblas le llegó la última frase de Cirin.
—¿Sabes, Anthony? Por un momento creí que le dirías la verdad a ella. Toda la verdad.
Fowler no escuchó su propia respuesta, aunque no hacía falta. No todas las verdades hacían libres. Sabía que ni siquiera él podía vivir con su verdad. Ni mucho menos cargaría ese peso sobre otra persona.
(El Globo, página 8. Miércoles 20 de abril de 2005)
RATZINGER ES NOMBRADO PAPA SIN APENAS OPOSICIÓN
ANDREA OTERO.
(Enviada especial)
ROMA. El Cónclave para la elección del sucesor de Juan Pablo II finalizó ayer con la elección del antiguo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger. A pesar de haber jurado sobre la Biblia mantener el secreto acerca de la elección bajo pena de excomunión, las primeras filtraciones ya han comenzado a llegar a los medios. Al parecer, el purpurado alemán fue elegido por 105 votos de los 115 posibles, muchos más de los 77 necesarios. Los vaticanistas aseguran que el gran número de apoyos conseguido por Ratzinger es un hecho insólito, y aún más considerando que el Cónclave se resolvió en tan solo dos días.
Los expertos lo achacan a la falta de oposición a un candidato que, en principio, estaba muy atrás en las quinielas. Fuentes muy cercanas al Vaticano han indicado que los principales rivales de Ratzinger, Portini, Robayra y Cardoso, no consiguieron en ningún momento votos suficientes. Esa misma fuente ha llegado a comentar que vio a estos cardenales “un poco ausentes” durante la elección de Benedicto XVI (...)
EPÍLOGO
Despacho del Papa Benedicto XVI
Palazzo del Governatoratto
Miércoles, 20 de abril de 2005. 11:23 AM
El hombre vestido de blanco la recibió en sexto lugar. Una semana atrás y un piso más abajo, Paola había esperado en un pasillo similar hecha un manojo de nervios, sin saber que en ese momento un amigo suyo moría. Una semana después su miedo a no saber comportarse estaba olvidado, y su amigo vengado. Habían transcurrido multitud de acontecimientos en aquellos siete días, y alguno de los más importantes había tenido lugar en el alma de Paola.
La criminalista se fijó en que de la puerta aún colgaban las cintas rojas con los sellos de lacre que habían protegido el despacho entre la muerte de Juan Pablo II y la elección de su sucesor. El Sumo Pontífice siguió la dirección de su mirada.
—He pedido que los dejen ahí durante un tiempo. Servirán para recordarme que éste puesto es temporal —dijo con voz cansada, mientras Paola le besaba el anillo.
—Santidad.
— Ispettora Dicanti, bienvenida. La he llamado para darle las gracias personalmente por su valiente actuación.
—Gracias, Santidad. Sólo cumplí con mi deber.
—No, ispettora, usted fue más allá de su deber. Siéntese, por favor —dijo señalando unos sillones en una esquina del despacho, bajo un hermoso Tintoretto.
—En realidad esperaba encontrar aquí al padre Fowler, Santidad —dijo Paola, sin poder ocultar el anhelo en su voz—. No le veo desde hace diez días.
El Papa le cogió de la mano y le sonrió, tranquilizador.
—El padre Fowler descansa a salvo en un lugar seguro. He tenido oportunidad de visitarle ésta noche. Me pidió que le despidiera de usted, y me dio un mensaje: Es el momento de que ambos, usted y yo, nos despojemos dolor por los que quedaron atrás.
Al oír aquella frase, Paola sintió un estremecimiento interior, y las lágrimas brotaron. Pasó media hora más en aquel despacho, aunque lo que habló con el Santo Padre quedará entre ellos dos.
Más tarde, Paola salió a la luz de la plaza de San Pedro. El sol brillaba, pasado el mediodía. Sacó el paquete de tabaco de Pontiero y encendió el último cigarro. Alzó la cara hacia el cielo, echando el humo.
—Le cogimos, Maurizio. Tenías razón. Y ahora vete hacia la puñetera luz y déjame en paz. Ah, y dale recuerdos a papá.
Madrid, enero de 2003 — Santiago de Compostela, agosto de 2005.
SOBRE EL AUTOR
Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977) es periodista. Ha pasado por las redacciones de Radio España, Canal +, ABC, Cadena SER y la Cadena Cope. Ha ganado diversos premios literarios por sus relatos y novelas, el más importante de ellos el VII Premio Internacional de Novela Ciudad de Torrevieja 2008 por
Trayectoria Tras el éxito internacional de su primera novela,
Como ser humano... Juan disfruta sobre todo de los libros, del cine y de la compañía de su familia. Es apolítico (lo que él explica como que le interesa la política pero desconfía de los políticos), su color favorito es el azul —el de los ojos de su hija— y su comida preferida los huevos fritos con patatas. Como buen sagitario, habla sin parar. Jamás sale de casa sin una novela bajo el brazo.